El turismo resulta hoy una de las actividades humanas más enriquecedoras y comprometidas con el entorno del hombre. Para suerte de nuestra especie, viajar se ha convertido en una necesidad espiritual y una manera gratificante de acercarse a la historia, la cultura y al pasado de los pueblos.

En su afán por apropiarse de este concepto plural y cultural de los viajes, muchas personas se inclinan hoy por un tipo de turismo menos convencional que demanda entrenamientos y recursos especiales para su realización. Es este el caso de quienes se interesan en descubrir los secretos que duermen en el fondo marino y que forman parte del Patrimonio Cultural Subacuático de las naciones.

Ciudades hundidas, restos de navíos, monedas, vajillas, armamentos, piezas de orfebrería, vestigios de pasadas civilizaciones y objetos del más diverso tipo y valor, hacen de los pecios auténticos museos sumergidos que desatan por igual la sed de conocimientos en unos y la codicia y los fines de lucro en otros. Los investigadores estiman que más de tres millones de naufragios aún sin explorar pueblan los mares del mundo. Estos sitios espectaculares y únicos, inestimables para la reconstrucción de estilos de vida que ya no existen, merecen no solo nuestro respeto, sino también la acción integradora de gobiernos, instituciones, investigadores, medios de comunicación y ciudadanos para su preservación.

Ya sea como simple turista aficionado al tema, o desde la posición de expertos, nuestra responsabilidad resulta enorme, sobre todo si te tiene en cuenta que las actuales tecnologías hacen del lecho marino un lugar accesible a todos. Por ello las disposiciones de la convención de la UNESCO sobre la protección del Patrimonio Cultural Subacuático y los expertos del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), también instan a los Estados a alentar «un acceso responsable e inofensivo del público» a los sitios que contengan esos tesoros históricos.

Esta filosofía alienta a un mejor comportamiento de los visitantes a los pecios, incentiva a los museos a que respeten las condiciones de observación y conservación de este patrimonio, y estimula la creación de nuevas atracciones marinas a partir del diseño de parques culturales subacuáticos, creados por organismos competentes y responsables que permitan a los turistas una interacción positiva con los arrecifes coralinos y pecios. Las aguas del mar Caribe resultan un inmenso cofre patrimonial que demanda cada día más protección jurídica y acción integradora de todas las naciones y organismos del área. Sirvan pues estas páginas de Excelencias Turísticas del Caribe y las Américas como una pequeña contribución en ese camino de forjar conciencia colectiva sobre un tema tan apasionante, que abordamos con toda ética y como parte de nuestra responsabilidad corporativa.

José Carlos de Santiago