La Habana recobra su patrimonio
1 PUERTA
DE LA PAZ
Tesoro del patrimonio nacional, el cementerio de mayor extensión en Latinoamérica y el más conocido en Cuba es, sin dudas, la Necrópolis de Cristóbal Colón. Con sus 57 hectáreas, muestra un perfecto trazado a la usanza de los campamentos de estilo románico-bizantino. Para La Habana, fue la construcción religiosa y fúnebre de más complejidad ejecutada en el siglo XIX. Su plazuela en la calle central y la monumental portada, llevan el nombre del conquistador español cuyos restos nunca alcanzaron a reposar en ese camposanto. El frontis de Colón o Puerta de la Paz, se inserta en la tradición de los arcos de triunfo. Con sus antorchas invertidas, relojes de arena recontando el tiempo y las simbólicas ramas de laurel, anuncia el camino ineluctable de la vida. Ostenta hermosas esculturas talladas de forma directa en mármol de Carrara, ideadas por el cubano José Vilalta Saavedra, evocadoras de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, que deben acompañar eternalmente a quienes ingresan en esa otra ciudad, la de los muertos.
2 EL CRISTO
DE LA HABANA
Desde su envidiable atalaya en la ribera portuaria sobre el promontorio de Casablanca, El Cristo de La Habana es resguardo y custodia de la urbe marina. Visitar la ciudad y no contemplarla a sus pies recorriendo la pintoresca panorámica del litoral, es renunciar a una perspectiva sublime de su escala urbanística y peculiar espiritualidad. Con la fuerza en la mirada y la mano superpuesta al corazón, la efigie emplazada a fines de 1958 ostenta veinte metros de altura y fue ideada en mármol italiano de Carrara por la cubana Jilma Madera, quien concibió audazmente la representación devocional no “como un angelito entre nubes, sino con los pies firmes en la tierra” bendiciendo a pobladores y forasteros.
3 EL CUBO
DE CRISTAL
En la Avenida del Puerto una sugestiva estructura conquista la atención de los transeúntes; notoria inserción de la modernidad arquitectónica en el entramado urbano de la ciudad antigua. La Habana enmascara y exhibe así la más desconocida de las siete maravillas arquitectónicas de la ingeniería cubana: el Sifón del Alcantarillado, una colosal obra cuya ejecución data de principios del siglo XX. En menos de cuatro años quedaron listos 294 kilómetros de cloacas y 150 de drenajes, mediante los cuales las aguas pluviales y albañales fueron canalizadas hacia el océano Atlántico salvando la pureza de la bahía habanera e higienizando la villa. Si usted asciende hoy a la novedosa armazón de vidrio y metal que enmascara la Cámara de Rejas del alcantarillado, tendrá el privilegio de realizar un curioso viaje en el tiempo. Entonces verificará el beneficio que supone hasta nuestros días la creatividad y talento del ingeniero criollo Samuel Gray.
4 LA CASA
DE LAS TEJAS VERDES
En 1926 una llamativa casona coronó la entrada de la conocida Quinta Avenida. Sus ventanas abuhardilladas, una torrecilla cónica y las tejas norteamericanas de color verde, sellaron la singularidad del inmueble proyectado por el arquitecto Jorge Luis Echarte para un adinerado propietario, quien se había desempeñado como mayordomo del Palacio Presidencial. En la década del cuarenta, con veinte años, Luisa Catalina Rodríguez lo adquirió tras recibir cierta herencia paterna y nunca lo abandonó hasta su deceso en 1999. La Casa de las Tejas Verdes y su inquilina, devinieron mitos entre los habaneros que tejieron innumerables leyendas para consolarse mientras contemplaban apenados su desvencijado aspecto. La Oficina del Historiador devolvió en 2009 su esplendor a la edificación, convirtiéndola en un centro cultural de referencia para la arquitectura y el diseño cubanos y universales.
5 CATEDRAL
DE LA ARTESANÍA
En 1885 se levantó a la altura del paseo costero de la calle Paula - descrito por el ilustre compositor cubano Gonzalo Roig como “la excelente, la maravillosa, la excelsa Alameda” -, una armazón semejante a la de la Torre Eiffel parisina. Sólo que la estructura de esa suerte de catedral de acero no se elevaba al cielo. Sobre un área de 9 500 m2, enmarcó los 18 mil metros de superficie útil que conforman el caparazón de los antiguos almacenes San José, destinados otrora a labores comerciales propias de las faenas portuarias. Los amantes de la artesanía artística encuentran en la sólida edificación cuidadosamente restaurada, un espacio expositivo y de ventas del arte cubano contemporáneo, de larga tradición en el Centro Histórico de la capital.