Donde el «lomo» de las Antillas es más blanco.
Cuba: El Circuito Norte también tiene Sur. La Ruta B
CONTINÚA LA AVENTURA A TRAVÉS DEL LITORAL SEPTENTRIONAL DE CUBA. UNOS 1 000 KM POR LAS COSTAS DE LAS PROVINCIAS OCCIDENTALES EN SUS LÍMITES GEOGRÁFICOS CON EL GOLFO DE MÉXICO Y EL OCÉANO ATLÁNTICO, Y ALGUNAS PARADAS MÁS
El norte de la isla de Cuba es la zona más «luminosa» del Archipiélago», decíamos en la edición 154 de la revista Excelencias Turísticas del Caribe y las Américas. Excepcional para conocer la geografía, la economía y la cultura cubanas, puede desandarse por un único camino, aunque con distintos nombres, que permite explorarlo desde su extremo occidental hasta su filo oriental, donde en días claros se delinean en el horizonte algunas costas de Haití.
El Circuito Norte, como hemos decidido nombrarla de forma genérica, no siempre resulta una vía amplia y expedita ni en todos los tramos está en las mejores condiciones técnicas, pero –insistimos– merece la pena recorrerla. Eso sí, hay que prestar atención a la carretera y transitar moderadamente.
Así, nuestra publicación decidió iniciar una sugerente gira por la Isla que usted puede realizar por propia cuenta si decide «vagar» varios días por el país, sea en una o en varias temporadas. Estamos visitando los famosos polos turísticos, pero también la Cuba profunda, esa que ilumina y define el paisaje físico y humano de la Mayor de las Antillas.
La saga –que a veces se le convertirá en odisea– constituye un «tutorial» mínimo para conocer el país en sus grandezas y en sus detalles. Solo brindamos esbozos generales, lo particular se lo dejamos a usted. Esta ha de ser su propia aventura.
La «primera temporada» de la serie abarca las cinco provincias occidentales. Comenzó por el rumbo La Habana-Artemisa-Pinar del Río-Artemisa-La Habana. La Ruta-A –así bautizada– empezó en la autopista que lleva de la capital a la principal ciudad de Vueltabajo, para de ahí ir al encuentro del Circuito Norte en su nacimiento de poniente a levante, Guanahacabibes.
El derrotero de hoy (la Ruta-B) surca por La Habana-Mayabeque-Matanzas-Mayabeque-La Habana. Como el itinerario anterior, dura tres días. La expedición completa por el occidente, incluyendo llegada e ida del país, le exige entonces de al menos una semana, pero si está –como decimos en Cuba– «un poquito apretado de tiempo», puede saltarse algún sitio. O hacerlo por etapas, cuando regrese de nuevo a la Isla.
PRELIMINARES DE LA RUTA-B
De la capital a Varadero el Circuito Norte incluye total o parcialmente tres carreteras entrelazadas, la Vía Monumental, que nace en el lado oriental del túnel de la Bahía de La Habana, la Vía Blanca y la Autopista Sur, que confluye con la Vía Blanca en el tramo que va de la estación de Peaje de Varadero a Punta de Hicacos, en la península homónima.
El corredor de unos 150 km posee grandes valores escenográficos por sus amplios tramos de litoral costero, el entorno de las playas, el puente de Bacunayagua, el Valle del Yumurí, la Bahía de Matanzas, la ciudad asentada en la misma y, por supuesto, el balneario de Varadero.
El primer día de la expedición transitaremos de La Habana hasta la ciudad de Matanzas. La mayor parte del viaje será por la Vía Blanca; en el entronque que hallaremos después de dejar atrás el puente de Bacunayagua doblaremos a la derecha, para atravesar el Valle del Yumurí; y de allí agarraremos por la carretera de Corral Nuevo hasta la Atenas de Cuba.
