El cañonero Pizarro fue destacado en la 1ª División de la costa norte.
El Jorge Juan y Sánchez Barcaiztegui se encontraba en aguas cubanas ante el inminente peligro de caer en poder del enemigo estadounidense.
Lancha cañonera El Dependiente.
Alfonso XII.

DADO EL ESCASO NÚMERO DE BUQUES DE LA ARMADA ESPAÑOLA DESTACADOS EN CUBA AL REINICIARSE LA LUCHA ARMADA POR LA INDEPENDENCIA DE LA ISLA, LAS AUTORIDADES ESPAÑOLAS DECIDIERON ENCARGAR UNA TREINTENA DE NAVES DISEÑADAS PARA OPERAR EN DICHAS CONDICIONES

En febrero de 1895, al reiniciarse la lucha armada por la independencia de la Mayor de las Antillas, eran pocos los buques de la Armada Española destacados en Cuba y Puerto Rico, bajo el mando del Comandante General del Apostadero de La Habana, una las cinco provincias marítimas en las que estaba dividido el territorio nacional, junto a Remedios, Nuevitas, Santiago y Trinidad de Cuba. Dado el escaso número, la obsolescencia y el estado técnico de los buques, se hizo evidente la incapacidad de la Marina española para hacer frente a la situación creada por la insurrección y efectuar un control efectivo de las aguas adyacentes al archipiélago cubano.
Esta situación se agravó en el mes de septiembre al perderse los cruceros Sánchez Barcáiztegui y Colón. El primero al colisionar con el vapor mercante Conde de la Mortera, a la salida de La Habana; y el segundo por varadura en el Bajo de Los Colorados. Por tal razón las autoridades españolas tomaron las medidas pertinentes para el envío urgente de varias unidades y, simultáneamente, financiar la construcción acelerada, en varios astilleros y países, de una treintena de buques diseñados para operar en las condiciones de Cuba.
 En consecuencia, se dispuso el envío inmediato de los cruceros Reina Mercedes y Conde de Venadito. Más tarde llegaron el Alfonso XIII y el Marqués de la Ensenada. Asimismo, a partir de julio de 1895, la Ley de Fuerzas Navales para el año 1895/1896 posibilitó la construcción de tres cañoneros de primera clase y cuatro de segunda en el afamado astillero británico de J. & Thompson, Ltd., de Clydebank, en Glasgow, Escocia.
Los cañoneros de primera recibieron los nombres de Hernán Cortés, Pizarro y Vasco Núñez de Balboa. Sus características táctico-técnicas eran las siguientes:

Estática: eslora: 47,53 m; manga: 6,58 m; puntal: 3, 54 m; calado: 1, 93 m; desplazamiento: 300 t.
Propulsión: máquinas: 1; calderas: 1; hélices: 1; potencia: 352 Cv.; velocidad: 12,2 nudos.
Armamento: 2 cañones Nordenfelt de 57 mm; 2 cañones Maxim de 37 mm.
Autonomía: 2 800 millas a 8,6 nudos.
Combustible/Capacidad: Carbón/ 63 t
Dotación: 53 hombres.

El Hernán Cortés, cuya quilla se puso el 30 de julio de 1895, fue botado al agua el 24 de agosto de 1895 y prestó servicios a partir de octubre de ese año, al igual que el Pizarro (su quilla fue puesta un día después de la del Cortés y su botadura se efectuó el 5 de septiembre) y el Balboa. Los cañoneros de segunda clase se denominaron Diego Velázquez y Ponce de León, los de 200 t; y Alvarado y Sandoval, los de 100 t.
Las lanchas cañoneras que se estaban fabricando en el astillero Vea Murguía de Cádiz, en agosto de 1895, fueron bautizados inspirados en la geografía cubana: Almendares, Baracoa, Cauto, Guantánamo, Yumurí y Mayarí. Un mes después, aquellas que se habían encomendado al astillero británico John Samuel White & Co., Ltd, en East Cove, Isla de Wight, se llamaron Alerta, Ardilla, Cometa, Fradera, Gaviota y Golondrina. Al mismo tiempo, las del astillero Forrest & Son Ltd, en Wyvenhoe, Essex, se empezaron a denominar Estrella, Flecha, Ligera, Lince, Satélite y Vigía. Todas estuvieron en servicio en Cuba antes de finalizado 1895.
A las unidades anteriores se unirían, en octubre, las siete adquiridas en Nueva York con fondos proporcionados por los comerciantes e industriales españoles radicados en La Habana: Centinela, Relámpago, Dardo, Esperanza, Intrépida, Mensajera y Valiente. Posteriormente se incorporarían en noviembre el cañonero Delgado Parejo, obsequiado por la colonia española residente en Nueva York; el Guardián, donado por el acaudalado negociante español radicado en La Habana, Antimógenes Menéndez; y la lancha cañonera El Dependiente, aportada por el Comercio de La Habana.
En el tiempo en que los buques antes relacionados no habían llegado, la Marina se incautó de pequeños mercantes y remolcadores: Reina Cristina, Águila, Antonio López y Praviano.
En la medida en que los nuevos buques fueron arribando a Cuba, el mando naval hispano se dispuso a poner en práctica un plan general de despliegue basado en la experiencia de la Guerra de los Diez Años. Con el objetivo de bloquear con efectividad el litoral cubano, la escuadra del Apostadero se dividió en buques de tres clases. Los primeros: buques de caza, con artillería y velocidad suficientes para perseguir y detener dentro y fuera de las aguas jurisdiccionales a las naves sospechosas de traer personal y abastecimientos a los insurrectos; los segundos: buques costeros rápidos para vigilar trechos de costa cortos; y los terceros: menores, de 300 t a 40 t, con la misión de recorrer las cayerías, ensenadas, esteros y ríos.
Las características de las costas cubanas (no abordables en toda su extensión por su configuración y profundidad) determinaron la distribución de la vigilancia en siete divisiones navales, que se complementaban con la terrestre y pontones artillados en puntos estratégicamente seleccionados.
En la costa norte se establecieron cuatro divisiones que tenían sus cabeceras en Baracoa, Gibara, Nuevitas y Sagua la Grande; en la sur tres, con cabeceras en Santiago de Cuba, Manzanillo y Trinidad de Cuba. La costa norte del occidente, desde Matanzas al Cabo San Antonio, con apoyos en Cárdenas, Mariel y Bahía Honda, era vigilada con cruceros de los buques que desde La Habana se destacaban en esos puntos.

