Las fiestas del fuego en los dos Santiagos
El fuego es una fuerza incontrolable de la naturaleza. A lo largo de la historia, las civilizaciones lo han temido y adorado a partes iguales, ya que tanto protege en la noche y cocina los alimentos como hiere y destruye.
En Santiago de Compostela, y en toda Galicia, se tiene una relación bastante especial con el fuego. Quizás se deba a que es un territorio con fuertes raíces celtas: según las creencias paganas de este pueblo, el fuego estaba asociado con la pureza y belleza de la diosa guerrera Brigit... O quizás se deba a que llueve mucho, y por lo tanto resulta pragmático adorar a esa fuente de calor. En cualquier caso, la realidad es que los santiagueses y gallegos tienen un sinfín de tradiciones relacionadas con, o construidas alrededor de, este mítico elemento.
La bebida gallega por excelencia, la queimada, no es sino el resultado de quemar una mezcla de aguardiente blanco, azúcar, granos de café y cáscaras de limón. Hay a su alrededor un «conjuro», un poema medieval que se debe recitar mientras se incendia la superficie del líquido y se prepara para consumir, que supuestamente previene a los fantasmas y malos espíritus de que se está protegido contra ellos.
También para ahuyentar los malos espíritus organizan los gallegos enormes hogueras en la noche de San Juan, 24 de junio, la más corta del año en el hemisferio norte. Sean pilas de maderos o figuras rellenas de paja que figuran seres humanos, el buen gallego sabe que debe saltar por encima de estas cacharelas para que el humo ahuyente en el futuro a las malas energías y el fuego queme sus problemas pasados. Si se deben saltar tres veces, cinco, o siete; en tandas pares o impares ya depende, como en toda tradición, de cada familia.
Ambas tradiciones, ancestrales, se mantienen vivas a día de hoy. La queimada es uno de los mayores reclamos turísticos de la gastronomía gallega, y la noche de San Juan congrega multitudes en aquellos lugares cuyas hogueras tienen más fama (como, por ejemplo, la ciudad de A Coruña). Pero la diosa Brigit no era solo la encargada celta de guardar el fuego, sino también de cuidar el arte, la poesía y la tierra. En la otra punta del mundo existe una tradición hermana a la gallega, pero más bien centrada en estos últimos dones. Santiago de Cuba, corazón geográfico y sentimental del Caribe, acoge este julio la Fiesta del Fuego.
En sus orígenes, el Festival del Caribe tenía como objetivo permitir a todos los que conviven en la ciudad de Santiago de Cuba expresar sus diferencias y celebrar su hermanamiento. A día de hoy, este sentimiento sigue por supuesto presente: todos los descendientes de esta o aquella etnia o nación pasean orgullosos sus banderas y ropas tradicionales, y tienen oportunidad de sacar a la calle sus ritmos ancestrales y compartirlos con sus compatriotas. Esta edición de 2019 está dedicada a Uruguay, quien como país invitado pondrá un toque especial en todos los actos musicales, artísticos y sociales que se celebran en las calles de esa urbe cubana.
La Fiesta del Fuego es una celebración para los sentidos. Los bailarines profesionales se visten de colores intensos, y los bailarines de corazón les acompañan y hacen la competencia en todos sus movimientos. Todos los presentes, estén participando del canto, del baile y de la procesión o simplemente disfrutando del espectáculo, sienten en su piel el sudor del sol de oriente. La música suena por todos los rincones, las congas se mezclan con cumbias; las rumbas se superponen a las batucadas… Pero esta competencia es, al fin y al cabo, amistosa. Todos los olores, ritmos y participantes están en una suerte de comunión; juntándose y resultando en un poquito más que la suma de todas sus partes.
Se inauguran los festejos con el Desfile de la Serpiente, una procesión multitudinaria que traslada a los participantes de la Plaza Marte al Parque Céspedes a ritmo de conga y en actitud de trance colectivo. A lo largo de la semana, se puede acudir a honrar la rebeldía esclava al Monumento al Cimarrón, situado al lado del Santuario de la patrona de Cuba: la Caridad del Cobre.
Pero la parte que comparten ambos Santiagos, el elemento que une a Galicia y a Cuba, es la clausura. Durante el último día de festividades, los participantes de la Fiesta del Fuego de Santiago de Cuba llenan la Alameda del malecón santiaguero y presencian un huracán de tambores; al ritmo de los cuales proceden a la Quema del Diablo.
Durante esta parte del ritual, mucha gente llora, canta y ríe al sentir sus miedos y problemas purificados. Se regocijan de haber sacado de su interior aquellas cosas malas que hayan pasado durante el año, y se liberan. Este fin de fiesta, tan sentido y auténtico, se compenetra totalmente con el espíritu de la Fiesta del Fuego: todos aquellos que quieran pueden participar, moverse, cantar, y expresarse; sin maquillar la celebración para los turistas ni según las normas. Es eso tan bello, tan puro, que los santiagueses de Compostela deberían tomar nota de sus hermanos de Cuba.