La Belle Epoque habanera
A mediados del siglo XIX, La Habana comenzó a experimentar un cambio de escala, que recibió su impulso definitivo con la demolición de las antiguas murallas.
En el marco de su expansión, un grupo de propietarios solicitó autorización para parcelar en solares sus haciendas “El Carmelo” (1859), “El Vedado” (1860) y “Medina”(1878), situadas al oeste de la ciudad.
Desde el inicio contaban con un diseño urbanístico novedoso el cual fue respetado y la zona quedó conformada como una unidad urbana, conocida más tarde por el nombre de una de esas haciendas, El Vedado.
El plan no dejaba nada a la imprevisión con el fin de lograr una alta calidad de vida del vecindario. Entre otras novedades, se adoptó un sistema de denominación de sus calles utilizando números y letras, que facilitaba la localización de las moradas.
A don Francisco de Frías y Jacot (1809-París, 1877), Conde de Pozos Dulces, copropietario con sus hermanos de la hacienda “Balsain” (a) “El Vedado”, se atribuye la promoción de este plan urbanístico de avanzada para la época y sin precedentes en Cuba. El Conde era un distinguido economista, agrónomo y periodista, de cultura cosmopolita; descendía por vía materna de una familia originaria de Amberes asentada en Málaga; y su esposa, Isabel Evelina Faurés y Pigeot (1815-1890) era hija de un colono francés, natural de Burdeos y de una hija de hacendados franceses asentados en Santo Domingo.
La nueva urbanización tuvo su mayor impulso al finalizar el coloniaje español, mediante la modernización de la ciudad emprendida durante la primera intervención norteamericana, época de euforia ante las expectativas de la República. Poco después, llegaría la llamada Danza de los Millones (1917) causada al dispararse en el mercado mundial el precio del azúcar. Para la mayoría de los residentes de El Vedado pertenecientes a las clases altas y medias era La Belle Époque….
La etapa de mayor influencia francesa en El Vedado se extiende hasta la tercera década del siglo pasado, cuando comenzó su declinar como el barrio de la élite social de la capital.Estaba ocurriendo un proceso de transformación del modelo cultural prevaleciente en la colonia durante el cual se mezclaron varios modelos, con influencia creciente del norteamericano, en correspondencia con las nuevas circunstancias políticas y económicas del país.
De este proceso emergería un modelo propio de la burguesía cubana con instituciones culturales y recreativas, fundadas allí, entre 1902 y 1929. Francia continuó teniendo la preferencia de los más acaudalados en cuanto a sus productos de lujo, el diseño arquitectónico “ecléctico” y la decoración interior de sus palacetes.
El visitante podrá reconocer las huellas de esta preferencia en un recorrido por sus calles principales. Para hallarlas bastará una visita al Cementerio Cristóbal Colón, o una mirada a los palacetes de la familia Gómez Mena, sedes actuales del Museo de Artes Decorativas y del Ministerio de Relaciones Exteriores, o al del matrimonio de Pedro y Lasa, sede de la Casa de la Amistad, en la calle Paseo, que contó con la participación en la decoración interior de Lalique y con el diseño de las áreas verdes, del célebre paisajista francés, Jean Claude Forestier. Este último fue comisionado por el gobierno cubano para elaborar un plan de reorganización de la capital que comprendió varios puntos de El Vedado (1925-1930).
Entre los vecinos de origen francés residentes en El Vedado en ese período que contribuyeron a la cultura cubana descuella el Dr. Carlos Juan Finlay y Barrés (Camagüey,1833-La Habana, 1915), descubridor del papel de los vectores en la transmisión de la fiebre amarilla, hijo de un cirujano escocés y de Marie Elizabeth de Barrés de Molard, de padres inmigrantes franceses.
A lo largo de la Calle Paseo se conservan las mansiones en que vivieron algunas familias, miembros de la colonia cubana en París a fines del siglo XIX.
Entre las familias residentes en El Vedado con ascendencia francesa fueron frecuentes las que originalmente habían emigrado a Matanzas y Cárdenas, atraídas por el auge comercial asociado a la industria azucarera en el occidente del país durante el primer tercio del siglo XIX, tales como los Govín, los Deschapelles, los Coffigny, los Lamar y los Desvernine. En algunos casos el fundador provenía de antiguas colonias francesas de la región como las de Santo Domingo y la Luisiana.