El segundo día nos dirigiremos de la Ciudad de los Puentes a Varadero, con escalas en las cuevas de Bellamar y el río Canímar, entre otros accidentes naturales y panorámicas humanas.
El tercer día, para evitar retornar a La Habana por el mismo trayecto, «bajaremos» desde la Playa Azul por pueblos y asentamientos rurales hasta llegar a la Ciénaga de Zapata; y de allí «subiremos» para la capital por la Autopista Nacional, con escala en la ciudadela condal de Santa María del Rosario.
COMIENZA LA AVENTURA
Si escogió realizar en los días anteriores la Ruta-A de la expedición, la que describimos en el anterior número de Excelencias, le sugerimos disfrutar la noche habanera.
Si recién llegó de otro país para la Ruta-B, al arribar recoja el auto de renta y diríjase al hospedaje ya reservado, para recuperarse del viaje y ultimar detalles de la gira. Tal vez pueda, además, dar un paseo por el Centro Histórico, y si todavía sobran energías, pasar parte de la noche en alguna discoteca o cabaret. Vale caminar por el Malecón.
1er. día
Del amanecer a inicio de la mañana
Con las primeras luces del día atravesaremos el Túnel de la Bahía, donde nace la Vía Monumental, una de las mejor pensadas de la nación, por la armonía que logra entre lo funcional y lo escénico. De tres carriles en ambos sentidos, separador central con áreas verdes e iluminación vehicular, conduce a la Vía Blanca, una carretera de dos sendas en cada dirección y separador central de murete bajo o marca en el pavimento.
Del Túnel de la Bahía al Rincón de Guanabo, en la frontera con la provincia de Mayabeque, hay unos 31 km. Antes de llegar allí subiremos al Mirador de Bellomonte. Hasta finales de los años 80 del pasado siglo, fue sitio obligado para los enamorados si querían «un romance con todas las de la ley».
Ya no tiene la mística de antaño. Ahora es un parador cualquiera, pero desde esa altura podemos observar una de las imágenes más características del norte cubano, las grandes franjas de playas calcáreas, con sus finas y blancas arenas.
Desde la desembocadura del río Bacuranao –a la salida del reparto Alamar– al Rincón de Guanabo, varias son las playas a las que acuden nacionales y visitantes. Bacuranao, Tarará, Mégano, Santa María del Mar, Boca Ciega, Guanabo, La Veneciana (con sus canales para yates), Brisas del Mar. Bellomonte solo ofrece una vista parcial de ellas, constituye, sin embargo, una oportunidad única: no es común a lo largo del archipiélago obtener una perspectiva tan específica de estos espacios.
Las playas son el primer «entretenimiento nacional», después está el béisbol, y a continuación las fraternales discusiones sobre cualquier tema, sin importar cuán baladíes sean y donde lo meritorio está en hablar (o gritar) más alto que el resto.
De la salida del Túnel de la Bahía al Rincón de Guanabo, seremos testigos, además, de parte de lo mejor y parte de lo peor de las manifestaciones arquitectónicas cubanas de finales de la década de los años 50 del pasado siglo hasta hoy.
Hay ejemplos de apropiación exitosa de la corriente internacional, como el reparto Camilo Cienfuegos –a la salida del viaducto submarino–; o mediocres, como Alamar, «ciudad dormitorio» que da cobijo a más de cien mil personas y que lamentablemente se ha reproducido por el país a menor escala.
De inicio a media mañana
Dejado atrás Bellomonte (nombre que también tendrá un complejo inmobiliario chino-cubano con campo de golf que comenzará a construirse por allí pronto), el próximo tramo se extiende por 27 km, del Rincón de Guanabo hasta el puente de Jibacoa, con destino intermedio en Santa Cruz del Norte.
La trayectoria, como ha sido desde el inicio, está caracterizada por la suave topografía y una escenografía mayormente relajante, que «desestresa», pero ahora, además de las excelentes vistas hacia el mar, posee componentes industriales, como campos de petróleo y plantas generadoras de electricidad.
