- Soy un espejo con intención
Sorprende que un joven como Bernardo Aja de Maruri, nacido apenas en 1973, se apasione por la antigua aristocracia mexicana, hoy poco visible de tan desfalleciente», escribió la periodista y narradora mexicana Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, en el prólogo al libro que recoge parte de la amplia obra del reconocido fotógrafo español.
Elena nota que Bernardo nunca fotografió a los viejos aristócratas en sus momentos más desafortunados, como lo hiciera el icónico grabador y caricaturista José Guadalupe Posada (1852-1913) en sus clásicas ilustraciones. En cambio, añade la autora de Tinísima y La noche de Tlatelolco, para conformar su serie EntreMuros, Aja de Maruri «los tomó con cariño, cuidando sus herencias emotivas, los objetos que los enjaularon como a canarios o periquitos de Australia, los retratos de sus antepasados ahorcados para siempre en la pared, los muebles entrañables por apolillados y tuertos, sus sillas de pera y manzana con tres patas, sus sábanas agujereadas, sus vajillas incompletas como su propia vida, a la que le faltó un plato, una cuchara, una tacita de porcelana».
Alrededor de cincuenta fotografías —tomadas en Perú, Portugal, España y México— conforman EntreMuros, una serie que explora la nostalgia y la melancolía de antiguas familias burguesas que habitan en sus viejas casas, expuesta en Sotheby’s; en Guadalajara; Museo Franz Mayer y el Museo Tlatelolco, en México; en el Museo Monasterio, en Santo Domingo, República Dominicana; en la Bienal de Florencia, Italia; en la Fundación Reina de España, en Matadero, y la Universidad Complutense, en Madrid; y en la Casa de la Cultura de España en Lisboa, Portugal, y que formará parte de una amplia muestra que se inaugurará el próximo enero en los tres pisos de la madrileña Casa de América.
A propósito de esta muestra, Arte por Excelencias conversa en exclusiva con Bernardo Aja de Maruri.
EntreMuros muestra un marcado interés por la decadencia, la nostalgia hacia un pasado de esplendor en estas familias. ¿Qué te motivó a adentrarte en este peculiar tema?
Fotografío una forma de ser. Son familias en sus casas antiguas. Las personas son la excusa para adentrarme en un mundo y una atmósfera llena de historias por contar, y una casa impregnada de existencia y vida propia que los propios retratados llenan. Me gusta ceñirme a los términos de nostalgia y melancolía. La decadencia es el resultado categórico de un estado de vida, esa nostalgia y esa melancolía que es quizás lo que más se aprecia en mis fotos. Walter Benjamín tiene una cita fantástica donde asegura que la melancolía es un luto que no has vivido. Me parece interesante, pues la mayoría de mis retratados tienen este luto, esa nostalgia por algo que ni siquiera les tocó. Ese pasado está muy lejano en términos de tiempo, pero sí tiene la estructura intelectual para encontrarse en esa continua pérdida. Me pongo a pensar y no sé si la casa es la extensión de ellos o ellos son la extensión de la casa. Lo cierto es que lo uno no existe sin lo otro.
Detrás de cada foto de EntreMuros existe un trabajo de cercanía y relación con estas familias, es imprescindible su colaboración para estos montajes teatrales. ¿Cómo trabajaste al respecto? ¿Cuál fue el criterio de selección de las familias que formarían parte de EntreMuros?
Detrás de cada foto no solo hay trabajo de fondo. Hay pasión y esfuerzo para amalgamar un imaginario con una situación, en un sitio físico muy concreto, y que todo esto junto te cuente una historia. Es selección natural. Y sobre todo mucha sinceridad. Yo cuento mi proyecto y los que acceden forman parte de este magnífico mundo que es EntreMuros.
Trabajaste como fotógrafo de la Casa Real española, y en la Biennale d’Arte Contemporánea de Florencia en 2011 recibiste la medalla de Lorenzo il Magnifico y una mención de honor del jurado, precisamente con las piezas reunidas en EntreMuros.
Fue una época muy interesante. La recuerdo con mucho cariño. Pasear por el Arno es algo que uno debe hacer mínimo dos veces al año.
¿Qué influencias marcan tu obra? ¿Cuáles son esos fotógrafos que consideras tus maestros?
