«El Mejunje es la idea que tengo de la Cuba del futuro. Diversa, pero unida», afirma Silverio.
Ramón Silverio.
Muchos artistas de reconocido aval nacional e internacional resultaron seducidos por la mística del lugar.

Aunque nunca se propuso ser abanderado de causa alguna, lo cierto es que Ramón Silverio, aquel pichón de guajiro nacido en medio de los arrabales cercanos a lo que es hoy la Presa Minerva, ubicada en las afueras de Santa Clara, desde muy temprano fue un líder natural, que desde su posición de maestro o artista logró transformar todo lo que se propuso.

Su única filosofía ha sido siempre la de unir y no separar; incluir y no discriminar; sumar y nunca restar, para lo cual, como Don Quijote y Sancho Panza, ha sabido enfrentar molinos de viento y muchas tempestades, posición que le ha ganado amigos y también algunos detractores.

Su gran obra es El Mejunje, proyecto surgido en 1984 como un movimiento de artistas e intelectuales que se reunían, fundamentalmente los sábados, para «descargar». «Era un contexto marcado por la intolerancia a toda manifestación distinta a lo establecido», nos dice Silverio, quien recuerda que aquella idea no era del agrado de algunos burócratas que muchas veces quisieron desaparecerlo. 

Sin embargo, la idea supo prevalecer hasta que años más tarde, el 26 de enero de 1991, se trasladaron hasta la sede actual, un espacio donde habitaban las ruinas del antiguo Hotel Oriente, donde el proyecto alcanzó su máximo esplendor.

Así crecieron proyectos como La Trovuntivitis, en la que un grupo de jóvenes juglares de la talla de Alain Garrido, Diego Gutiérrez, Leonardo García y Roly Berrío, entre otros, comenzaron a cautivar a un amplio público, en especial a los más jóvenes.

También aparecieron espacios para niños, el Festival de Teatro de Pequeño Formato, debates cinematográficos y literarios, y un sinnúmero de actividades culturales y recreativas que, poco a poco, fueron conquistando a los santaclareños y a visitantes de otras latitudes, quienes llegaban allí impresionados por el ambiente desenfadado y espiritual de ese lugar mágico.

De igual manera, muchos artistas de reconocido aval nacional e internacional resultaron seducidos por la mística de El Mejunje, un centro dispuesto a trabajar por la inclusión de las personas, donde no importa si tú eres negro o blanco, hombre o mujer, si te gusta el rock, el rap o la trova, porque es un lugar en el que hay espacio para todos en condición de igualdad.

«El Mejunje es la idea que tengo de la Cuba del futuro: Diversa, pero unida. Sin discriminación alguna y donde todos muestren sus mejores valores como seres humanos», asegura Ramón Silverio, considerado con justicia por Miguel Barnet, como un hombre adelantado a su tiempo. 

Respecto a sus detractores, Silverio asegura que muchas de esas personas cuando decidieron visitar la institución cambiaron su percepción y comprobaron cuán equivocados estaban. «De todos modos respeto a quienes piensan diferente; mas, el reto será continuar trabajando para que Cuba entera sea un gran Mejunje».