- Perú. Lima y el turista de nuevo tipo
CIERTOS VACACIONISTAS QUIEREN PRESENCIAR LA REALIDAD MÁS CRUDA EN LA CAPITAL DE PERÚ. POR TAL RAZÓN, SE UNEN AL SHANTY TOWN WALKING TOUR QUE LES PRESENTA UN PANORAMA QUE NO LOS DEJA INDIFERENTES
Dicen que el martes 5 de febrero de 1985, a la vista de Villa El Salvador, Juan Pablo II preguntó: «¿Cómo hace toda esta gente para vivir?». Esa mañana, impresionado ante más de dos millones de peruanos, el Papa guardó su discurso e improvisó otras palabras mirando a los ojos de una multitud que rompió en llanto al escucharle: «¡Hambre de Dios, sí; hambre de pan, no!».
Que el Papa viajero hiciera esa pregunta precisamente allí tenía una explicación. El Salvador era y es el distrito más pobre de Lima. Tal condición, que lo aparta de las tradicionales guías turísticas, ha despertado sin embargo, el interés de viajeros que quieren conocer el Perú profundo.
Con el tiempo, esta villa de medio millón de personas, puzle armado en los años 40 del siglo pasado por migraciones internas, ha visto crecer el número de visitantes extranjeros que aparecen de repente en cualquiera de sus desoladas calles.
Familias pobres han levantado, al borde de los cerros, endebles chabolas, bajas casas de ladrillo descubierto o de plástico y cartón, planchas metálicas y maderas de baja calidad. Y aunque en las noches la corriente eléctrica ya no es una quimera y modernas antenas se levantan en claro anacronismo, la precariedad de las letrinas, las cocinas con leña, la violencia repentina… componen el real eslogan que el turista puede hallar entre líneas en Villa El Salvador.
Los nombres de la práctica son tan peculiares como ella misma: experiencia antropológica, turismo vivencial o de pobreza, a menudo aprovechado por peruanos que, con una preparación cultural superior a la media de los pobladores de esta villa del sur de Lima, explotan en el «guía a día» de largas caminatas, un modesto Potosí que tiende al alza.
Hay quienes quieren presenciar la realidad más cruda. Con Haku Tours, única agencia de Lima que ofrece visitar las zonas pobres, pueden hacerlo: los guías a cargo del shanty town walking tour, principal oferta al respecto, no pierden ocasión de conducirlos por unos 40 o 50 dólares a través de un paisaje de brumas perpetuas, ya sea por la niebla o por el polvo, entre angostas callejuelas, abruptas escalinatas y pequeños mercados que, a la puerta misma de las casas, venden platos con hierbas y especias, carnes, frutas, vegetales, pescados y cereales.
La iniciativa está dirigida a conocer a las personas en un entorno no edulcorado. Villa El Salvador, que concentra un número importante del millón 300 000 de pobres limeños, tiene mucho que mostrar. Profesionales abiertos a la asistencia social son a menudo los clientes de Haku Tours, agencia que ha respaldado la construcción de comedores sociales y guarderías infantiles.
Tal práctica singular aunque no es una exclusividad peruana, adquiere mayor notoriedad porque se contrapone no solo a la promoción tradicional de los servicios de ocio, sino también a la mole de concreto de 10 km –conocida como el muro de la vergüenza– que en la misma Lima separa el maltratado asentamiento de Vista Hermosa, en San Juan de Miraflores, del portentoso barrio Las Casuarinas.
No es que Perú haya cambiado para los visitantes. Es que estos han ahondado su mirada, que desde hace un tiempo busca más allá del centro histórico Patrimonio Mundial de la UNESCO, de la ciudadela inca de Machu Picchu y del desértico enigma de Nasca, de las mansiones y el malecón de Miraflores y del muy reputado restaurante Central, un habitual entre los mejores de América Latina.
Lima tiene otro paisaje humano que enseñar más allá de la bohemia nocturna de Barranco y su Puente de los suspiros, de los vetustos árboles de San Isidro, de las haciendas vitivinícolas y los parques de Santiago Surco, y de la majestuosidad de la Plaza de Armas y la Catedral. Mucho más.
Los turistas de este crucero azul llamado Tierra quieren ver hasta las líneas más delgadas en el rostro múltiple de los pueblos que visitan. Sobrepasando los límites de la ciudad promovida por los grandes turoperadores, visitantes de todos los continentes han dado en Lima con gente humilde, hambrienta de fe, que mientras les abren las puertas de sus chabolas, intentan responder a San Juan Pablo II cómo es que hacen para vivir.