Más allá de las ciudades está el paraíso. Ese lugar donde se respira diferente y las tonalidades del verde se explayan, despertando sensaciones y habilidades dormidas por el estrés, la velocidad y los ruidos urbanos. El sentido del tiempo y el espacio parecen cambiar en la medida que nos acercamos a la vida natural, a la respiración del atardecer, al canto de las aves, la brisa de las montañas y la frescura de los ríos. El turismo de naturaleza, dicen, es prácticamente todo el turismo, pero lo que se obvia, a veces, es que lo natural es la diversidad. Cuidar y promover esa diversidad no es tan fácil como parece, pues se trata de promover un turismo responsable con el medio ambiente, cuidadoso de no trasladar allí los malos hábitos que han convertido a nuestras ciudades en lamentables basureros.

Al natural se pueden romper todas las rutinas: respirar aire puro, nadar, saltar, bucear, descubrir cuevas, escalar montañas o disfrutar un paseo admirando los maravillosos paisajes de un parque nacional, la belleza animal y la flora que exhiben los jardines botánicos o las costas casi vírgenes, de silente hermosura y encantador entorno alejado de los grandes hoteles. Entonces, apreciamos el valor de las haciendas, cabañas, tiendas de campañas, hamacas y otras formas muy prácticas de estar bien cerca de la naturaleza y de su gente: campesinos, guías especializados, pequeños pueblos o extensos parques nacionales, etnias apartadas de la civilización que viven de otra manera, filosófica y materialmente hablando.

Las formas ecológicas del turismo suelen ser, de una vez, divertidas y educativas, pues no solo incorporan un modo de vivir la naturaleza del lugar, sino el planeta mismo, desde una permanente atención al disfrute, al ahorro de los recursos naturales y al aprendizaje de formas naturales y alternativas de energía, alimentación y goce. Es un modo del hombre enfrentarse a sí mismo y reconocerse como parte consciente de la propia naturaleza; de ahí que para muchos turistas sea un reto desafiar lo natural a través de experiencias radicales o absolutamente temerarias, como identificamos en cierto turismo de aventuras o en la práctica de deportes extremos en montañas, ríos y mares…

Estas formas del turismo, amigas de lo natural, expresan el deseo de salvar el planeta de tanto egoísmo que contamina y destruye el entorno, achicando el futuro. Promover un mundo sostenible, guardián de sus recursos naturales, su flora, su fauna y las culturas de su gente es un aprendizaje que agencias, promotores y turistas debemos compartir cada día. A lo natural. Para Excelencias, convertir este aprendizaje en una nueva forma de cultura, es el mejor camino a fin de hacer sostenible el planeta, la humanidad y el porvenir.