Ramón Silverio, premio Ser Fiel.

Salve, Silverio, que vive como nadie». Esta emotiva sentencia la apuntó hace ya algunos años el poeta y dramaturgo villaclareño Norge Espinosa. Pero los que hemos seguido la trayectoria de Silverio sabemos cuánto de sacrificio y entrega ha salido de este hombre con una historia acumulada que a veces raya en lo mítico.<br />Casi analfabeto, vio pasar cerca de su natal Minerva a las tropas del Che escondido detrás de unos matorrales, pues andaba descalzo y con los pantalones rotos por los fondillos. Cuando se abre la primera escuela, se siente estimulado y comienza a formar grupos de teatro con los niños. Las historias se le salían de los libros. Luego armaría otros colectivos con los campesinos. También organiza grupos de canto y bailes. Más tarde impartió clases en la propia escuela donde apenas había terminado la primaria, y siguió provocándole la sensibilidad a los educandos. No conforme, extiende su radio de acción cultural hasta la zona de La Movida, haciendo una travesía tortuosa que aún hoy causa asombro. Muchos de sus alumnos vieron la ciudad por primera vez gracias a estos empeños.<br />Conoce al Grupo Experimental de Teatro de Santa Clara y pronto será uno de sus directivos y actor de éxito. A la par crea grupos de aficionados en El Chanverí. Es elegido delegado en las primeras elecciones del Poder Popular por la circunscripción de La Minerva. Pero todavía se siente insatisfecho, le sobran fuerzas e imaginación, y es entonces que crea esa paradigmática obra conocida en medio mundo con el único nombre que puede calificarla puntualmente: El Mejunje. Luego la brigada cultural Los Colines, con la que ha recorrido los lomeríos y los rincones más intrincados de la provincia, arrastrando tras de él a escritores, artistas de las artes plásticas, músicos, promotores… «Su virtud mayor —anota Norge Espinosa— es haber sabido inventar espacios tan iguales a sí mismo».<br />Hoy El Mejunje ha pasado de demonizado a adorado, sobre todo por los jóvenes, y es referencia nacional de lo que debe ser el trabajo cultural, con fórmulas novedosas, siempre de calidad, y con gran incidencia social. En medio de las sesiones del VI Congreso de la Uneac, el ministro de Cultura, Abel Prieto, exclamó: «El Mejunje (…) es una de esas células vivas de nuestra cultura, de esas instituciones que pueden ser una referencia, donde hay una magia muy especial. Espacios así, con todo en moneda nacional y con un ambiente extraordinario, donde todo tiene que ver con la cultura y todo tiene que ver con lo auténtico, habría que hacer en otros lugares». <br />Solo con emoción se pueden leer estas confesiones hechas alguna vez por Silverio y que siguen siendo su irreductible credo: «Creo en un excelente futuro para El Mejunje. Ojalá el futuro sea como ha sido la vida aquí. Veo esto como un adelanto de lo que debe ser inevitablemente el porvenir. Mañana puede destruirse todo y yo recomenzaría luego desde la nada y seguramente con más interés y entusiasmo; nunca estaré vencido. Siempre me ha gustado correr riesgos, hacer las cosas que otros no han hecho y enfrentar las consecuencias, así ha sucedido y sucederá esta aventura de El Mejunje. No pido permiso para hacer: yo simplemente hago».