Libre de pecado, el nuevo disco de Beatriz Márquez, obtuvo recientemente el Gran Premio en la Feria Internacional Cubadisco. Con él hay que tener en cuenta, de manera clara y profunda, que la creación artística no está muerta. No fenece el deseo de hacer por la música cubana a la altura que esta exige: sin concesiones comerciales que la hundan en una apabullante marea de sonoridades pueriles, sin el más puro deseo de dejar una huella o hacer historia.
Beatriz Márquez, callada y analítica, pertenece al grupo de músicos que esperan con paciencia, como un monje asiático, a que un proyecto tome vida, se desarrolle y camine con soltura. La Márquez no conoce la rapidez ni en el canto ni en la selección ni en la fama. Sabe, porque tiene medio siglo de vida artística, que lo profundamente famoso hoy, puede convertirse en materia inservible mañana, por eso lo que hace tiene garantía eterna.
Dicen que desde sus primeros estudios musicales, los profesores advirtieron en ella el genio con el que nació. Descollaba entre todos, y su voz se imponía, más allá del timbre original, por colocar la nota en el lugar justo.
A Beatriz se le agradecen tantas cosas que, en nombre de toda Cuba, le fue otorgado el Premio Nacional de Música en el año 2015. Y el mérito es tan pequeño ante lo que ella hace, que solo un aplauso nos deja la conciencia tranquila.
En la reciente entrega discográfica de Beatriz, la artista decide homenajear al maestro Adolfo Guzmán. La Márquez no olvida, ni se lo permite. Defiende el patrimonio con lo que sabe y puede: la música. La dueña del mejor calificativo que puede cargar sobre sus hombros una artista: La Musicalísima, otorgado por otro amante de lo bello, Orlando Quiroga, tiene la conciencia tranquila.
«Hace muchos años —nos dice— añoraba cantar parte de la obra del maestro Guzmán, a quien respeto mucho porque es uno de los más importantes en la cancionística de nuestro país. Al realizar este trabajo junto a ese gran productor y excelente músico que es Jorge Aragón Jr., me siento con una alegría tremenda, como artista y como cantante. Siento que he defendido la cultura de una persona que lo merece.
»Llevo cincuenta años de vida artística, tengo la imagen de Guzmán en mi mente. Yo grababa muchísimo junto con la orquesta del Instituto Cubano de Radiodifusión en los estudios de Radio Progreso, y el Maestro tenía la batuta. Allí tuve la dicha de trabajar junto a él. Haberlo conocido como director orquestal, como compositor, como gran persona que fue, con muchos valores, me ha permitido respetar siempre su obra cantada, sobre todo por cantantes líricos. Este es un gran sueño. Poder realizarlo ahora, a mi manera, pero siempre respetando los patrones de él, me hace sentir muy satisfecha».
Sobre las labores creativas junto al muy talentoso Jorge Aragón, la Márquez nos cuenta que conoció de su virtuosismo cuando grabó el disco Duetos, producido por Juan Manuel Ceruto. Además, Jorge Aragón Jr. fue el pianista que la acompañó en el tema que interpretó junto a Juan Formell. Desde aquel momento supo que el joven era la persona ideal para trabajar en el disco Libre de pecado, por su lirismo a la hora de tocar, y por entender bien la obra de Guzmán.
«Acerté y no me equivoqué. Cuando escuchen los arreglos se darán cuenta de los valores de Jorgito. Su papá también fue pianista, fuimos compañeros en el Conservatorio Amadeo Roldán, y casi siempre trabajaba en la discografía de mis inicios, aquella que hice con la Egrem [Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales], donde están todos esos temas conocidos de mi carrera artística».
Trabajar con personas jóvenes parece ser una disciplina impuesta por Beatriz Márquez. Contrario a otros consagrados, La Musicalísima aprueba los retos, bajo un simple e importante concepto:
«Lo primero es el talento. Los jóvenes tienen ideas muy actuales, muy frescas. Hay que conocer a la persona, saber su capacidad como músico, su creatividad, eso es lo que me hace definir con quién voy a trabajar. En el caso de Jorgito hay que destacar que escribió para el coro, yo me quedé sorprendida cuando escuché esa grabación, cómo repartió las voces. Él te pone a soñar».
Sobre la selección de los temas del disco destaca:
«Había temas que ya estaban en mi corazón. Tengo que agradecer también a Felipe Morfa, pues él en un casete me llevó algunos temas que habían grabado Esther Borja y Marta Justiniani, eso tiene un gran valor para mí, lo agradezco mucho».
Como todo en la música, cada tema guarda una historia singular. Así sucede con la canción Por tu falso amor, de 1970. La propia Beatriz lo cuenta:
«Sucedió que el director del Museo de la Música, Jesús Gómez Cairo, encontró la partitura del tema dedicado especialmente para mí. Gómez Cairo llamó a Ligia, la hija del maestro Guzmán, y ella a mí. Me enseñó la partitura, y me quedé encantada».
Una vez listo el material, las impresiones fueron diversas.
«Te soy sincera: todavía no lo creo. Escucho ese trabajo y me quedo fascinada. No por lo que he cantado, sino por lo que hay detrás de mí. Orgullosa de Jorge Aragón Jr., del director José Antonio Méndez (hijo), de los más de cien músicos que participaron. Estoy feliz».
Puede afirmarse que Libre de pecado constituye una de las más grandes producciones de Beatriz Márquez. En las notas para el disco, el maestro Leo Brouwer elogia la labor de Jorge Aragón, quien «ha logrado orquestar con una grandísima calidad y buen gusto, sin las fórmulas habituales en la cancionística cubana. (…) Pero además, orquestar para la voz única de Beatriz Márquez en sus canciones líricas y por contraste los toques jazzísticos de buen gusto, refrescan el mundo de la música popular actual».
Por su parte, Silvio Rodríguez afirma que Libre… «es un disco que faltaba, que hacía falta. Estoy seguro de que era una deuda que Beatriz Márquez tenía consigo misma y con el Maestro. (…) Este disco, como una máquina del tiempo, proyecta talentos de tres generaciones. Y lo que los acopla es la virtud musical».
Cuando Libre de pecado ya esté entre el público, mucho se dirá. Dudo que existan detractores, aunque siempre salta aquel que desconoce y carece. Beatriz enseña a los más nuevos o a quienes se dejan llevar por las olas de lo superfluo que en la música, como en la vida, el estudio y la meditación constituyen excelentes herramientas para el éxito.
¿Qué otro misterio oculta esta mujer? ¿Hasta dónde nos conducirá con esa voz que no conoce los arañazos del tiempo, con esa suavidad para tocar el piano y con esa coherencia en sus producciones? ¿Qué le queda por cantar y decir, aun cuando en cincuenta años de vida artística se puede decir y cantar todo? Se es feliz cuando sabemos que existen profesionales como Beatriz Márquez.