En el itinerario hay dos asentamientos relevantes, los pueblos de pescadores de Boca de Jaruco y Santa Cruz del Norte, aunque este último, fundado en 1714, ha dispuesto históricamente de un potente desarrollo, como la fábrica de Ron Havana Club y el extinto ingenio azucarero Camilo Cienfuegos, conocido popularmente como el Central de Hershey.
Famosas hoy mundialmente por la calidad de sus bebidas espirituosas, las naves de la Ronera fueron célebres en los años 30 de la pasada centuria, cuando embarcaciones enviadas por la mafia estadounidense carenaban en las cercanías del alambique para cargar toneles que irían a saciar la «sed» de los parroquianos norteños dispuestos a burlar la Ley Seca.
El central azucarero de Hershey, cerrado y desmontado a inicios de este siglo, es fundamental en la historia y la cultura de Santa Cruz del Norte. Fue construido por el magnate estadounidense Milton S. Hershey (1857-1945), quien compró miles de hectáreas de tierra para usar el azúcar cubana en su fábrica de Pensilvania dedicada a la producción de chocolate.
Inaugurado en 1916, el complejo industrial tiene cuatro hitos, el ingenio en sí (una parte fue desmontada y otra reconvertida –entre los mitos que lo rodean, se dice que Hershey usaba para refinar el dulce, carbón activado a partir de huesos de tigres), el batey, el jardín, y el tren.
Sobre una meseta a cien metros de altura con respecto al nivel del mar, el pueblo de Hershey, de casas con techos verdes, chimeneas y peculiares ventanas, y con una trama urbanística donde predominaba la vegetación, era muy similar al Hershey Chocolate Town, en el estado norteamericano de Pensilvania.
El propietario estadounidense quiso favorecer así a sus empleados, sobre todo a sus coterráneos, con el concepto de empresa-comunidad, que incluía escuela, centro médico, farmacia, áreas deportivas y demás servicios urbanos, además de planta eléctrica propia, agua potable y alcantarillado.
Los jardines de Hershey, ubicados antes de subir al pueblo, tienen como centro al río. Bordeado por una tupida vegetación tropical, tanto nativa como exótica, se concibió como espacio de solaz para los trabajadores de la fábrica y sus familiares.
El tren de Hershey fue inaugurado en 1921. Circula desde el pueblo de Casa Blanca, en la Bahía de La Habana, hasta Matanzas, unos 98 km. Es el único tren eléctrico de Cuba.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el grupo Hershey ofertó su patrimonio en la Isla a la Cuban Atlantic Sugar Company, la que lo vendió en 1957 al magnate azucarero Julio Lobo, el hombre más acaudalado de Cuba, notorio por su colección de arte e historia de la época napoleónica, parte de la cual se conserva en el Museo Napoleónico de La Habana.
Al triunfar la Revolución, las propiedades fueron nacionalizadas y al complejo agroindustrial se le rebautizó con el nombre del comandante del Ejército Rebelde Camilo Cienfuegos, fallecido en 1959 en un accidente de aviación.
Los campesinos de la zona estarían entre los primeros del país que fundaron cooperativas de producción agropecuaria (CPA), una forma de organización socialista que confrontó entonces a las viejas y a las nuevas generaciones.
Los padres estaban empeñados en seguir como agricultores aislados, pero los jóvenes deseaban vivir en pequeños asentamientos, disfrutar las comodidades urbanas y participar de una manera más colectiva en la construcción de la nueva sociedad.
La comunidad Peña del León, al borde del valle de Picadura, al este de Hershey, fue uno de los lugares donde afloraron estas «contradicciones», y sirvió de inspiración para una novela televisiva que décadas atrás alcanzó gran popularidad entre todas las cubanas y los cubanos, sin excepción.
