Al caminar por el Paseo del Prado o al sentarnos en sus sombreados bancos podemos observar, entre Trocadero y Colón,  un edificio con una arquitectura que reta la imaginación, versión en el trópico del palazzo Loredan- Vendramin Calergi, en Venecia.

Después de un siglo de existencia y por los caprichosos vericuetos de la vida, justo en ese lugar donde la  enseñanza de la danza era una de sus razones, hoy se encuentra la Escuela Cubana de Ballet.

Sin embargo, poco se sabe de su historia y significación social, de la huella cultural que representa este  edifico monumental. Mucho menos se conoce lo allí acontecido en una soleada mañana del 4 de agosto de 1907. En esa fecha fue inaugurado, en su planta baja, el Nuevo Centro de Dependientes, sede social de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana. Pero la presencia tangible de esta Asociación española en Cuba databa de mucho antes, desde el convulso período entre guerras (1878 a 1895), cuando el avance de las relaciones capitalistas en condiciones de colonia tuvo múltiples expresiones en la esfera social y la vida cultural de los habaneros.

En fecha tan lejana como el 3 de agosto de 1884 se inauguró “con gran lucimiento” y con el nombre de “La Purísima Concepción”, la Casa de Salud de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana en el distinguido barrio extramuro de El Cerro.

Hoy en día en ese espacioso lugar, antigua Casa Quinta del conde O´Reilly, se encuentra el Hospital  Clínico Quirúrgico 10 de Octubre y todo indica que es el hospital más antiguo de Cuba que aún presta servicios.

Importantes acontecimientos de la historia sociocultural cubana ocurrieron en este hospital, conocido por la población como “La Quinta de Dependientes” o “La Dependiente”. Este fue el escenario donde prestigiosas figuras de las ciencias médicas cubanas desarrollaron su vocación de servicio, entre ellas los doctores Carlos J. Finlay, Gustavo Aldereguía y José Ramón Fernández.

Pero ¿Quiénes integraban La Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana? ¿Cuáles fueron  las huellas de esta Asociación en la cultura habanera? Mucho se pudiera narrar de esta interesante, desaparecida y olvidada Asociación, cuya estela sociocultural en La Habana se extendió desde sus momentos fundacionales en los finales del siglo decimonónico y hasta avanzada la década del los ´60 en el XX.

Según consta en sus Memorias, la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana fue fundada el 11 de abril de 1880, en el entonces Teatro Payret, en el mismo lugar del actual, y su primer presidente fue Emeterio Zorrilla.

En los Estatutos Generales de la fundación de la A.D.C.H. en 1880, en su Artículo II, se expresa: “Constituye su principal objeto la beneficencia, la instrucción y el recreo, sin que por esto se limite su esfera de acción, pudiendo,…hacerla intervenir en cuanto se relacione con la mayor  cultura….cooperando moral y materialmente, a informar de los progresos que son propios del comercio, de la industria y la agricultura” .

Al principio solo podían pertenecer a ella los españoles y sus descendientes. Tuvo una alta participación de asturianos y montañeses que en su mayoría eran dependientes del comercio y en menor número pequeños comerciantes. El vínculo que los fortalecía era de índole sectorial y no regional y esto contribuyó a que fuera desde los inicios una asociación inclusiva. Entre 1880 y 1893, ocurren cambios decisivos en la Asociación. La Directiva pasó a ser liderada por un grupo de comerciantes y empresarios españoles ricos, representantes de los intereses de un sector económico fortalecido por el comercio, aliado al poder colonial en la Isla. La nueva Directiva desplazó del poder de la Asociación a los iniciadores del proyecto de principios benéficos, para enrumbar así a la asociación hacia objetivos más abarcadores en consonancia con los nuevos tiempos. La modernidad, como nuevo espíritu de una época, enmarcó el futuro destino.

La Casa de Salud y el Centro Dependientes fueron los símbolos emblemáticos de la Asociación, ambos aparecían en el diseño de los recibos de pago de los asociados. El Centro de Dependientes contribuyó a lo largo del período republicano al fortalecimiento de las raíces hispánicas en Cuba.

Las artes, la cultura popular, la enseñanza y la salud fueron el eje existencial de la Asociación En  consonancia, fue creado en la década de 1940 un Colegio para la enseñanza desde el nivel preescolar hasta el nivel secundario para los hijos de los miembros de la Asociación. Actualmente es la escuela ubicada en la avenida Buenos Aires y Consejero Arango en el Cerro. Si se tiene en cuenta que, según Fe Iglesias , entre 1902-1930 la emigración española alcanzó “dimensiones desconocidas”, se puede entender el orgullo de estos emigrados por la obra cimentada.

Como sencillos ejemplos: de sus aulas se graduó en música Gonzalo Roig, en 1907, y entre los que ostentaban título de “Abogado Honorario de la Asociación” se encontraba Don Fernando Ortiz.

La obra de la Asociación de Dependientes repercutió favorablemente en un amplio sector de la población, olvidada por los sucesivos gobiernos desde finales del siglo XIX y durante varias décadas de la República. Como expresa María del Carmen Barcia fue una institución de avanzada, representativa de una corriente modernizadora.

La Asociación agrupó los intereses del sector comercial español en Cuba desde las capas más humildes hasta altas esferas del poder económico. Sus concepciones ideológicas y estéticas no trascienden en muchos aspectos a su época, pero el estudio de esa época requiere tomar en consideración su existencia, pues ella dejó una huella imborrable en la sociedad cubana, en la habanera en particular, y su legado espiritual y material forma parte del largo proceso de construcción de la identidad cultural cubana.