PABLITO
Con apenas 15 años, guitarra en mano, inició su peregrinaje por los cuatro confines del mundo. Multitudes de fieles llenan teatros, estadios y los más insólitos espacios públicos, hasta una plaza de toros, como la de Acho, en Lima, donde lo pude ver entregarse en cuerpo y alma, hasta quedar exhausto, al punto de llegar a pensar que podría colapsar.
Desde su nacimiento, Pablo Milanés recibió los atributos para su peculiar apostolado. Lo nombraron Pedro Pablo y vino al mundo un 24 de febrero, día marcado por los seguidores de José Martí para lanzarse a la conquista de la independencia.
Y por si fuera poco, nació en la indomable Bayamo, cuna de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, y de Perucho Figueredo, compositor del Himno Nacional, autores los dosde la primera canción trovadoresca cubana.
Ahora, a los 70 años de edad, promete un Renacimiento. Así se titula su más reciente disco. Otro manojo de versos dichos en su voz y con su inconfundible musicalidad. En su tierra lo adoran, los bayameses te hablan de Pablito, del querido hijo ilustre, mimado, prodigioso, que abandonó la ciudad natal siendo un niño, pero impregnado ya para siempre de los cuentos y los cantos de la abuela, de los pregones y las tonadas románticas de los trovadores que, como Sindo Garay, amaron a las bayamesas hasta la muerte.
En más de una ocasión ha dicho que guarda eternamente de Bayamo el acento, la musicalidad, la formación patria que se le inculca a su gente, los valores. En cada regreso a su “patria chica” revela alguno de esos secretos de identidad: Creo que respondo a todo lo que emana de este territorio del valle del Cauto que tiene una música muy especial, una forma de proyectarse muy especial, social,
cultural e históricamente, creo que es único en Cuba y de eso creo me tocó un pedazo también y como tengo fibra, sensibilidad siento yo ¿no? Pues lo llevé a cabo por supuesto, pero sin hacerme un programa previo.
Ahora sí sé lo que puedo hacer, sé adonde puedo llegar, pero no hay duda de que todo lo que soy y todo lo que he proyectado ha sido porque nací allí y porque la savia y la sal de esa tierra es la que me instruyó, la que me hizo de muchísimas formas.
Así confesó en 2006, después de escuchar emocionado las palabras de bienvenida a su ciudad leídas por la reconocida poetisa Lucía Muñoz, quien las traía escritas a mano, en un humilde cuaderno escolar.
“Ella supo interpretar como nadie lo que era mi obra y lo que soy yo y lo que trasmito y lo que significan las raíces de mi pueblo y las raíces de donde yo nacía para mí, diría Pablo al comentar aquellas palabras que le tocaron el corazón. Por suerte, Lucía aún conserva su cuaderno, que nos permitió leer y utilizar como fuente, para viajar a los orígenes del querido Pablo.
Su entrada en la música cubana a partir de 1959 deja una huella imborrable, un sello personal inconfundible, imprescindible en cualquier compilación o futura historia, desde sus primeras incursiones en el feeling, pasando por la ruptura o el puente con la Nueva Trova de Mis 22 años. Aquella, según el ensayista Leonardo Acosta, es una pieza “que realmente marca un hito en la historia de la canción cubana, con su segunda parte en ritmo de guajira-son… absolutamente cubana y de inusitada originalidad”.
Luego vendría su fase de maduración a la sombra de Leo Brower en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, y por fin el salto a la carrera en solitario, lo que es apenas un decir, porque es larga la lista de celebridades e invitados con las que ha compartido escena o grabado algún tema inolvidable.
Su obra como compositor es monumental, una crónica imprescindible de su época. Varias generaciones llevan grabadas en su memoria, con múltiples motivaciones, la letra de una o varias de sus canciones.
Por el camino quedan algunas que son verdaderos hitos de una época: Yo no te pido, Los años mozos, Cuba va, Los caminos, Pobre del cantor, Yo pisaré las calles nuevamente, La vida no vale nada, No me pidas, Para vivir, Yo me quedo, Amo a esta isla, Cuánto gané, cuánto perdí, Comienzo y final de una verde mañana, Buenos días, América, Días de Gloria, entre otras.
Desde su estreno, precisamente en Bayamo, en 1984, nunca más ha podido sacar de sus conciertos El breve espacio en que no estás. “Esa extraordinaria canción, ese extraordinario texto, que según el poeta y ensayista Guillermo Rodríguez Rivera, sólo pudo componerse por un hombre, un poeta (como Pablo) formado en un universo ideológico nuevo”.
Y para cerrar: Yolanda, siempre Yolanda. Si no la cantó hasta entonces, se la pedirán una y otra vez al cierre del concierto. Si lo hizo antes, tendrá que volverla a entonar. Todos los públicos la conocen, todos la pueden cantar a coro, todos se emocionan con ese mensaje de amor, tan simple que se volvió universal, al igual que Pablito.