Es notoria la preferencia por la carne de res, sobre todo, el emblemático asado.
Se le llama chivito a este tipo de entrepanes.
La yerba mate es reconocida por sus propiedades medicinales y estimulantes.
Los alfajores constituyen un rubro exportable por su reconocida calidad.
La uva tannat distingue la cultura vinícola del país.

No siempre la geografía es la única responsable de similitudes y diferencias entre naciones. Más determinantes resultan las dimensiones humanas y culturales de sus pobladores, componentes de por sí suficientes para manifestarse, comprenderse y respetarse. Qué puede entonces decirse, si de comparar identidades se trata, entre lugares y gentes que pertenecen a distantes latitudes, con climas, historias y existencias delimitadoras de singularidades.

No son escasas las razones que propicien mutuas e interesantes analogías entre Cuba y Uruguay: la ancestral presencia de aborígenes como primeros pobladores, representados por taínos, siboneyes y guanahatabeyes, y por minuanes, charrúas y guaraníes –estos últimos, portadores de las más notorias herencias amerindias– respectivamente; la colonización española, como principal ocupante europeo durante los siglos XVI al XIX, destacando en la historia de la hermana nación sudamericana una prolongada ocupación portuguesa, unida a conflictos luso-brasileños, además de un significativo arribo de inmigrantes italianos, cuyos apellidos abundan en la actualidad; la forzosa introducción de esclavos africanos, que en la Isla Grande predominaron las etnias de congos, lucumíes, mandingas y carabalíes, en tanto que a Uruguay arribaron las de origen bantú, procedentes de los reinos de Benguela y N´gola. 

Las invasiones por parte de los ingleses también constituyeron factores comunes para ambas naciones del Nuevo Mundo, pues primero ocurrió la Toma de La Habana, en 1762, y luego, en 1798, y de 1806 a 1807, cuando tropas de los asentamientos originales de Montevideo y Buenos Aires presentaron combate a los atacantes británicos.

Lugar de honor ocupa en la historia patria del continente americano la figura de José Gervasio Artigas (Montevideo, Uruguay, 1764-Asunción, Paraguay, 1850). Fue un militar y estadista que actuó durante la Guerra por la Independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata y que se destacó por ser el heraldo del federalismo en las actuales Argentina y Uruguay. 

Gustos de aquí y de alla

Si bien coinciden diversos géneros alimentarios que entrelazan la tradicionalidad gastronómica a partir de las influencias hispanas, resulta universalmente notoria la preferencia por la carne de res –y sobre todo, el emblemático asado– en Argentina, Uruguay y Paraguay, al igual que el omnipresente consumo de la yerba mate, de reconocidas propiedades medicinales y estimulantes; mientras que en el gusto de los cubanos la atracción mayor es hacia la carne de cerdo asada, por lo general sometida a previo adobo con zumo de naranjas agrias, ajo y sal, teniendo como bebida estimulante el café oscuro. 

Distinguen los fogones y mesas de los uruguayos bocados y bebidas que marcan su nacionalidad: la parrillada, con carne de vacuno u ovino, que puede asarse con o sin piel; los derivados de la leche, entre los que figuran diferentes tipos de quesos y dulces; el choripán –muy popularizado también en Cuba durante la década de los 50 del pasado siglo– consistente en un emparedado con chorizo, a veces acompañado de tomate, lechuga y aderezos varios, bocado característico de comidas «al paso» expendido en las calles; el chivito, tipo de entrepanes compuesto de carne de res (lomo a la plancha), jamón cocido, tocino, queso, lechuga, tomate, huevo duro, pimiento morrón y mayonesa, que suele guarnecerse con papas fritas y ensaladilla rusa; el pancho, denominación vernácula del internacional perro caliente o hot-dog, con salchicha tipo frankfurter, pan de miga, de corteza suave y alargado, con toque de kétchup, mayonesa o mostaza. 

La llegada de los italianos se enmarca a mediados del siglo XIX y principios del XX, procedentes principalmente de Nápoles, Piamonte, Bolonia y Calabria, a quienes se atribuye haber introducido la milanesa, tipo de bisté delgado, empanado y servido con queso (cuando se cubre con salsa de tomate, orégano, jamón y queso mozzarella se le nombra a la Napolitana). A todas luces, los uruguayos comenzaron a consumir las pizzas mucho antes que los cubanos, aunque, curiosamente, la popularidad de esta cosmopolita comida llegó a ambos países en los 60. 

Entre los postres, ocupan una posición relevante los alfajores, de probable origen árabe, introducido por los andaluces a mediados del siglo XIX y a los que se añadió en su «nueva casa» el dulce de leche (constituyen un rubro exportable por su reconocida calidad). Muy parecido en el concepto a la timbita cubana (porción de conserva de guayaba con queso) lo es una sencilla combinación de dulce de membrillo acompañado de una lasca de queso, que ha merecido una denominación literaria: Martín Fierro, personaje de una antológica obra de la poesía gauchesca, escrita por el insigne argentino José Hernández. Las empanadas, por su parte, traídas por la inmigración gallega, rellenas de carne, quesos o dulces, son consideradas como una de las elaboraciones más representativas del patrimonio culinario común para la mayor parte del contexto geográfico y cultural latinoamericano. 

Entre las bebidas más representativas sobresalen la acusadoramente italiana grappa, obtenida de los orujos resultantes de la fermentación de la uva; los vinos, que apuntan a una producción creciente y hasta con una uva que caracteriza la cultura vinícola del país: la tannat; la caña, al igual que en otros países, un aguardiente derivado del guarapo; y el espinillar, variante de ron añejado en barricas. 

Bienvenido sea, Uruguay, a esta gran casa, pródiga de calidez y culto por la simpatía.