Sergio y su telescopio: una imagen icónica del filme de Titón.

Apenas había iniciado su recorrido en las pantallas La muerte de un burócrata (1966), con su corrosivo humor negro, y el realizador Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) declaraba ya en una conferencia de prensa estar involucrado en un nuevo proyecto. No tenía absolutamente nada que ver con ese título pleno de su delirante dominio de la comedia y de todo un caudal de recursos estilísticos asimilados de fuentes diversas.
Titón, al invitar al escritor Edmundo Desnoes a escribir un guion inspirado en su sugerente noveleta Memorias del subdesarrollo (1965), era consciente de que debían enfrentar distintas cuestiones dramatúrgicas señaladas al texto original en busca de soluciones convincentes. Por ejemplo, la abrupta conclusión del libro con la Crisis de los Misiles en octubre de 1962 precisaba de un mayor desarrollo. Se pusieron de acuerdo en un aspecto primordial: «Hacer una especie de documental sobre un hombre que se queda solo, y lo que el cine podría aportar a la novela era esa visión “objetiva” de la realidad para hacerla chocar con la visión subjetiva del protagonista». La principal motivación era trabajar con una estructura simple y abierta que le posibilitaba suprimir, añadir, traducir literalmente algunos pasajes de la novela o interpretarla libremente, manipular tanto el material rodado como la riqueza documental atesorada por los archivos del Icaic, y muchísimas ideas que conservaba anotadas en papelitos en espera de un argumento capaz de admitirlas.
En su texto testimonial «No siempre fui cineasta», el realizador admitió que la «mentalidad burguesa o pequeñoburguesa y su persistencia en medio de la Revolución» fue una constante temática. Se inicia en Las doce sillas (1962), continúa en La muerte de un burócrata (1966), Memorias del subdesarrollo (1968), Una pelea cubana contra los demonios (1971) y La última cena (1976), para culminar en Los sobrevivientes (1978). A pesar del diverso tratamiento de un filme a otro, esencialmente «es la misma preocupación, la misma inquietud, afrontada desde diversos ángulos». Tras el ejercicio de la crítica mediante la sátira y la burla esgrimido en sus dos comedias precedentes, correspondía ahora la denuncia directa de una postura pasiva frente a una realidad tan cambiante como la cubana. En varias entrevistas, el cineasta reiteró que solo se puede transformar la realidad, y uno mismo dentro de ese contexto, con el principio revolucionario de adoptar una actitud crítica frente a la misma.
«Allí se estimula una actitud crítica del espectador no solo hacia la realidad que lo rodea, sino de manera fundamental sobre sí mismo —expresó a la revista colombiana Arcadia va al cine—. Es decir, se le plantean inquietudes sobre su propia ubicación dentro de la sociedad, en el momento histórico que le ha tocado vivir, y esas inquietudes se traducen en una demanda de coherencia frente a la realidad». El provocador texto de Edmundo Desnoes compulsó al cineasta por su profunda relación con la realidad, como unas memorias sin fecha siquiera, por eso el título original del guion era Páginas de un diario. Le permitía una gran libertad de acción a través de la anécdota, al mismo tiempo de ofrecerle grandes posibilidades desde el punto de vista cinematográfico para insertar, en un gran collage, distintas reflexiones y elementos que le urgía abordar.
El personaje de Sergio, un diletante pequeñoburgués que decide permanecer en Cuba mientras su familia parte hacia el exilio en Estados Unidos y observa como un simple espectador la convulsa realidad circundante, era demasiado rico como para perderlo de vista. Es un hombre inconsistente ideológicamente, aquejado por sus incapacidades para asumir una realidad que trasciende las paredes de su apartamento y para amar a plenitud. Gutiérrez Alea vio en ese personaje al «individuo frente a la Revolución; la civilización frente al subdesarrollo; la casa, el refugio, frente a la calle, el exterior; el pasado (otro refugio) frente al presente (lo incierto). Y no puede dejar de identificarse con el primer término de cada una de estas confrontaciones». El cuestionable Sergio de Titón-Desnoes permite el descubrimiento de nuevos aspectos de la realidad, pero «no está a la altura del momento cuando su país entra en la historia, no es capaz de asumir los riesgos y las dificultades que esto comporta. Para él, todo ha llegado demasiado pronto o demasiado tarde. Y es incapaz de tomar decisiones».
La actitud indiferente escogida por este intelectual de espectador privilegiado de los acontecimientos vertiginosos que conforman la nueva realidad, opta por escrutarla inquisitivamente primero desde su telescopio. La observa luego en sus paseos por las calles habaneras, durante los cuales llaman su atención algunos rostros que muestra en pantalla el punto de vista subjetivo de la cámara manejada con destreza por Ramón F. Suárez. El discurso cinematográfico es inconcebible sin la función determinante ejercida por el documental y las diversas connotaciones adquiridas de acuerdo con las intenciones de su realizador. Evidenció también su capacidad para escoger un excelente reparto que abarcó desde los intérpretes protagónicos (Sergio Corrieri, Daysi Granados, Eslinda Núñez) a los secundarios, y a colaboradores tan eficaces como el editor Nelson Rodríguez y el compositor Leo Brouwer.
Cincuenta años después del estreno de Memorias del subdesarrollo en el circuito capitalino integrado entonces por las salas América, Radiocentro (hoy Yara), Mónaco, Metropolitan, Tosca y City Hall, la «catedral del cine cubano» permanece incólume. Resulta pasmosa no solo formalmente y por haberse adelantado a su tiempo, sino por la vigencia de sus planteamientos. Quienes la hemos apreciado una y otra y otra vez experimentamos la sensación de que nunca la habíamos visto. Aquellos que la descubren se sorprenden ante una película concebida ayer para los espectadores de mañana.

 

¹ Tomás Gutiérrez Alea: «Memorias del subdesarrollo. Notas de trabajo»: en: Memorias del subdesarrollo. Guion de Edmundo Desnoes y Tomás Gutiérrez Alea, Ediciones Icaic, La Habana, 2017, p. 136.
² Tomás Gutiérrez Alea: «No siempre fui cineasta»: en: Alea: Una retrospectiva crítica (Selección, prólogo y notas de Ambrosio Fornet), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1998, p. 27.
³ Idem.
⁴ Carlos Tapia y Augusto Bernal: «Del neorrealismo al subdesarrollo. Entrevista con Tomás Gutiérrez Alea»: Arcadia va al cine no. 13, Bogotá, octubre-noviembre, 1986, p. 46.
⁵ Tomás Gutiérrez Alea: «Memorias del subdesarrollo. Notas de trabajo»: en: ob. cit., ed. cit., p. 136.
⁶ Tomás Gutiérrez Alea: «Memorias del subdesarrollo. Notas de trabajo»: en: ídem.