Decenas de niños se forman en el proyecto Relevo ganadero, que estimula la afición y el amor por el rodeo.
Durante las ferias ganaderas se realizan exhibiciones de animales de gran calidad.
En la feria espirituana nada se disfruta tanto como el rodeo, un convite que atrae a monteros de todo el país.

El acorde de rancheras y corridos mexicanos, el bramido inconfundible de toros y congéneres, así como la indumentaria típica de sombrero, polaina y espuelas anuncian desde lejos que se ha llegado al Parque de Ferias Delio Luna Echemendía, una suerte de cofradía que atesora todo el devenir de una de las más regias tradiciones en la tierra del Yayabo: la ganadería.

No importa cuán citadino sea el linaje del visitante o cuán apegado lleve el sello rural. Este recinto atrapa con su imponente arquitectura campestre en una esquina de la ciudad, y le invita a caminar por sus anchas avenidas, sus establos, su zaga. Y mientras las frondosas arboledas convidan a penetrar, desde todos sus contornos muge la mística del sitio que revive una historia preñada en el año 1650, cuando ya Sancti Spíritus era una de las principales cuencas lecheras y de carne de esta Isla. 

Cual guía natural y silvestre, el lugar cuenta cómo desde antaño el ganado se amarró en la piel y el alma del espirituano que hizo las ferias a su imagen y semejanza desde 1861, primero como motivo de exposición, después como trueque y compra-venta para el sostén de los bolsillos de los propietarios y la credencial de la opulencia económica. Y revela que aquel auge gestó la Federación Ganadera de Sancti Spíritus en 1932 y, seis años después, la primera feria expositiva, en un enclave diferente al que existe hoy. Los festejos se extendieron en el tiempo y al ganado vacuno se unió el equino, el porcino y el avícola. El lugar adquirió un toque popular por las altas concurrencias, que crecieron con el atractivo de la elección de la Reina y sus damas.

Las ferias ganaderas ensancharon su horizonte. Hacia 1950, ya era un jolgorio total con competencias hípicas y rodeos, desfile de caballerías, espectáculos de equitación, conferencias, premios, bailes públicos, banquetes, bazares de juegos lícitos, parques de diversiones y venta de ganado en subastas públicas hasta convertirse, junto a la celebración del Santiago, en el festín por antonomasia de la región con dos convocatorias anuales, una frecuencia que se mantiene hasta hoy. 

La fuerza de los ganaderos irradió hasta el parque nacional de Ferias de Rancho Boyeros, en La Habana, un escenario donde desde entonces y hasta nuestros días, decenas de ejemplares se han coronado como lo mejor, para acuñar el arraigo que aún mantiene esta rama, con lazos fuertes con la economía. 

A mitad de camino, la Feria Delio Luna Echemendía, nombre que donó un destacado locutor que le puso su sello a las narraciones de rodeo, te devuelve al presente con un toque de modernidad, ya sin los remilgos del lucro que otrora le distinguieron. Pabellones de exhibición, cuadras de exposición del ganado, pistas de juzgamiento y de baile; espacio para la equinoterapia, stand de ventas, quioscos para el expendio de diversos productos, restaurantes, cafeterías, parrilladas, sitios para disfrutar de música cubana y espirituana, ofrecen al visitante una opción irrecusable para el comercio, el recreo y el ocio. 

Aún en el maquillado, las tradiciones perviven y se atizan con las habituales Ferias del Cebú Cubano, en julio y diciembre. Entonces se reúnen los mejores ejemplares de raza: bermejo, blanco y sardo, o el equino patibalcino. Con sus criadores animan competencias de monta, juzgamientos, subastas, juegos campesinos. Mas nada hay como el rodeo, un convite que reúne a monteros de todo el país. Hasta acá llegan también, en confluencia cultural, ganaderos del resto del mundo, en especial de México.

Para que no muera esta tradición, Sancti Spíritus se ha cuidado de esculpir sus símbolos y tiene vaqueros de talla mayor, como Pedro Obregón o Ana Julia Álvarez Rey, una mujer de Cabaiguán que con su cría de cebú bermejo ha reinado en ferias de La Habana, Colombia y México. 

 Y como en las corraletas, donde se cuida el reemplazo para que esta siga siendo tierra de vaqueros, decenas de niños se forman en el proyecto Relevo ganadero, que estimula la afición y el amor por ese oficio, acuñado con las marcas de Sancti Spíritus por los siglos de los siglos.