PARA ATRAER NUEVAS INVERSIONES, PANAMÁ HA IMPULSADO UNA ESTRATEGIA QUE FACILITA LA CREACIÓN DE ZONAS ECONÓMICAS ESPECIALES CON BENEFICIOS FISCALES, MIGRATORIOS Y LABORALES

Términos como «zona franca» y «zona económica especial» han saltado del lenguaje especializado al coloquial y cada vez con mayor frecuencia son utilizados no únicamente por hombres de negocio familiarizados con su significado, sino también por quienes sueñan con tener su propia empresa, o por otros que solo pretenden estar en sintonía con los tiempos que corren.
Algunos estudiosos aseguran que la historia de las zonas francas es de más de 2000 años y se remonta a la época del Imperio Romano. Por supuesto, aun cuando el concepto siempre ha estado relacionado de alguna forma con la supresión de obstáculos y la concesión de garantías y beneficios para el desarrollo del comercio, ha ido evolucionando con el tiempo.
Un hito en esta evolución lo constituye el establecimiento en 1960, en Shannon, Irlanda, de la primera zona franca industrial moderna, concebida con el propósito de generar crecimiento económico, la cual constituyó un modelo para la creación de muchas otras en diversas partes del mundo que fueron adaptándose, como el propio arquetipo, a las necesidades de desarrollo de los diferentes países en un contexto en permanente transformación.
Así, hoy, y desde hace ya algunos años, se habla de que las zonas francas no solo deben promover el crecimiento económico y la generación de empleos y divisas, sino también la inversión y el desarrollo científico, tecnológico, cultural, educativo y social de los países.
A esta lógica no resulta ajena Panamá, que para atraer nuevas inversiones ha impulsado una estrategia que facilita la creación de zonas económicas especiales con beneficios fiscales, migratorios y laborales, de las que forman parte las zonas francas, reguladas por la Ley 32 del 5 de abril de 2011.
En ocasiones se cree, erróneamente, que en estas zonas solo pueden establecerse grandes empresas, aunque en realidad se trata de áreas en las cuales se desarrollan todas las infraestructuras, así como la organización operativa y la gestión administrativa necesarias para entidades de todas partes del mundo, sin importar su dimensión.
Las actividades permitidas incluyen la producción de bienes, en cuyo caso las empresas dedicadas a la manufactura, el ensamblaje, y el procesamiento de productos terminados o no, estarán exoneradas de impuestos y derechos de importación sobre materias primas, productos semielaborados, compra e importación de equipos y materiales de construcción, maquinarias, repuestos, herramientas, accesorios, insumos, y todo bien o servicio requerido para sus operaciones
También podrán establecerse en las zonas francas panameñas empresas de servicios logísticos, ambientales o generales; empresas de alta tecnología, centros de investigación científica, de educación superior, o especializados en la prestación de servicios de salud, los cuales estarán totalmente exentos del impuesto sobre la renta por sus operaciones exteriores y entre sí.
Los incentivos fiscales que ofrece Panamá en sus zonas francas no pueden encontrarse fácilmente en muchos otros países, a lo que se suman relaciones laborales más flexibles que las vigentes en el resto del territorio nacional e incentivos migratorios, entre ellos el permiso de residente permanente en calidad de inversionista, y el permiso de residente temporal en calidad de personal de confianza, ejecutivos, expertos y/o técnicos, válido por el término del contrato.
En la actualidad existen 19 zonas francas registradas en Panamá, de las cuales 12 se encuentran activas, con una concentración en las ciudades de Panamá y Colón. En ellas existen registradas 161 empresas, la mayoría dedicadas a actividades de servicios de comercio exterior.
Dentro de este grupo no se incluye la muy conocida Zona Libre de Colón, creada en 1948, considerada la segunda zona franca más grande del mundo y la primera en el hemisferio occidental, aun cuando técnicamente sea una zona de libre comercio cuyo objetivo es servir como plataforma para la redistribución de bienes al por mayor y libres de impuestos de Asia, Europa y América del Norte hacia América Latina y el Caribe.
Sin dudas, los beneficios fiscales, laborales y migratorios, unidos a la posición geográfica del país, el uso del dólar como moneda circulante, y una infraestructura desarrollada hacen de Panamá un centro de atracción para inversionistas y hombres de negocios de todo el mundo.