Los balcones volados también llaman la atención en la calle de Orotava en Tenerife

LOS ESPAÑOLES QUE ARRIBARON AL NUEVO MUNDO EN EL SIGLO XVI ECHARON LOS CIMIENTOS DE LA NUEVA CULTURA POPULAR HISPANOAMERICANA. DETERMINANTE RESULTÓ LA OBRA DE LOS CANARIOS

Hay que aguzar bien el oído cuando escuche hablar a los oriundos de Santa Cruz de Tenerife para no «confundirse» y pensar que alguna máquina del tiempo le trasladó al mismísimo Caribe. Claro, no es que los canarios auténticos hayan añadido a su expresión verbal el inconfundible acento musical que acompaña a quienes viven en Las Antillas bañadas de un profundo azul; todo lo contrario: es que fueron muchos los que desde la vieja Europa se llevaron consigo sus tradiciones y costumbres cuando desembarcaron en Cuba, República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Uruguay..., desde que Cristóbal Colón abriera las puertas del Nuevo Mundo.
A partir de entonces el archipiélago pasó a ser solicitada y eficaz estación de aprovisionamiento en el camino de ambas Indias. Y es que las Canarias no solo se hilaban en el trayecto de Centroamérica para los buques que salían del Sur de la Península, sino también en la ruta obligada para todos los que se dirigían a la Guinea, a las costas meridionales y orientales de África, a Asia, a América del Sur y a las costas americanas del Pacífico. Y así fue durante siglos, hasta que se dispusieron los canales de Suez y Panamá.
Se sabe que paralelo al descubrimiento de América tuvo lugar la conquista y colonización de las Canarias centrales, las cuales se fueron transformando paulatinamente en un laboratorio experimental, al servir de puente para la difusión de plantas y animales en ambos lados del océano: la caña de azúcar, el ñame, el cerdo, la cabra, el perro, la oveja... Frutales como el membrillero o el duraznero y cultivos como el maíz o la yuca los esparcen por doquier. Pero sin dudas la caña de azúcar sirvió de fundamento económico del nuevo continente.
Es importante significar que inicialmente Santo Domingo y después La Habana constituyeron los principales destinos canarios en el siglo XVI. Luego, con la emancipación de Portugal en 1640 y la pérdida del que era su mercado preferente, se produciría una emigración de carácter masivo y familiar no solo a estas tierras, sino también a Venezuela, sobre todo a partir de 1670, tras la aparición del cacao como producto de exportación. Todavía se habla de aquellos barcos fantasmas, colmados de inmigrantes clandestinos que empezaron a arribar a la tierra de Rómulo Gallegos a partir de 1948, tratando de evadir los costosos trámites que impusiera la España franquista. Se dice que sumaron más de 8 000 los que desembarcaron. La otra oleada importante, y última, se efectuaría tras la llamada Crisis del 73 en Canarias.
En el caso específico de Cuba, desde el último tercio del siglo XVII esta presencia se empezó a extender también a la región central. Gracias al tabaco, consiguió transformar la economía insular y marcar el inicio de una etapa de crecimiento económico. Significativa sería asimismo la emigración a finales del siglo XVIII y hasta los últimos años del primer semestre del XX, entonces resulta muy entendible que su huella sea palpable en todas las ramas y aspectos de la vida del país, como también lo fue para muchos otros en el continente latinoamericano, al jugar un papel esencial en la evolución de la agricultura, la industria, el comercio y el sector financiero.
VIAJES DE IDA Y VUELTA
Es innegable: los españoles que arribaron al Nuevo Mundo en el siglo XVI echaron los cimientos de la nueva cultura popular hispanoamericana. Determinante resultó la obra de los isleños: la lírica cubana le debe su nacimiento al escribano don Silvestre de Balboa Troya y Quesada. Pero el autor del poema Espejo de paciencia no fue entre sus paisanos la única figura descollante en estos lares. Domingo León y Mora, José Alonso Delgado, Francisco Guerra Béthencourt, Ernesto Lecuona Ramos (padre del afamado pianista y compositor cubano) engrosaron la nómina de los ilustres en la Mayor de las Antillas.
Alguien como Valeriano Fernández Ferraz no solo se desempeñó como decano de la Facultad de Filosofía y Letras de La Habana, sino que se responsabilizó con la organización de la enseñanza en Costa Rica, país donde su hermano, Juan Fernández Ferraz, director del Museo y de la Imprenta Nacional, creó el primer diario.
Las letras puertorriqueñas le hacen honores a Graciliano Afonso-Naranjo, pero también a Romualdo Real, fundador de Puerto Rico ilustrado. Idéntico sucede en diversos países americanos donde, en su tiempo, un número elevado de periódicos llevaron la impronta de la colonia canaria (Cuba, Venezuela, Argentina, etcétera).
En el alto Perú, donde la colonización canaria fue muy intensa, se puede observar con facilidad su incidencia en la arquitectura civil, sobre todo en esas casas de un solo piso, con techo de teja árabe y balcones muy volados, con antepechos de balaustres de madera labrada, y a veces, empleo de miradores con tejadillos y celosías (también se percibe en Chile y en Río de la Plata).
La devoción a la Virgen de la Candelaria, patrona de las Canarias, se puede percibir lo mismo en Bolivia, Colombia y México, que en Perú, Cuba, Puerto Rico y Venezuela, entre otros países; expresión de cómo también se fueron traspasando las tradiciones religiosas.
La forma de hablar el sudamericano tiene no poca cercanía con el canario, y viceversa. Se cuentan todavía por muchos los isleños, y sus descendientes, que pueblan naciones de Latinoamérica y el Caribe, lo cual ha conllevado al natural trasiego de palabras, actitudes, costumbres..., tanto de un lado como del otro. Por ello no es extraño que en esos múltiples viajes de ida y vuelta se fueran modelando las semejanzas. Así, lo mismo en Tenerife que en Gran Canaria, provincias bañadas por el Atlántico que componen la Comunidad autónoma de Canarias, los que arriban persiguiendo los fuertes vientos que desafíen sus tablas de surf, windsurf y kitesurf, enseguida notan que junto a la música folclórica que se canta y se baila, coexisten ritmos como la salsa, el merengue, la bachata, el reguetón...
Quienes viajen a cualquiera de las siete islas del archipiélago (Tenerife, La Palma, La Gomera, Hierro, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote), ya sea detrás de la interactividad que propone un parque volcánico como el Nacional de Timanfaya; de playas paradisiacas (cuenta con más de 500), queriendo escalar el Teide (el pico más alto de España con sus 3 718 m.s.n.m.) o buscando buenas zonas de compras y festejos curiosos, sabrán que terminarán degustando el mojo picón, la salsa canaria o el gofio escaldado, pero también esa ropa vieja o muchos otros platos que denotan un pasado en común.