De media mañana a media tarde
Del puente de Jibacoa al de Bacunayagua hay casi 19 km. En las cercanías del primero existen playas, instalaciones hoteleras, extrahoteleras y bases de campismo, pero en el camino entre uno y otro se pierde de vista el mar. Ahora se incursiona entre montañas bajas, desde las que se observa la vastedad de la campiña y una paleta de colores única.
A unos cien metros sobre la cresta del río homónimo, el puente de Bacunayagua, considerado como una de las siete maravillas de la ingeniería civil y la arquitectura cubana, es el más largo y el más alto del país. Marca la frontera entre Mayabeque y Matanzas por el Circuito Norte.
Buen lugar para almorzar, desde su mirador se divisan los más variopintos paisajes. Al norte, el gran abra del río y el Atlántico; al sur, el Valle del Yumurí, y el Pan de Matanzas y la Loma del Palenque, puntos más altos de las provincias de Matanzas y Mayabeque, respectivamente, son parte de las Alturas de La Habana-Matanzas, conjunto orográfico que de Oeste a Este nace en la Bahía de La Habana y culmina en las estribaciones de la Bahía de Matanzas; es decir, por donde hasta ahora hemos deambulado desde que despuntó el día.
Rebasado el puente, la Vía Blanca nos lleva más adelante al entronque de la carretera vecinal que atraviesa el Valle del Yumurí, donde ahora nos adentraremos. El Valle de Viñales, en Pinar del Río, y el del Yumurí son para muchos los paisajes naturales más atractivos del occidente de Cuba.
Al que visitamos ahora lo rodean el río homónimo y el Bacunayagua. Zona cultivada desde siglos, ofrece, además, la más legendaria imagen de la campiña cubana: los palmares.
De media tarde en adelante
La angosta vía que atraviesa el valle nos conduce finalmente a la ciudad de Matanzas, en cuyas puertas nos espera una imagen de postal, el abra del río Yumurí, zona donde empieza a metamorfosearse de «arroyo» de la sierra, en anchura de mar.
Encima de una de las laderas del abra, se avista la Ermita de Monserrat. De estilo neoclásico, fue concluida en 1874, al influjo de la prolija inmigración catalana a la localidad, que como homenaje a sus ascendencias incluyó cuatro esculturas en representación de las provincias del terruño.
Visitar la ermita nos permitirá repasar, desde los miradores, el camino recorrido y por desandar. Son insuperables los perfiles que ofrece del río Yumurí, del valle, del ferrocarril de Hershey atravesando a este último, de la capital provincial, de la bahía, de los puentes...
Las Alturas de Simpson, al norte de la ciudad, que es así como se denomina el relieve sobre el que reposa la ermita, también nos remite a la gran tradición cultural de la urbe, la que le valió –157 años atrás– el título de la Atenas de Cuba.
En el enorme acervo intelectual que acumula Matanzas, mucho peso tuvo el Liceo artístico y literario –hoy Sala de conciertos José White–, donde entre otros hitos se estrenó, en 1879, el danzón Las alturas de Simpson.
El danzón, mezcla de ritmos europeos –con centro en la contradanza francesa– y criollos, constituye el baile nacional de Cuba, y Las alturas..., autoría de Miguel Faílde, fue la obra inaugural del género, característico por la repetición del estribillo y el alegre montuno final, y porque en los intermedios los bailadores reposan, dialogan o caminan al abanicar sensual de las damas, momentos ideales para enamorar.
Matanzas también es conocida como la Ciudad de los Puentes. Está atravesada, además de por el Yumurí, por el río San Juan, lo que ha configurado una trama de pasos elevados de los más diversos estilos. Vistos desde arriba, parecen como si fueran pilares que sostienen a toda la villa.
En el centro de la urbe nos encontraremos con dos emblemáticos espacios, las plazas de armas La Libertad y La Vigía. Alrededor de la última está el núcleo fundacional de la metrópolis (1693). Los edificios más relevantes que aún se conservan datan de inicios del siglo XIX, centuria que marcó el despegue de la zona con el impetuoso desarrollo azucarero de entonces.
