El Copan recuerda la tilde que se utiliza sobre la letra «a» de Sao Paulo.
El Edificio Montreal se ubica en la esquina de la Avenida Ipiranga y Casper Libero. / En la calle José Bonifacio se halla el Edificio Triángulo, una construcción revestida de vidrio.
Las curvas son la esencia de mi trabajo, ya que son la esencia de Brasil, afirmó el arquitecto.

SÃO PAULO, LA CIUDAD MÁS GRANDE DE SUDAMÉRICA, CONVOCA NO SOLO POR SU SÓLIDA ECONOMÍA, LO CUAL LA TORNA MUY ATRACTIVA PARA LOS NEGOCIOS, SINO QUE ADEMÁS SU ENORME FUERZA CULTURAL Y SUS ÍCONOS TURÍSTICOS LA REAFIRMAN COMO UN DESTINO DE VIAJE OBLIGATORIO

Esta es la arquitectura que hago, buscando nuevas formas, diferentes. La sorpresa es clave en todo arte… La capacidad artística del hormigón armado es tan fantástica… es el camino a seguir… Las curvas son la esencia de mi trabajo, ya que son la esencia de Brasil, puro y simple. Soy brasileño antes que arquitecto. No puedo separar ambos aspectos». Las palabras del gran Oscar Niemeyer (1907-2012) no solo definen el estilo que rigió una obra que lo convirtió en un artista de talla universal, en un genio, sino que también ponen de manifiesto el enorme orgullo que sentía por su tierra quien se hallaba entre los creadores más emblemáticos del siglo XX.
Sirven para ejemplificar su papel como pionero de la arquitectura moderna, el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói con su cúpula de 50 m de diámetro y tres pisos, que realizara a los cien años de edad; la Catedral de Brasilia, esa asombrosa estructura hiperboloide de secciones asimétricas que comenzara a despertar admiración desde 1970; el Congreso Nacional brasileño, que una década antes se estableció como sede del poder legislativo federal en Brasil, o el edificio que acoge las Naciones Unidas en Nueva York (1952), un proyecto en el cual participó acompañado por colegas de primerísimo nivel como el renombrado Le Corbusier.
Sin embargo, y a pesar de que la huella de Niemeyer se puede reconocer en medio mundo, existe una urbe dentro del gigante del sur que lo vio nacer, la cual vive orgullosa por darle cabida a obras monumentales que constituyen una marca de su ingenio: São Paulo, dueña de sitios que hay que visitar obligatoriamente si se quiere presumir de haber visitado la ciudad más grande de Sudamérica y una de las más bellas y sorprendentes del planeta, en buena medida por la enorme fuerza de su espléndida cultura.
Por todo lo anterior, São Paulo además de ser responsable de más de 10 % del PBI de Brasil, lo cual la torna en un territorio ideal para los negocios, se transforma en un destino de viaje que eligen aquellos capaces de apreciar verdaderos iconos de ese arte (y también técnica) de diseñar, proyectar, construir y modificar edificios y espacios públicos.
LA SORPRESA COMO CLAVE
Varias son las edificaciones concebidas por Niemeyer que señorean en São Paulo y cuyo disfrute nos conducen a recorrer la identidad, la naturaleza más íntima, de un país fabuloso. El Auditorio Ibirapuera constituye una de ellas.
Situado muy próximo al centro de la ciudad, el Auditorio Ibirapuera está enclavado en el parque que le da nombre, el cual resulta un conjunto que el arquitecto empezó a proyectar a principios de la década del 50. Se trata de un complejo que en la actualidad abre de jueves a domingo, y cuenta con una sala de conciertos de 800 asientos. Sin embargo, este inmueble ejecutado en hormigón, es capaz de ampliar su capacidad hasta para 15 000 personas cuando un portón trasero de 20 m de ancho se abre y deja el escenario al descubierto para la realización de eventos al aire libre.
Diseñado como un trapezoide blanco inmenso, con su entrada de techo rojo (marquesina metálica con apariencia de lengua o llamarada), vino a terminarse coincidiendo con el cuarto centenario de la fundación de São Paulo, cuando el autor andaba cercano al siglo de existencia, después de que entre 1951 y 2002 ideara doce versiones distintas. Un bar, oficinas, camerinos, una escuela de música y la sede del Instituto Música para Todos, ubicados en la planta baja, completan al Auditorio de blanco impecable.
