Octavio «el Tabo» García, presidente del Club del Automóvil de La Habana.

Octavio «el Tabo» García es conocido por los amantes del automovilismo en La Habana. Su labor como presidente del Club del Automóvil de La Habana es admirada por todos, y la imagen de su auto –un Ford Fairlane 1957–, un ícono de los eventos en los que participa. Esta es la historia de ambos.

El Tabo creció en La Habana de los cincuenta, entre estridencias y convulsiones sociales. Del frágil oropel de esos años, camuflaje de muchas calamidades, le quedó para siempre una marcada afición por los autos que, resplandecientes de cromo, le llenaban los ojos de adolescente. Tiempo después, la nostalgia vino en rescate de la fantasía y, entre ambas, marcaron definitivamente a Octavio, quien se hizo chofer profesional. Gracias a su labor durante décadas brindando servicios al turismo ha podido conducir las más variadas marcas y modelos de autos en épocas diversas. Sin embargo, ninguno le llena tanto el ánimo como el Ford 1957, el auto que siempre soñó en su adolescencia. En cuanto le fue posible adquirió uno, pero el estado en que se encontraba hacía muy difícil, sino imposible, una restauración que le satisficiera. Siguió esperando hasta que casi por casualidad encontró uno en Alquízar, un pueblecito a unos 30 km de La Habana. Tabo había llegado hasta allí por un trabajo de un día, y los acontecimientos crearían un vínculo que terminaría siendo permanente. Era el año 1992, y en medio de no pocas dificultades, debió pensar bien si era el momento de intentar lograr su deseo: un Ford 1957, con todas las de la ley.

Comoquiera que las oportunidades «se pintan» solas, Octavio se lanzó a su aventura, convenció al propietario del auto y adquirió el Ford 1957. Se encontraba en muy buen estado y ello le permitió conservarlo y usarlo por unos quince años, sin apenas realizar ninguna reparación importante. Superados los difíciles noventa, conocidos en Cuba como «Período Especial», Tabo pudo planear una restauración a fondo del auto de sus sueños. Junto al dueño anterior, cuya amistad mantuvo y continúa hoy, planearon todo el trabajo. El auto fue desmontado casi por completo y reparado o sustituido todo lo necesario. Ellos mismos hicieron con sus manos el trabajo, excepto la tapicería. Desar­maron los agregados principales y Octavio, a través de amigos y familiares, se dio a la tarea de encontrar las piezas originales que fueran imprescindibles. Sobre todo el motor y los frenos necesitaron repuestos originales, resueltos por familiares y amigos desde el exterior. La mayoría de las partes, sin embargo, fueron reparadas con el inagotable ingenio criollo, incluso aquellas más impensables, como las defensas o los cristales parabrisas. Los detalles como los cintillos, logos de marca y similares se repusieron con repuestos originales. 

La dirección fue objeto de especial cuidado, con una reparación a conciencia que he tenido la oportunidad de disfrutar debido a la suavidad y precisión de su funcionamiento. Todo se hizo con mimo. Un trabajo concienzudo, realizado a placer, que tomó casi cinco años. Hace apenas uno, en mayo de 2011, los que seguimos los eventos del auto de época y clásico en Cuba vimos reaparecer el «Ford del Tabo» en el concurso de Elegancia durante la celebración por el número 100 de la revista Excelencias. Allí alcanzó el Segundo Lugar General, solo superado por otro Ford, pero de 1930, verdadera pieza de excepción.

En cuanto a Octavio, no cesa de trabajar en la promoción del automovilismo de época. Su labor al frente del Club del Automóvil de La Habana ya cubre una década y mucho ha contribuido al arraigo alcanzado por esta actividad. Bajo la organización y asesoría de la Federación de Automovilismo y Kartismo de Cuba existen hoy numerosos clubes y asociaciones de autos de diferentes épocas y categorías, con una abultada agenda de actividades que al decir de Ernesto «Quico» Dobarganes, su secretario general, se encuentran en su mejor momento de los últimos tiempos. Así, nos queda el sabor de que tantos años entregados a un sueño van dejando su fruto y la pasión adolescente del Tabo va marcando una huella tan hermosa como su Ford 1957.