Unas más cercas de la ciudad, otras, tierra adentro, las plantaciones azucareras de la región estuvieron entre las más tecnificadas y prósperas del siglo XIX, pero su base fue la explotación inmisericorde de mano de obra esclava.
La provincia de Matanzas tiene hoy una de las poblaciones de descendencia africana directa más grandes de Cuba, y es –en criterio de muchos devotos– la fuente primera de las religiones afrocubanas, donde su práctica es más cercana a la «semilla» traída del lejano continente, la que luego se transculturalizaría con la tradición católica española.
2do. Día
De la mañana al mediodía
Tampoco deberíamos dejar de visitar en la ciudad la catedral de San Carlos (1730) y el teatro Sauto, que atesora frescos de Daniel D’Allaglio. Hoy, sin embargo, el «plato fuerte» del día y la noche será la playa de Varadero y sus centros nocturnos.
Temprano en la mañana retomaremos el Circuito Norte. Entre la capital provincial y la Península hay unos 30 km.
La expedición matutina, sin embargo, tiene a la Paleocaverna de Bellamar como nuestro primer destino. La geología en el norte de Matanzas es primordialmente cárstica, por lo que pueden encontrarse innumerables grutas, algunas de las cuales todavía no han sido descubiertas por el hombre.
Con una extensión de alrededor de 2 km, las Cuevas de Bellamar dispone de tres cavernas, la Bellamar en sí, El Jarrito y Soto Jíbaro. La profusión de estalagmitas y estalactitas en ellas son adornadas por laguillos y fuentes, como el muy famoso Baño de la Americana. La región dispone de otras «obras» de este tipo. No debemos despreciar la oportunidad de bajar a alguna de ellas y mirar a Cuba «desde dentro».
Camino a Varadero, ahora nos aguarda el puente de Canímar sobre la Vía Blanca (río arriba tiene dos más, uno ferroviario y otro en la Carretera Central). Fue en su tiempo una innovadora estructura de hormigón armado, que además de su utilidad práctica enriqueció el patrimonio arquitectónico local.
El río Canímar, que se ha mantenido navegable a lo largo del tiempo, dispone de playa, abra y una infraestructura turística cauce adentro, oculta desde la vía, pero accesible, donde puede practicarse la pesca a mosca y navegar en botes a remos.
Siguiendo camino hacia la Playa Azul, también podremos echar una ojeada –o detenernos– a otros sitios de interés, como la Laguna de Maya, célebre por el buceo a pulmón o a snorkel. En sus cercanías, además, se levanta el complejo con campo de golf Carbonera, de capital británico y cubano.
El resto del día (y la noche)
Y llegamos al puente donde nace la Península de Hicacos. Por delante nos esperan alrededor de 20 km de playas. El istmo es transitable de una punta a la otra por la Autopista Sur. Como decimos en la Isla sobre algo cuando todo respecto a él está dicho: «Varadero es Varadero». Y nada más: a mimarnos.
3er. Día
De la mañana al mediodía
Temprano en la mañana retornamos al comienzo de la Península de Hicacos y empezamos a rodar nuevamente por la Vía Blanca, esta vez hacia la ciudad de Cárdenas, donde abandonaremos finalmente el Circuito Norte para ir hacia la Ciénaga de Zapata, en el Circuito Sur, desde donde retornaremos a La Habana.
En la Ciudad Bandera, como se conoce a Cárdenas (aquí se levantó por primera vez el estandarte patrio por el insigne Narciso López), tomaremos por el entronque que lleva a Coliseo, en la Carretera Central, desde donde nos dirigiremos hacia la vía terciaria que lleva a San Miguel de los Baños, próximo destino.
En esta barriada contemplaremos in situ uno de los lugares que en la primera parte del siglo XX se convirtió en visita común para las familias más acaudaladas del país: el balneario de aguas medicinales, tenido entonces como el Paraíso de Cuba.
