- Fuster, un guajiro de costa.
La localidad costera de Jaimanitas podría considerarse como el mayor museo al aire libre en Cuba. El fundador y líder del proyecto, el reconocido artista Fúster, toma como centro a la comunidad en esta monumental obra.
Llegar hasta la casa del pintor, ceramista y escultor José Antonio Rodríguez Fúster (Villa Clara, 1946), a varios kilómetros al oeste de la capital cubana, no es difícil. Desde la carretera se divisan las primeras obras que indican que usted está ahí, a la puerta del museo al aire libre más grande de Cuba. En este espacio se respira puro arte y la brisa marina invita al visitante a caminar por las calles-galerías. Los vecinos no dudarán en explicarle, con una sonrisa amable, dónde está el epicentro del "terremoto artístico" que transformó, para siempre, el pequeño poblado costero de Jaimanitas.
Fúster, según cuenta, nació una noche estrellada de agosto en Caibarién y un día se echó a nadar hasta las costas habaneras, donde sirenas, cangrejos y peces le dieron la bienvenida. Entonces, plantó bandera y comenzó a trabajar ininterrumpidamente hace más de dos décadas para realizar su sueño. En el año 1976 había visitado Rumanía y quedó deslumbrado con la obra que el escultor Constantin Brancusi, pionero del arte moderno, realizó en su país natal; desde ese momento, tuvo la ilusión de construir algo similar. En 1994, cuando las acuarelas, las telas y las cerámicas le resultaban pequeñas, decidió comenzar a edificar su fantasía y a compartirla con sus vecinos.
Según recuerda, desde el inicio, este fue un proceso como lo es el arte, donde no hubo negociación, sino enamoramiento, celos y amor. “Cuando hice la fachada de mi casa una vecina me dijo: “–Tú sí puedes hacer eso, claro, porque tú eres artista y tienes los recursos, pero imagínate, yo no; siempre quise tener una casa que dijera Villa Iris–. Se me ocurrió hacerle la entrada de su domicilio y ponerle lo que quería, por allá por el '95. Después, otra señora del barrio me increpó: –Parece mentira que yo viva frente a ti y no me hayas regalado nada, yo quisiera tener lo mismo que Iris, pero bueno, ella es la privilegiada–“.
“Y así ocurrió, sucesivamente, con el resto de los amigos que me pidieron que interviniera el frente de sus viviendas, cada uno con una historia singular. De esa forma, creamos la villa de la Princesa Diana, la de María Bonita, la de Las Tunas, escribimos en caracteres chinos paz y amor para identificar el hogar de una profesora de esta lengua, hicimos algunos homenajes como el de Gaudí y el de Miguel Hernández, decoramos el consultorio del médico de la familia, construimos el Olimpo de los Cinco, dedicado a los Cinco Héroes Cubanos y mucho más. Era como en el repentismo, las personas me daban el pie forzado y yo, a partir de ahí, creaba".
A pesar de la complejidad del trabajo que promueve Fúster, la comunidad siempre ha estado en el centro de las acciones, participando en los procesos, aportando sus ideas, lo cual según reconoce el maestro es muy importante para desarrollar su creatividad. “Yo creo que escuchar a la gente es una manera de hacer arte”.
El también conocido como Picasso del Caribe, muestra orgulloso lo que ha erigido durante sus años de trabajo en Jaimanitas, pero reconoce que lo ha conseguido con mucho esfuerzo. La venta de sus pinturas ha sido la principal fuente de financiamientoeconómico para todo lo que ha logrado en su vecindario. “He tenido muchas críticas aquí porque mi pintura es muy colorida, pero es así como veo el Caribe. Yo no soy europeo de colores grises, soy cubano. Y gracias a la buena aceptación de mi obra en el mercado internacional es que he podido hacer muchas cosas en mi comunidad”.
Fúster es un creador incansable, cada día se inventa nuevos mundos y su mente no para de pensar en proyectos futuros. Si quiere pintar y no tiene los materiales para ello, es capaz de hacerlo sobre la superficie de los discos viejos de acetato o en botellas usadas. La cuestión es expresar sus pensamientos y cualquier soporte o manifestación de las artes visuales será ideal para él. “A mí me gusta hacerlo todo bien hecho, esa es mi máxima. No recrimino ninguna de las expresiones del arte y me siento igual de bien con las acuarelas, los óleos sobre lienzos, las cerámicas y los mosaicos; pero desgraciadamente, no puedo hacer todo lo que quiero a la vez, porque son muchas cosas”.
Independientemente de la versatilidad de este artista, no cabe duda de su gran prestigio en el mundo de la cerámica, en ocasiones catalogada como un arte decorativo. “Creo que esa afirmación es falsa por completo. Es un prejuicio que tenemos aquí en Cuba. En la década de los años 70 dije que la cerámica es todo lo contrario: un arte mayor; por eso valoro, en su justa medida, el trabajo de varios ceramistas cubanos, que son tan buenos como un pintor, pues en definitiva también están haciendo arte, pero con otro material. En mi opinión, la cerámica está ganando por día y nosotros tenemos el deber de cambiar esa percepción errónea”, aseveró.
Y justo en eso es que Fúster está enfrascado: en ofrecer su obra y sus conocimientos para formar a las nuevas generaciones. Ese espíritu educador lo lleva consigo desde pequeño, cuando siendo aún adolescente, se fue a la Sierra Maestra como alfabetizador, durante los primeros años de la Revolución. Luego, se graduó como Instructor de Arte en 1965, pero confiesa que ahora es cuando verdaderamente se cree profesor. “Antes, solo tenía un diploma que me acreditaba para enseñar, pero en la actualidad es que me siento como un maestro real, porque debo encontrarme con la gente, interactuar con ellos, impartir clases magistrales a los estudiantes. Ahora, soy una especie de instructor de arte voluntario, no formo parte de una plantilla oficial para ejercer la docencia y eso me gusta más todavía, porque soy militante del amor y de la utopía. ¡Y eso me encanta!”.