Chile. Atacama impresionante espectáculo.
LAS COLUMNAS DE VAPOR DE LOS GÉISERES SE ELEVAN COMO CORTINAS INTERMINABLES POR ENCIMA DE LAS CUMBRES DE LOS VOLCANES QUE COMPONEN ESTE ESCENARIO ÚNICO DE ARCILLA, ARENA Y SAL
A pesar de lo inhóspito y desafiante que puede llegar a ser el desierto de Atacama, y de que por momentos semeje una imagen lunar, este altiplano a más de dos mil metros de altura al norte de Chile, entre Los Andes y el mar, donde todo parece ser estático como en una gigante fotografía, se ha puesto muy de moda y atrae cada año a decenas de miles de forasteros –o aforinos, como gustan decir los atacameños.
Géiseres y termas exhalan densas columnas de vapor que contrastan con el cielo limpio y azul. El agua hirviente expide un sonido fragoroso como de olas que rompen el acantilado.
En todo el mundo solo existen cerca de mil géiseres (el término, que proviene de la palabra islandesa geyser, significa surtidor). Ellos surgen tras una erupción volcánica, cuando el agua subterránea entra en contacto con el magma incandescente, se calienta de forma rápida, aumenta de volumen y, a medida que acumula presión, escapa por las rocas a través de las grietas. Cuando alcanza la superficie, el agua y los gases brotan de manera violenta, alcanzado por término medio unos 50 m de altura.
Muy atractivo resulta por este extraño fenómeno que se da en San Pedro de Atacama, Región de Antofagasta, hasta donde llegan turistas en bicicleta, quienes suben y bajan a través de unas estrechas rutas bien señalizadas. En el paisaje se atisban pequeños oasis, líneas verdes que serpentean al fondo de los desfiladeros abrazadas a los ríos, que en la distancia no son más que unos hilos de agua centelleante, entre juncos y maleza. Con 4 321 msnm, el Géiser del Tatio es el campo geotermal ubicado a mayor altura en el mundo, cuyas temperaturas alcanzan los 85 °C.
Bien temprano en la mañana, aproximadamente entre las 06:00 y 07:00 horas, se produce la máxima expresión de estas fumarolas de vapor y agua, que emergen de la tierra con tal fuerza que alcanzan entre los 7 y 8 m de altura.
Altos volcanes surcan el horizonte y uno sobresale imponente, el Licancabur, cono perfecto de 6 000 m al que adoran con ceremonias y ritos ancestrales los escasos y aislados pobladores del desierto chileno de Atacama, en los días de solsticios y equinoccios.
Naturaleza extrema
Atacama es el territorio más árido del mundo y distinto totalmente de ese paisaje de dunas árabes que nos hemos acostumbrado a identificar como la única imagen posible del desierto y que siempre nos pone ante la retina un camello, un beduino y una palma datilera.
Se trata de un lugar donde los años se suceden sin que se registre una llovizna digna de mención, con peligrosos desencuentros de las temperaturas entre los días y las noches –de 30 °C desciende a los 4 °C– para cualquiera que no tome todas las precauciones necesarias; y una altura que va desde los 2 000 hasta los 4 000 m y más, cuyos efectos los lugareños combaten gracias a la coca, de la que mastican sus hojas en grandes bolas durante horas y les extraen sus estimulantes esencias anfetamínicas.
Predomina el color terracota y el paisaje es un páramo de superficie agrietada y reseca surcado por varias carreteras a través de las cuales se puede manejar entre un sitio y otro sin divisar una sola persona durante horas. Columnas de vapor se alzan eternas como cortinas, y los oasis aislados siempre al borde de lagunas o ríos en valles bajos, ofrecen un instante de sosiego a la vista, ya saturada de soledad.
Una enorme llanura de horizonte a horizonte, revestida por una capa de sal espesa y rugosa encima de la cuenca de una laguna prehistórica ya seca, es otra de las extrañas visiones cosmogónicas que depara al visitante este desierto del altiplano chileno.
Se le conoce como El Salar y constituye una ficción de gran campo de nieve en el desierto más árido del mundo, cuyos cristales brillan al sol como un océano de pequeños diamantes azulosos, en medio de la vastedad serena y eterna. Allí, se asegura, el subsuelo de Chile atesora el 40 % de las reservas de litio descubiertas y probadas hasta hoy en el mundo.
A las seis de la tarde, la habitual farándula de entusiastas y errabundos exploradores que gusta de aparecer por este exótico lugar ya ha regresado de sus aventuras del día y está ahora en San Pedro entregada al placer del peyote, un brebaje de cactus que funciona como el aguardiente de Atacama y que venden por allí barato, con muchas recomendaciones de ser reparador y estimulante.
Es la mejor hora para salir a caminar por el pueblo un rato y dedicarle un tiempo a sus arreglados mercadillos de tejidos y artesanías, entre las que sobresale la cerámica, con la que producen cientos de variados artículos, desde vasijas y otros de tipo utilitario, hasta figurillas antropomórficas en remedo de antiguas deidades que aún en nuestros días siguen siendo regentes espirituales de los atacameños originales