Entre ellos se encuentran Gabriel Figueroa, Manuel Álvarez Bravo, Nadal, Lachappel, Penn, Josef Sudek… Pero sobre todo Alberto Schommer.
Cuenta Bernardo Aja de Maruri que cuando Elena Poniatowska conoció su obra «le interesó mucho, tuvimos varias reuniones y me hizo el prólogo del libro/catálogo que se editará este año y estará presente en mi inauguración de la Casa de América en enero de 2019».
¿Qué significan para ti estas palabras de Elena Poniatowska?
Definitivamente acertadas. A doña Elena no se le puede objetar ni discutir nada. Me siento halagado. Es un honor. Doña Elena dice que en vez de estar retratando las cosas más actuales que ocurren a mi alrededor, yo me dejo impresionar fotográficamente por estas familias que están olvidadas, incluso escondidas. ¿Por qué? Porque me llama la atención: llevo muchísimos años en el continente americano y en cuanto a lo que compartimos, que es esta Hispanoamérica, todavía es muy palpable esa clase social que está por ahí, diluida o menos diluida, escondida o menos escondida, pero está… Y en ciertos países, como Perú y Bolivia, tienen todavía mucho poder, son oligarquías muy latentes. En México definitivamente está muy deslavada. Y en Cuba ni te digo, desapareció.
Elena subraya que la atmósfera de las fotos en EntreMuros es irónica. ¿Crees también esto?
Definitivamente hay mucho sentido del humor en la serie. El mismo que ellos me trasmiten. Yo solo plasmo la esencia que ellos proyectan. Soy un espejo. Un espejo con intención.
Hablemos de una etapa importante en tu carrera como fotógrafo que no podemos obviar: tenías apenas 24 años cuando empezaste a trabajar como fotógrafo personal del entonces presidente de la República de Perú Alberto Fujimori, y allí estuviste de 1997 a 1999. ¿Cómo llegas siendo tan joven al Palacio de Gobierno y a ser el fotógrafo de una figura como Fujimori? ¿Qué fue lo más importante que te aportó esta etapa?
El simple desenlace de la vida. Nunca hay que decir que no, y menos a los accidentes de la vida que cambian el mismo curso de esta. Qué aburrido si no… No hay nada peor que poder pronosticar qué será lo próximo… Acción, accidente, pasión. ¡Vida, coño!
¿Cuán complejo puede ser para un fotógrafo —en un contexto donde prima el trabajo para empresas editoriales y agencias de publicidad— crear una obra de autor distinguible?
En mi obra no prima el trabajo para empresas editoriales y agencias de publicidad. Sí es algo por lo que pasé, pero digamos que fue en una etapa de gestación y de inmadurez.
Recientemente presentaste tu proyecto personal Tormenta, que has catalogado como el más autobiográfico de tus trabajos. ¿Qué lo distingue particularmente en tu obra?
Tormenta se presentó recientemente en el exconvento de Las Vizcaínas, en la Ciudad de México, de la mano de la Galería Hilario Galguera y con la curaduría de Daniel Liebsohn.
De momento, precioso. Es un honor esta colaboración. Es mi trabajo más íntimo y más sincero. Es desnudarme y contar lo que nunca me atreví. Una verdad disfrazada en blanco y negro con personajes ficticios y verdades incómodas escondidas entre cuerpos de mujeres preciosas. Todo el proyecto tiene un amplio sentido autobiográfico.
¿No has pensado en incluir a Cuba en EntreMuros?
Estoy moviendo gente y contactos de trabajo en La Habana para conseguir una familia y una casa en la capital de la Isla, o donde sea. Pero sí me encantaría que EntreMuros tuviese su presentación cubana. También un destino importante será Filipinas, acabo de regresar de allá, pero todavía no he coordinado lo suficiente. Sería muy interesante, pues EntreMuros está prácticamente cerrada, ya la trabajo muy poco. La mayoría de las fotografías que hago de la serie son por pedido. Ya no las hago, digamos, para ampliar mi proyecto, o seguir creciendo EntreMuros per se. Quiero cerrar con Cuba y Filipinas. En Cuba podría ser interesante fotografiar el último eslabón: la casa vacía o la casa llena y reestructurada por familias cubanas. Sin dudas lo haré.