Vestida de guayabera
Es que su raíz y hechura llevan las marcas de la Isla que se enorgullece de afincarla en el gusto y tradición de los cubanos. Incluso en 2010 se estableció como prenda de vestir del ceremonial diplomático del Estado y el Gobierno de Cuba, tal como lo refrenda la Gaceta Oficial de la República, al considerarla como «una de las más auténticas y legítimas expresiones de cubanía».
La villa espirituana se pavonea de patentar histórica y culturalmente la majestuosa pieza: «Es el patrimonio material e inmaterial más fuerte que tiene Sancti Spíritus, lo que mejor la ha exportado al mundo», sostiene Carlo Figueroa, director de la Casa de la Guayabera y gestor de la institución que soporta su promoción y preservación.
Se escribe que sus primeros pliegues se cosieron en esta villa, al margen de las dicotomías. Más de una bibliografía sostiene que a inicios del siglo XVIII el matrimonio de inmigrantes andaluces, José Pérez Rodríguez y Encarnación Núñez García, confeccionó la pieza fundacional, concebida como camisas sueltas, para usar por fuera del pantalón, de mangas largas y con bolsillos grandes para poner la fuma y efectos personales. Dicen también que al poco tiempo la pieza se replicó entre los habitantes de la comarca. Leyenda o no, su elegancia se posó en los más encumbrados salones, incluidos los frecuentados por el espirituano José Miguel Gómez, presidente de la República (1909-1913).
Sus «clones», replicados en variadas formas, tallas, colores, diseños, y hasta en variantes femeninas de vestido y blusa, mantienen la concepción original con bordes y aberturas que difieren de una camisa común, y lo que es aún más auténtico: una veintena de botones y filas de cinco pliegues, dispuestas dos al frente y tres en la espalda en forma de alforzas y un canesú en triángulo.
Aquí se gestó un espacio donde la pieza, elegante y cómoda, encontró un santuario. El germen: la camisa del médico yayabero Martínez Torres, donada al Museo de Historia Provincial por el matrimonio del periodista e investigador Ciro Bianchi y Silvia Mayra Gómez. Luego surge la Casa de la Guayabera –enmarcada en el espacio más patrimonial de la villa por la cercanía del puente sobre el río Yayabo, el Teatro Principal y la Iglesia Mayor–, nacida el 4 de junio de 2012 en el aniversario 498 de la ciudad, en la Quinta Santa Elena, joya arquitectónica de estilo neoclásico.
Se fusionaba así el Proyecto La Guayabera, creado por un grupo de artistas e intelectuales y merecedor del premio regional del Centro de Intercambio y Referencia a Iniciativas Comunitarias (CIERIC). El nuevo centro multiplicó su alcance con propuestas de interés académico, social y cultural desde una singular gestión a favor del impulso local, reconocida por la agencia suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE). Para ensanchar su impacto, el hoy Proyecto de desarrollo local optimiza cada rincón de su sede con una galería, taller para la confección de las guayaberas in situ, un salón para impartir conferencias, cafetería y dos espacios abiertos con fines recreativos.
Caminadas las calles empedradas que la circundan, la Casa oferta su mayor tesoro: la única colección mundial que existe con un catálogo de más de 250 ejemplares, cada uno con su historia y excepcionalidad, como la usada por el líder de la Revolución Fidel Castro en la Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, Colombia. La escoltan las de los exmandatarios Hugo Chávez y Rafael Correa, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, los Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Asturias, la perteneciente a la bailarina cubana Alicia Alonso, al actor y activista norteamericano Danny Glober y prominentes personalidades del orbe. Por esta singular propuesta y el resto de los atractivos se ha convertido en una de las instituciones más importantes de la provincia y sitio obligado del visitante, atraídos por la mística de la donación y también para deleitarse con su paisaje natural.
A la guayabera, Sancti Spíritus le rinde su culto, como el ritual de su paseo, cada 25 de julio, justamente el día del espirituano ausente, una tradición de las fiestas santiagueras cuando la peculiar camisa más grande del planeta (3 m de ancho por 5 m de largo) se exhibe para el deleite de todos.
El verdadero culto, sin embargo, está bien cosido en el imaginario colectivo de una villa, que la viste desde la identidad y el simbolismo.