Algunos van ahora a ver su estado calamitoso; otros aspiran a que se le devuelva su majestad. Todos, empero, cargan con poco o mucho de su agua. Brota por grietas volcánicas y se recomienda para padecimientos de la piel y gástricos. Contiene hierro, calcio, magnesio y azufre, entre otras sustancias con efecto terapéutico y con determinado grado de radioactividad.
Tras visitar San Miguel de los Baños, seguiremos hacia el enlace que conduce a Pedro Betancourt –siempre rumbo sur–, hasta alcanzar la Autopista Nacional, la que cruzaremos por la intersección de Jagüey Grande camino a la Ciénaga de Zapata.
De Cárdenas a Jagüey Grande transitamos por el extremo oriental de la Llanura Habana-Matanzas, zona de fértiles suelos y una acendrada cultura campesina. El punto cubano, género musical categorizado recientemente por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, consigue aquí un lirismo muy peculiar, bastante diferente al que oíamos en Pinar del Río y Artemisa. También son ancilares las expresiones afrocubanas, con su magia, sus ritos y sus bailes. Hay que experimentarlas.
De mediodía a media tarde
Mayor humedal del Caribe insular, Reserva de la Biosfera y Sitio Ramsar, la Ciénaga de Zapata es el municipio más extenso de la Isla. Su flora y fauna, con un gran número de especies endémicas, endémicas locales e incluso fósiles, la convierte en un lugar único en la región antillana y mesoamericana.
Recorrer sus espléndidos sitios exige varios días. Los detalles que nos reserva los describiremos más adelante, en el viaje por el Circuito Sur de Cuba. Esta vez solo le daremos «una probadita», pero había que ir. Conocer el occidente del Archipiélago sin estar en la Ciénaga sería misión incompleta.
De la Autopista Nacional hacia el sur, surcamos por la carretera a Playa Larga, vía que atraviesa los principales poblados del municipio. Luego bordeamos el extremo oeste de la Bahía de Cochinos hasta llegar a las Salinas de Brito.
Las Salinas de Brito, en la entrada occidental de Bahía de Cochinos, frente al mar Caribe, es santuario de las aves cubanas endémicas y migratorias. La carretera de Playa Larga a las Salinas está bordeada en sus primeros kilómetros por bosques semicaducifolios, de ciénaga y manglares; después aparecen las marismas y ese toque rosado que le imprimen los flamencos.
Además de practicar la observación de aves, en la zona usted puede hacer senderismo, pescar y hasta navegar un kayak.
De media tarde en adelante
De regreso a la Autopista Nacional, la última estadía de la expedición la haremos a la entrada de La Habana, en Santa María del Rosario, una de las pocas ciudades condales de Cuba. Por Real Cédula, la fundó en 1732 José Bayona Chacón Fernández de Córdoba y Castellón, Primer Conde de Casa Bayona.
Además de sus valores arquitectónicos y de que su iglesia parroquial conserva importantes obras patrimoniales (al bautizarla el 12 de febrero de 1812, el Obispo Espada le otorgó la hidalguía de «Catedral de los Campos de Cuba»), el destaque de Santa María del Rosario fue –y es– su balneario.
Según la leyenda, sus aguas y fangos minero-medicinales curaron incluso al mismísimo José Bayona Chacón, que enfermo de gota se sometió al cuidado de uno de sus esclavos, quien lavaba los pies del conde con los efluentes traídos del lugar.
Estudios recientes indican que las de Santa María del Rosario son aguas cloruradas, bicarbonatadas, sulfhídricas y/o sulfuradas, eficaces para el tratamiento de padecimientos del sistema músculo-esquelético, enfermedades dermatológicas, cardiovasculares y del aparato genitourinario, entre otras.
Y se acabó la expedición. Es noche de rumba, hasta la madrugada. ¡Ya habrá tiempo de dormir en el avión!