CARNAVALES CON CULECOS
ENTRE REINAS, PARRAMPANES Y DIABLICOS
UNA DE LAS FIESTAS MÁS ESPERADAS CADA AÑO POR LOS PANAMEÑOS SON LOS CARNAVALES. SIN DUDA UNO DE LOS FESTEJOS DE MAYOR TRADICIÓN EN EL PAÍS. SE EXTIENDEN DURANTE CUATRO DÍAS CON SUS NOCHES JUSTO ANTES DEL MIÉRCOLES DE CENIZA.
En la fiesta del Rey Momo, los panameños se vuelcan día y noche en celebraciones interminables. Abundan los desfiles con todo el esplendor, la arraigada tradición, el lujo y los bailes con artistas nacionales e internacionales. Los festejos tienen una sutil diferencia en las distintas provincias del país debido a las costumbres de cada región. Estas celebraciones son comunes en muchas naciones del mundo, pero en Panamá resultan un espectáculo único por los personajes que la engalanan y por los famosos “culecos”. Este término nombra una práctica en la que el pueblo se reúne para recibir descargas de agua desde los carros cisternas o camiones. La gente baila y disfruta la inigualable experiencia bajo un aluvión que dura varias horas.
La figura más importante de estos jolgorios es la reina, pero en varios pueblos de Panamá en lugar de una son dos y representan barrios contrarios (Calle Arriba y Calle
Abajo). Cada una de ellas tiene que demostrar, durante estos cuatro días, ser la más alegre y simpática, además de tener el vestuario y los carros alegóricos más hermosos. Se convierte la fiesta en una sana competencia entre las tunas (los dos bandos) que toma vida en las coplas y puyas (críticas verbales al bando contrario). Multitudes de personas siguen a cada reina, bailando y retando con canciones a sus contrincantes.
La diversión no tiene límites y da pie al surgimiento de personajes graciosos que pueden ser efímeros o quedarse como parte de la celebración; otros, aunque prohibitivos, se siguen viendo de vez en vez.
Para el panameño es la fiesta del año de mayor sinergia cultural. La sátira, la alegría y la emoción hacen que trascienda a través de los años y a la vez se adapte a los tiempos modernos, pero hay cuestiones que nunca se pierden como las tradiciones que se desenvuelven en modo de mitos o leyendas.
Las fiestas tienen un dios protector
Momo, el Dios protector de los fiesteros, era el hijo de Nix, Rey de la Noche y del Sueño o el llamado Rey de los Locos. En la Mitología Griega, Momo se burlaba y satirizaba a las
otras divinidades, por lo que fue desterrado del Olimpo por irrespetuoso. Al parecer, luego de su exilio, Momo buscó hogar en Latinoamérica y en el Caribe, ya no disfrazado de bufón de la corte como solía hacer en el Olimpo, sino como chaparro y cabezón.
La fiesta comienza con su aparición. Momo da el visto bueno para que comience la locura del jolgorio y los fiesteros obedecen.
En la ciudad capital, el carnaval lo abría y lo cerraba Domitila, una muñeca gigante vestida de empollerada que bailaba y alegraba el recorrido. Luego le buscaron un acompañante y junto a ella estuvo Tiburcio, engalanado también con los atuendos del traje típico del hombre panameño.
Para los años ochenta, los más populares de los carnavales eran los resbalosos. Su misión consistía en producir pánico a los culecos y a la gente en las calles. Todo panameño que fue niño en esta década, de seguro corría hacia sus padres perseguido por resbalosos. Este personaje estuvo presente desde 1900, cuando iniciaron los carnavales en el país. Como se puede apreciar en sus bailes y movimientos, es fácil descifrar que su origen viene de la santería.
Esta tradición se podía admirar en los carnavales de Colón y de la capital, donde la cultura negra está más arraigada. En esos lugares se observaban hombres que simulaban secuestros para luego pedir un rescate. Llevaban el cuerpo completamente empavesado de pintura de aceite o acrílica; muchas veces engrasados y con los ojos desorbitados. Lastimosamente en el 2013 se emitió un decreto que, si bien no prohíbe totalmente la aparición de estos personajes, limita las costumbres y tradiciones que estos traen aparejadas: como pintarse todo el cuerpo, los secuestros simulados, tirar confeti, serpentinas y harina, de modo que ahora es muy difícil verlos en carnavales.
Diablitos, congos y toros dan vida al Carnaval
En la región de Colón, en el Caribe panameño, es tradición la batalla entre los diablitos y congos. Los congos representan el bien y los diablos el mal. En una peculiar danza comienza la batalla y siempre gana el bien. Aunque es una costumbre caribeña, los diablos están presentes en casi todo el país, solo cambian de aspecto y de movimientos. El congo es particularmente de la costa atlántica. En Las Tablas, centro económico de la provincia de Los Santos, en el extremo sureste de la península de Azuero se celebran los carnavales más conocidos del país. Allí pululan los parrampanes, hombres que se disfrazan de mujeres y hacen burlas, sobre todo para ridiculizar a la reina del bando contrario. Estos personajes picarescos provocan la risa y la chanza de los presentes.
El Torito Guapo es otra figura emblemática. El toro tiene un soporte o esqueleto de madera forrado en cuero o tela y adornado en su parte frontal con una cabeza de res. Usa espejos, un rabo de soga o cintas tejidas y lo baila un hombre dando saltos como si embistiera a las mujeres o a las personas que están a su alrededor. Esta figura –al igual que el baile del congo, los diablicos sucios y los diablicos limpios– es propia de otras tradiciones del pueblo como el Corpus Christi. Los carnavales son la expresión de Panamá, de la alegría de su gente y la invitación latente a regresar una y otra vez. En ellos se goza al compás de la música y se refresca el calor con el chorro de agua que lanzan los carros cisternas en los famosos culecos.
Cada región del país celebra los carnavales a su manera. Está el carnaval de Las Tablas, uno de los más reconocidos; el de la ciudad de Panamá o llamado El de la city. En otras regiones también se celebran carnavales muy exitosos como los de Ocú, en Herrera; y Pedasí, en Los Santos, uno de los más tradicionales en su organización; en Penonomé, Dolega, Chitré, La Villa de Los Santos, las fiestas de Chepo y en muchos más pueblos del país. Los tradicionales jolgorios convierten la oferta carnavalera de Panamá en un abanico de extraordinarias y divertidísimas opciones para los visitantes.