JORNADAS ACTUAR

Por encima de todos los reconocimientos a su carrera -incluido el Premio Actuar por la obra de la vida- sobresale su extraordinaria valía como ser humano: su modestia, sencillez y humildad.

La frase que titula este trabajo ha sido pronunciada en disímiles situaciones familiares, laborales o sociales por cubanos de varias generaciones, en popular referencia y homenaje a esa excelsa dama del teatro, la radio, el cine y la televisión de nuestra patria que es Gina Cabrera.
Luisa Georgina Cabrera Parada cumplió, el 28 de mayo pasado, noventa años de edad, de los que dedicó más de la mitad a obsequiarnos su arte, tanto en Cuba como en otras latitudes. Poseedora de un talento nada común como actriz, refinada belleza criolla, unidas a una férrea disciplina y voluntad de superación profesional, Gina triunfó en la radio y la televisión, en la flor de su juventud, conquistando el corazón de los cubanos de la época.
Su brillante desempeño la convirtió en una indiscutible estrella, disputada por reconocidos directores de Unión Radio Televisión y del Circuito CMQ como Antonio Vázquez Gallo, Carlos Piñeiro y Roberto Garriga, quien fuera su primer esposo, pues era considerada una carta de triunfo para lograr altos niveles de audiencia.
Graduada de Licenciatura en Historia del Arte en la Universidad de La Habana, estudió ballet clásico y guitarra, dominaba las lenguas inglesa y francesa, equitación y otros deportes, indispensables para la interpretación de variados personajes de la literatura y el teatro universal a lo largo de su trayectoria artística.
Su conducta es paradigma: después del triunfo revolucionario de 1959 permaneció en Cuba, declinando jugosas ofertas en el extranjero. En 1961, fue jefa de la Campaña de Alfabetización en CMQ Radio y Televisión. Tiempo después, junto con Maritza Rosales, Alejandro Lugo y Alden Knight trabajó en la creación y puesta en marcha de la Escuela de Formación de Actores del entonces denominado Instituto Cubano de Radiodifusión, hoy Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Incursionó en todos los géneros, gozando del reconocimiento de la crítica especializada y el aplauso del público, incluido el infantil. Recuerdo, en la ya lejana década de los sesenta, la zaga Los mambises del gustado espacio televisivo Aventuras. Ella nos deleitó con su encarnación del personaje Carucha Medina, en la ficción hija ilustre de la bayamesa familia Medina, que, en la vida real, fue la familia Figueredo, a la que pertenecieron Perucho, el autor de nuestro Himno Nacional, y su hija adolescente, abanderada de la División de Bayamo.
Por encima de todos los reconocimientos a su carrera -incluido el Premio Actuar por la obra de la vida- sobresale su extraordinaria valía como ser humano: su modestia, sencillez y humildad.
Desde sus últimas apariciones, a finales de la década de los noventa, se alejó de los medios masivos de comunicación, hecho que motivó múltiples leyendas, entre ellas la de su muerte. Pero vive, y acaba de celebrar su nonagésimo cumpleaños. ¡Felicidades, Gina! Ojalá todos en nuestras profesiones estemos siempre que ni Gina Cabrera nos haga nada.