- De azul intenso
SANTIAGO DE CUBA FUERA SENCILLAMENTE DISTINTA: SUS CALLES, SU ARQUITECTURA, SU GENTE, SI NO ESTUVIERA ABRAZADA POR LAS PROFUNDAS AGUAS DE SU BAHÍA DE BOLSA
Con la Sierra Maestra de fondo y el Mar Caribe a sus pies, la séptima villa fundada por el adelantado Diego Velázquez de Cuellar resulta una ciudad imposible de no amar. Abrazada por las cálidas aguas de una profunda bahía de bolsa, Santiago de Cuba fuera sencillamente distinta.
Con su rada de 12 km² y conectada con el mar Caribe a través de un estrecho canal esta ensenada fue descubierta en 1494 por Cristóbal Colón, en las exploraciones que realizó durante su segundo viaje. Desde sus costas zarparon las primeras expediciones coloniales hacia México y la Florida. De hecho, no demoró mucho en transformarse en el centro del movimiento comercial de la ciudad. Era también en su puerto, tenido como el segundo más significativo de la Isla, donde desembarcaban los esclavos traídos, a partir de 1521, en buques que al principio llegaban de la vecina Haití y más tarde directamente de África
Por los insistentes ataques de corsarios y piratas fue que en el siglo XVII el arquitecto Juan Bautista Antonelli se encargó de la construcción del Castillo de San Pedro de la Roca del Morro (lo terminó en 1642), por mandato de las autoridades coloniales españolas, necesitadas de proteger a la ciudad. Se trata de una fortificación militar enclavada a 70 m.s.n.m. y que por sus altos valores históricos y arquitectónicos es, desde el 4 de diciembre de 1997, Patrimonio de la Humanidad, declarado por la UNESCO.
Entre sus muchas funciones, el Castillo del Morro, que nunca entró en combate, actuó en tiempos del gobierno de España como cárcel, mientras también fue testigo de la decisiva batalla naval que se produjo entre los cubanos, el ejército español y la Armada de Estados Unidos en el año 1898 y que puso fin a ese dominio no solo en el país sino en América. Desde entonces la historia puede ser perfectamente contada por los restos de la flota que dirigía el valeroso Almirante Pascual Cervera que yacen frente a sus costas.
El Cayo Granma se halla entre las maravillas santiagueras que se pueden observar desde el Faro del San Pedro de la Roca, el segundo artefacto de iluminación erigido en Cuba (1842) con el fin de velar por la navegación. Solo por medio de embarcaciones (la patana o botes que se alquilan) que parten de una zona distante a 500 m de la playa La Estrella, se puede llegar hasta este llamativo y pequeño poblado de pescadores cuyas construcciones sobresalen por su arquitectura.
Conocido también como Cayo Smith (apellido del pescador que fue el primero en bautizar el lugar, según la leyenda), las viviendas de este islote de extensión territorial de 2,2 km², son de madera, tipo bungalows, con plantas en forma de L, techos inclinados de zinc, patios espaciosos y portales decorados.
El caserío de Cayo Granma, en lo absoluto extenso, está habitado por gente sencilla de mar, como los que viven en Punta Gorda y Ciudamar, otros dos asentamientos de los alrededores de la bahía.
CON ABRAZO DE MAR
Ya sabemos que Santiago de Cuba nació al suroeste de la rada y se fue ensanchando. De cualquier manera, las principales calles de la ciudad terminaron desembocando en el puerto y en el acogedor paseo de La Alameda que, a raíz del aniversario 500 de la Villa, recuperó todo su esplendor.
Diseñada específicamente frente al puerto de la ciudad, en la actual Avenida de Jesús Menéndez, desde la calle Calixto García hasta la calle Aguilera, con una extensión cercana a los 400 m, La Alameda se levantó en 1859 y se nombró Téllez, en honor al gobernador don Juan Téllez. Luego ha ido tomando otras denominaciones como La Alameda de Michaelsen, en honor a Hermann Friedrich Wilhelm Michaelsen, quien en 1893 se encargó de la primera remodelación que tuvo el paseo, cuando el alemán era considerado el benefactor de la urbe.
Muy cercanos para los hijos de esta tierra también son los pilotes del muelle en el puerto, que data de 1494 cuando Cristóbal Colón viajó a la Isla por segunda vez y mandó a edificar ese fondeadero, al cual le puso por nombre Puerto de Rey.
En los amplios límites de la bahía de Santiago de Cuba también señorea la termoeléctrica Antonio Maceo (Renté), desde hace 52 años (con exactitud el 20 de febrero de 1966), responsable, gracias a su sincronización con la del Mariel, del nacimiento del Sistema Eletroenergético Nacional. Pero esta significativa unidad no es el único centro fabril que se localiza en el litoral. También aparecen los molinos de trigo, la fábrica de cemento, los astilleros Juan Díaz Comanches, los astilleros DAMEX...
Definitivamente son muchos los sitios que en Santiago reciben el salado encuentro con el mar. Apreciarlos desde el Balcón de Velázquez constituye un regalo a los sentidos. Aunque no sea real el hecho de que fuera El Adelantado quien mandara a situar allí el primer fortín de la ciudad, sino Hernando de Soto, gobernador de la naciente villa, todo el que pisa el suelo más hospitalario de Cuba necesita llegarse hasta el popular sitio donde se decía que Diego Velázquez se refugiaba para disfrutar a plenitud el intenso azul.