Aquel glorioso día 15 de julio de 1689 se ofició la primera misa al pie de un tamarindo.
Doctora Marta Josefina Anido Gómez-Lubián, reconocida como una de las mayores conocedoras de la historia y las tradiciones de la ciudad.

Dicen que fueron 35 legiones de demonios quienes obligaron a un grupo de 18 familias a abandonar la villa de San Juan de los Remedios para fundar otra en el centro de la Isla. Otros, sin embargo, afirman que se debió al constante ataque de los corsarios y piratas que por entonces abundaban en el Caribe.
Son dos versiones idílicas para darle el toque de misterio a la fundación de la nueva villa, que con el tiempo se convertiría en capital de la región Villaclara y nudo vital de comunicaciones dada su ubicación geográfica. Mas la realidad es otra: la causa fue de índole económica, la búsqueda de tierras fértiles para la ganadería y la agricultura. Y así, aquel glorioso día 15 de julio de 1689 se ofició la primera misa al pie de un tamarindo, según se ha contado de generación en generación.
Comenzaba la larga historia citadina que llega ahora a su aniversario 330, con una villa convertida en ciudad el 12 de mayo de 1867, por orden de su majestad, la reina Isabel II, y que atesora hechos que la hacen única, irrepetible y siempre apasionante.
Los nacidos en esta urbe son pilongos por excelencia, aunque no hayan sido bautizados en la pila bautismal de la Parroquial Mayor. Se sienten orgullosos de su «Benefactora» Marta Abreu de Estévez y del guerrillero argentino que les dio la definitiva libertad en diciembre de 1958, y con esa enorme satisfacción de afirmar que son hijos de «la Ciudad de Marta y del Che», lo han dicho todo.
El Parque Vidal, antigua Plaza Mayor, es el corazón de la vida citadina de los santaclareños. Es uno de los más bellos de Cuba y el único que ha sido atacado tres veces durante nuestras guerras libertarias: en 1876, por tropas del general Manuel «Titá» Calvar; en 1896, por el generalísimo Máximo Gómez, asalto que costó la vida al valiente coronel Leoncio Vidal Caro; y en diciembre de 1958, por las tropas lideradas por el comandante Ernesto Che Guevara.
La villa rechazó el ataque inglés a La Habana en 1762 y envió milicianos criollos a enfrentar a los casacas rojas del rey Jorge III; en tanto, el cabildo santaclareño le declaró la guerra al invasor, en una clara manifestación de patriotismo local.
Hijos insignes como Miguel Gerónimo Gutiérrez y Eduardo Machado, entre otros, encabezaron la Junta Revolucionaria de Villa Clara, y el 6 de febrero de 1869 se alzaron contra la Metrópoli española, dispuestos a morir por alcanzar las libertades patrias. También santaclareños ilustres fueron a la manigua en 1895, y otros muchos enfrentaron los males de la República y dieron sus valiosas vidas por la libertad, como el joven Agustín «Chiqui» Gómez-Lubián Urioste, quien, junto a Julio Pino Machado, muriera en la flor de la vida al explotarles una bomba que pretendían poner en el Gobierno Provincial.
Pero Santa Clara es mucho más. Es música, poesía, literatura, deporte, cultura, alegría y entusiasmo creador. De villa a ciudad en el siglo XIX, con cinco periódicos circulando entre 1831 a 1860, la instalación del alumbrado de gas, la presencia desde 1860 del ferrocarril, y la creación, en 1856, del primer Cuerpo de Bomberos.
Estuvo propuesta para ser capital de la Isla, aunque casi nadie lo recuerde, pero también contó con su Torre Eiffel, una réplica de la famosa edificación parisina, situada en el centro de la Plaza de Armas, con 28 m de alto y 7 m de ancho, toda de madera y adornada con 25 000 flores de papel.
Aquí el Che dejó inauguradas varias de las más importantes industrias del país: Planta Mecánica, la INPUD (Industria Nacional Productora de Utensilios Domésticos) 1ro. de Mayo; y SAKENAF (hoy denominada SAREX, dedicada a la producción de sacos de polipropileno), para así dotar a la ciudad de un desarrollo industrial hasta entonces inédito.
Y también acá se atesoran los restos del Guerrillero de América y los de sus compañeros del Destacamento de Refuerzo, quienes vigilantes desde la hermosa Plaza de la Revolución que lleva su nombre, reclaman a los habitantes de esta maravillosa urbe resultados productivos y económicos concretos. Por esas y otras muchas razones, si ser cubano es un orgullo, haber nacido en Santa Clara es un privilegio.