LAS OPERACIONES NAVALES
Las operaciones navales que se desarrollaron por parte de la Marina española en su enfrentamiento a la insurrección fueron de varias clases. Su misión principal y básica fue el apoyo al Ejército de operaciones. También batía objetivos costeros, al tiempo que interceptaba las comunicaciones navales de los cubanos con el exterior.
El cañonero Pizarro fue destacado en la 1ª División de la costa norte que, como ya se ha dicho, tenía su cabecera en Baracoa y cubría desde Punta de Maisí a Bahía de Tánamo, con vigilancia especial sobre las bahías de Mata, Taco, Cayo Moa, Yamanigüey y Tánamo. A finales de abril de 1896, este buque efectuó su más destacada misión combativa, apoyado por el Alvarado: «sostuvo un encarnizado combate a la entrada de Maraví», según fuentes españolas, que también informaban:
«Por esta acción librada con todo éxito, las bajas causadas al enemigo y no abandonar su puesto en el puente a pesar de estar herido, se le concedió al comandante del Pizarro, teniente de navío de 1ª, Manuel Antón e Iboleón, la Cruz de San Fernando». 
LA INTERVENCIÓN ESTADOUNIDENSE
Al producirse la intervención militar estadounidense en la guerra, en abril de 1898, los buques de la Armada española que operaban en Cuba pasaron a ser de bloqueadores a bloqueados.
Con el propósito de paliar en lo posible esa situación, la Comandancia del Apostadero había dispuesto la distribución de sus unidades en varios puertos y bahías. Al cañonero Pizarro, mandado por el Teniente de Navío de 1ª, Leal y Rigal, se le ubicó en Nuevitas junto a las lanchas cañoneras Yumurí, con el Teniente de Navío Suanzes al frente; y Golondrina, dirigida por el Teniente de Navío Jáudenes.
Varios de esos buques que se encontraban en aguas cubanas ante el inminente peligro de caer en poder del enemigo estadounidense, fueron echados a pique por sus tripulaciones. En ese caso estuvieron (por orden cronológico): el crucero Reina Mercedes en Santiago de Cuba (4 de julio), los cañoneros Estrella, Guardián, Guantánamo, Cuba Española, Centinela, Delgado Parejo y el pontón María, en Manzanillo (8 de julio), Jorge Juan y Baracoa, en Nipe (21 de julio), y el Fernando el Católico y Dependiente (22 de julio).
La lancha Golondrina y los cañoneros Yumurí y Pizarro fueron hundidos por sus tripulaciones al ser evacuada Nuevitas, el 31 de julio. Lo mismo ocurrió con el cañonero Sandoval, en Guantánamo.

 

Busques de la Armada Española destacados en Cuba y Puerto Rico

» Crucero de 2ª clase Infanta Isabel (1885)                                     1 196 t.
» Cruceros de 2ª clase Colón (1885), Sánchez  Barcáiztegui y Don Jorge Juan (1876)                                                                                          935 t.
» Cruceros de 3ª clase Magallanes y General Concha (1884)            548 t.
» Cañonero torpedero de 2ª clase Nueva España (1889)                   320 t.
» Cañonero de 2ª clase Alsedo (1882)                                            318 t.
» Cañonero de 2ª clase Cuba Española (1870)                                255 t.
» Cañonero de 2ª clase Contramaestre (1869)                                179 t.
» Cañoneros de 2ª clase Indio y Criollo (1869)                                199 t.
» Pontones Fernando el Católico (1875) y Cortés                           560 t.

Fuentes consultadas:
Anca Alamillo, Alejandro: Buques de la Armada Española del Siglo XIX. La Marina del Sexenio y de la Restauración (1868-1900). Ministerio de Defensa. Museo Naval. Madrid-España. 2009.
Blanco Núñez, José María: La lucha contra el contrabando de guerra en aguas de Cuba, en Cuadernos de la Guardia Civil. Madrid. Año 1998. Nº 19, pp. 101-112.
Escrigas Rodríguez, Juan: La Armada Española y la Fotografía en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Los sucesos de 1898. Ministerio de Defensa. Madrid-España. 2011.
Franco Castañón, Hermenegildo: Los Apostaderos y Estaciones Navales Españolas en Ultramar. Empresa Nacional Bazán de Construcciones Navales Militares. 1998.
Vila Miranda. Carlos: España y la Armada en las guerras de Cuba, Fundación Alvagonzález, Gijón, España, 1998.