Imágenes de archivo de la fachada y salón interior del Palacio de España, luego de su apertura en 1916.
Salón interior en la actualidad.
En la actualidad el edificio es sede de la Embajada de España en Panamá.

«Panamá es hoy la mejor síntesis de América, un país clave para conocer el “Nuevo Mundo”, su pasado y su presente». Así lo dice Concepción Gutiérrez del Castillo, consejera de Obras Públicas y Transporte de la Junta de Andalucía, en el libro Quinientos años de arquitectura en Panamá, del arquitecto Eduardo Tejeira Davis.

La arquitectura de Panamá a lo largo de los últimos cinco siglos ha sido el producto de una sociedad altamente heterogénea que surgió y se desarrolló a partir de la llegada de los primeros europeos en 1501. La de raíz europea, sobria y sencilla, se concentró en la llamada «zona del tránsito» –el paso entre los dos océanos– y en las fértiles sabanas del Pacífico. Los tiempos modernos llegaron desde la segunda mitad del XIX, con la construcción del ferrocarril transístmico y los inicios del canal interoceánico. Hoy día, Panamá cuenta con dos legados coloniales: el español y el estadounidense, situación única en tierra firme americana. La arquitectura de las élites se ha acercado progresivamente a los estándares de los países industrializados. Se han sucedido diferentes modernidades, todas inspiradas en modelos europeos y norteamericanos, aunque siempre adaptados de alguna forma al medio. Esta perenne aclimatación puede verse como una característica panameña. 

Nos detendremos en la zona donde está enclavado el Palacio de España, actual sede de la embajada de esta nación en Panamá. 

En 1912, el Estado adquirió la hacienda conocida como El Hatillo para llevar a cabo la Exposición nacional de Panamá, concebida por el entonces presidente Belisario Porras para celebrar la hermandad hispánica y el IV centenario del descubrimiento del océano Pacífico. Se trazó una retícula octogonal con una plaza monumental en el centro. Las catorce manzanas iniciales eran grandes y las calles tenían una holgura desconocida hasta ese entonces en la apiñada urbe. Otro elemento novedoso fue la Gran Vía, hoy avenida Ecuador, que vinculaba la plaza con el litoral. La exposición panameña estuvo abierta hasta 1917, y hoy se le recuerda más en relación con el canal interoceánico que con el tema de la hispanidad. 

Años después, el área se empezó a desarrollar como un verdadero ensanche y se trazaron nuevas calles para ampliar la retícula. Las avenidas Ecuador y Perú se convirtieron en Alameda, pensadas para una arquitectura residencial de alto costo. La Gran Plaza, que inicialmente se llamó Cervantes, en 1943, tras la muerte de Belisario Porras, fue rebautizada como plaza Porras y el célebre escultor español Victorio Macho (1887-1966) hizo el monumento de mármol y bronce. Las figuras sobre los obeliscos que flanquean la estatua representan la Libertad y la Democracia. Los relieves de la base muestran las nueves provincias de Panamá. 

Los edificios originales de la exposición, cuya construcción se inició en 1913, tenían una forma derivada del historicismo tardío. Hoy solo quedan tres: los Palacios de Gobierno y de Bellas Artes –posteriormente ocupados por varias escuelas, por el Ministerio de Relaciones Exteriores y hoy por la Gobernación y la Procuraduría de la Administración–, que fueron proyectados por arquitectos estadounidenses y terminados en 1914, y el Palacio de España, obra del ingeniero panameño Florencio Harmodio Arosemena, que se terminó bastante después. 

El Palacio de España fue calificado por los técnicos como una construcción modelo, no solo por su extraordinaria solidez y la suntuosidad de sus fachadas, sino también porque se emplearon los mejores materiales posibles y se obtuvo una especial perfección en las labores, según consta en documentos de archivo. 

La exposición se inauguró el 6 de febrero de 1916, el Palacio de España abrió sus puertas al público extraoficialmente el 1ro. de septiembre con la exposición de 180 obras de artistas españoles y el Gobierno Panameño le adjudicó varios premios. 

Actualmente, en el edificio se continúan realizando muestras de arte. En 2012 tuvo lugar la exposición Objetivo testigo. España-Panamá: una historia en imágenes, que recopiló los últimos 30 años de la relación entre ambos países. Incluyó fotografías originales de principios del siglo XX sobre el proceso de construcción del Palacio de España, que ha sido objeto de una importante rehabilitación, según comentó Jesús Silva Fernández, embajador de la nación ibérica en el istmo. Los panameños pudieron visitarla gratuitamente hasta el 1 de julio, como parte de la agenda cultural de la sede diplomática que, de conjunto con la AECID, permite continuar estrechando los lazos culturales entre ambas naciones.