Pero no es ese el único regalo para los sentidos que entregó el arquitecto carioca en el terreno del parque urbano que se extiende por más de 1 500 km2, porque en ese verde, que parece que nunca termina, también destaca el famoso Cicillo Matarazzo, que antes fuera Palacio de la Industria y desde hace tiempo se presenta como el Pabellón Bienal, por celebrarse en él la acreditada Bienal de Artes y Arquitectura.
Levantado entre 1951 y 1954, en lo formal resalta por las curvas y sinuosidades que no dejan indiferentes en el interior de un edificio que contrasta por su sobriedad y diseño rectangular, por la rigidez de su estructura. Y es ese sello que distingue su quehacer, el que se identifica en el Museo Afro-Brasil y en el Pabellón Lucas Nogueira Garcez, llamado popularmente como OCA.
Entre pinturas, esculturas, grabados, fotografías, documentos y piezas etnológicas, más de 6 000 piezas reúne el museo (entre ellas del artista de la plástica Emanoel Araújo), empeñado en contar la historia y el papel que jugaron los afrodescendientes en la formación de la identidad brasileña. Una gigantesca esfera blanca que nos hace pensar que nace del mismo suelo, nos permite identificar al OCA, también destinado a mostrar algunas de las exposiciones temporales más importantes que transitan por la ciudad.
EL ARTE DEL HORMIGÓN ARMADO
Se dice que si hay que señalar un hito en São Paulo entre las entregas de Oscar Niemeyer, ese es el Copan: la mayor estructura de hormigón armado de Brasil y el mayor edificio residencial de América Latina. Tal vez por esa razón se dé el lujo de tener hasta un código postal propio, el 01066-900, que responde al número 200 de la Avenida Ipiranga.
Semejante a la tilde que se utiliza sobre la letra «a» de São Paulo, esta edificación alcanza los 140 m de altura, suficientes para que se distribuyan 37 plantas. En resumen, son seis bloques en los cuales están divididos los 1 160 apartamentos que dan cobija a cerca de 5 000 inquilinos, un perfecto reflejo de la sociedad brasileña. Por eso se le conoce como la ciudad vertical de Niemeyer a ese símbolo de la modernidad paulistana.
No muy lejos del lugar donde se halla esta majestuosa y modernista forma, se localiza el Edificio Montreal, en la esquina de la Avenida Ipiranga y Cásper Libero, barrio de la Luz. A este inmueble residencial le corresponde el privilegio de haber sido el primer encargo del arquitecto en la urbe en 1950, aunque su apertura tuvo lugar cuatro años más tarde. Fue en la fachada del Edificio Montreal, en cuyo hall se aprecian tres grandes paneles con mosaicos del artista modernista Di Cavalcanti, donde Niemeyer se aprovechó del mismo concreto para elaborar los parasoles, una idea que luego pondría nuevamente en práctica en Copan.
Igualmente en el centro, en el número 24 de la calle José Bonifacio, encontramos el Edificio Triángulo, una construcción revestida de vidrio, cuya forma geométrica nos conduce de inmediato a su denominación. Inaugurado en 1955, resguarda con celo otra de las creaciones de Di Cavalcanti.
El Memorial de América Latina, por su parte, surgió a finales en la década de los 80. Se trata de un centro cultural que atesora parte importante del arte popular latinoamericano (en sus salas se exponen alrededor de 4 000 piezas), así como más de 30 000 libros. Este complejo resalta por la variada y amplia programación que ofrece al público: exposiciones, espectáculos, charlas, exhibición de películas, debates... También por lucir la enorme escultura de Niemeyer titulada A Grande Mao.
Asimismo en São Paulo no se puede pasar por alto el Sambódromo, quizá la obra más concurrida de todas, debido a que es sitio de obligada presencia en tiempos de carnaval. La popular pasarela con gradas en forma de arco a su alrededor, donde además de los desfiles de las escuelas de Samba, se celebran los del Día de la Independencia, el 7 de septiembre; cuenta además con un piso de concreto estructural que impide inundaciones y posee capacidad para cerca de 30 000 personas.
Así, seguir en São Paulo las huellas del inolvidable Niemeyer se convierte en una maravillosa oportunidad para, a través de un paseo signado por la belleza, descubrir de una manera diferente al principal destino turístico de Brasil, con sus más de 13 millones de viajeros anuales.