Camino de Santiago. Aventura galopante.
AUNQUE ES UNA DE LAS ALTERNATIVAS MÁS COMPLEJAS, LLEGAR HASTA LA CATEDRAL A CABALLO SIGUE SIENDO UNA EXPERIENCIA ÚNICA
La mayoría de los peregrinos que se lanzan a completar la ruta jacobea, ya sea a pie o en bicicleta, pretenden atesorar vivencias inolvidables. Pero aquellos que, por hobby o por su espíritu aventurero, cubren cada etapa de la ruta a lomo de caballo, el recorrido hasta la catedral de Santiago de Compostela se convierte en una experiencia cautivante, además de una demostración de fe no solo de sus fuerzas, sino también de confianza en las de su «compañero» de viaje.
Se trata, eso sí, de una de las alternativas menos elegidas por los peregrinos, teniendo en cuenta lo complejo de su organización logística, y por tanto, los elevados costos para asumir esta aventura.
En la ruta pedestre, cada aspirante debe tener en cuenta su preparación física y espiritual, retos que en la variante sobre bielas debe ir acompañada de la destreza para afrontar cada inconveniente con el ciclo.
Sin embargo, para completar el trazado sobre un caballo, burro o mula, es imprescindible, además de las aptitudes como jinete, que el peregrino tenga en cuenta las condiciones del animal –que esté bien herrado y domado–, las características del trazado elegido, y las condiciones mínimas a lo largo del camino para garantizar el éxito de la travesía.
Al ser, tal vez en proporción, la modalidad menos utilizada por quienes transitan los caminos hacia Santiago, la información de la que disponen los peregrinos a caballo es mucho menor que la habilitada para otras variantes. No obstante, quienes han vivido la experiencia recomiendan que los corceles, al igual que las personas, tienen que prepararse antes de comenzar el recorrido, y por eso es conveniente empezar a entrenar con ellos unos tres meses antes, de manera que se musculen y mejoren su resistencia.
Así las cosas, elegir el alazán se torna en elemento crucial. ¿Qué requisitos debiera tener? Pues más allá de su buena salud y fuerza, el animal seleccionado debe estar acostumbrado a trotar junto a coches, bicicletas o personas caminando, a veces solas y otras en grupo, sin que esto pueda asustarlo.
¿Y el jinete? Además de destreza para la monta, es recomendable que tenga conocimientos básicos de primeros auxilios veterinarios y herraje, pues nunca se sabe qué tipo de contratiempos le esperan durante el viaje.
Con estos aspectos garantizados, lo único que resta es planificar cada etapa –en dependencia de la extensión y posibilidades de albergue para el descanso del animal– y disponerse a disfrutar de no pocas emociones.
Generalmente, quienes eligen esta forma de completar la espiritual ruta prefieren evitar el invierno por lo frías que pueden ser las temperaturas a la intemperie, así como el verano por lo agotador del calor, sobre todo para el caballo, teniendo en cuenta asimismo la escases de agua.
Por condiciones, es el Camino Francés el que mejores condiciones presenta para este tipo de trayecto, no solo por las facilidades de infraestructura disponibles, sino también por los incomparables paisajes que sirven como telón de fondo a este tipo de experiencia. Y vale la pena el esfuerzo, pues nada como la apreciable posibilidad de unir el ejercicio físico con la naturaleza, y disponerse a vivir una excelente opción de relax durante unos días, junto a la oportunidad de conectar con las raíces, tanto religiosas como históricas de toda Europa.
Según se cuenta, en la Edad Media los peregrinos más pudientes realizaban el Camino de Santiago a lomo de caballo o de un asno. Hoy, aunque esa antigua tradición se está recuperando, todavía parece una alternativa más cercana a quienes, sin importar costes, están listos para enfundar la montura y cabalgar hacia una aventura única.