La fundación “oficial” de la quinta villa
Apuntan las más antiguas crónicas de San Cristóbal de La Habana, la quinta villa fundada por los conquistadores españoles en la Isla, que muy cerca del litoral occidental de la bahía existían muy al principio dos frondosos árboles de ceiba. Uno, cuyas señas se han perdido, estaba dedicado a azotar a los esclavos, mientras el otro quedó consagrado por los recuerdos como el lugar en donde por primera vez se celebró misa y se efectuó el cabildo en 1519.
Cerca del sitio escogido para lo segundo se dice hubo un «poblado de naturales», del cacicazgo local de Habaguanex, razón que explica el nombre corto de La Habana. Aquel histórico hecho se recuerda hoy en ese sitio con otro de estos árboles gigantes, en torno al cual suele la población caminar sin pronunciar palabra para recabar la buena suerte. También rememora esta fundación “oficial” -porque antes hubo dos, la remota de los aborígenes y las de los navegantes desconocidos que carenaban aquí sus naves-, el vistoso edificio neoclásico del Templete que contiene tres grandes pinturas del francés Vermay, dos de ellas dedicadas a las ceremonias fundacionales. El notable edificio, similar pero más pequeño al erigido en Guernica, en el País Vasco, fue levantado en 1828 por disposición del progresista Juan José Díaz de Espada y Landa, obispo vasco de la ciudad, frente a la ya entonces estilizada Plaza de Armas, otrora explanada para ejercicios militares de las guarniciones cercanas.
Al centro de este parque se venera la figura en mármol del cubano Carlos Manuel de Céspedes, principal protagonista del alzamiento independentista de La Demajagua, en octubre de 1868, y reconocido como Padre de la Patria. La concurrida plaza se aboca a un tramo pavimentado con bloques de madera dura cubana en la calle frontal al Palacio de los Capitanes Generales, que fuera sede del gobierno español y actual Museo de la Ciudad de La Habana.Este imponente edificio fue construido con toda fastuosidad entre 1776 y 1791 y se le reconoce como la obra más bella de la colonia española de Cuba. A su costado se levanta el no menos antiguo Palacio del Segundo Cabo y el Castillo de la Real Fuerza, hoy la más antigua fortificación de la urbe.
Casi en su acera que da a la Plaza de Armas, sobre un albo pedestal, se encuentra la estatua en mármol de Carrara del rey don Fernando VII. Esta imagen se ha hecho célebre aquí por la curiosa pose de la figura, con un rollo de papeles sostenido en una mano a la altura de su cadera, que aparenta al soberano en pleno acto de micción. Quizás sea una broma histórica de su escultor Solá, que tanto hace reír a criollos y turistas.