Laura de la Uz

El escenario es como una droga, te genera mucha adrenalina y tensión, pero después un nivel de felicidad tan grande que te da vicio.

"Soy una persona feliz. Me hace feliz mi rutina, las cosas sencillas, la gente que quiero. Creo que lo más importante para ser feliz, es ser feliz. Es buscar esos momentos en tu vida y tomar la decisión de hacerlo”. Ella  es exactamente eso que usted imagina mientras lee estas líneas. Una mujer sencilla y grande, sin fanatismo alguno pero con filosofía, de muchos premios y ninguna vanidad.

“También me hace feliz ir a buscar a mi hija a la escuela y conversar con ella por el camino. Tener a mis papás vivos es un regalo.”  Lo dice y se emociona, disimula para que no me de cuenta de que tiene los ojos aguados, pero de todas formas se le ha hecho un nudo en la garganta.

“Tengo unos padres maravillosos, que me han apoyado toda mi vida y si no hubiese sido por ellos no habría logrado ni la mitad de las cosas que he hecho. Me encanta estar en la casa con mi mamá, que almorcemos juntas todos los días, que llegue la niña y nos acostemos las tres a ver películas en una misma cama todas rebujadas. Haber encontrado un hombre bueno, lindo, con el que tengo mucho que ver y, aunque no vivamos juntos, hemos sabido llevar una relación preciosa y construir juntos momentos importantes de nuestras vidas.”

Ella es Laura, Laura de la Uz. Le gusta viajar, practicar budismo y cantar. Dice su carta astral que en su otra vida fue músico, pero en esta, es la única actriz cubana que ha obtenido dos premios Coral a la mejor actuación (1990 y 2012) y la primera nominada a mejor actriz en los Premios Platino (2014). No ha habido, en su carrera artística, personaje que se le resista. Hoy, mientras esperamos que cuele el café, conversamos un rato.  

Laura, ¿cómo llegó a ti el papel de Larita en el filme Hello Hemingway, siendo aún estudiante?
“Me encontré con un amigo en Coppelia y me contó que estaban realizando un casting para la película. Quedé seleccionada en el primer día de prueba, y a partir de ese momento Fernando comenzó a probarme con algunas secuencias de la película. Fue un casting que duró tres meses, en los que yo estuve a prueba prácticamente la mitad de la película y él continuó probando a otras muchachas para el personaje protagónico. Saber que me habían dado el protagónico fue como ver los cielos abiertos. Además yo lo tenía muy claro, no era una opción, era la opción. Para mí, era ser actriz o ser infeliz el resto de mi vida. Fue muy emocionante porque me dio a leer una hoja del diario de la película, como si lo estuviese escribiendo yo y a su vez contando que me habían dado el personaje".

Y el Coral en el XII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por la mejor actuación femenina en esta película…

“Recuerdo que eso fue en el año 1991, pleno período especial en Cuba. Imagínate que hagas tu primer trabajo y de pronto te den el mayor premio que otorgan en tu país, porque después de ese está el premio nacional de cine. Es algo enorme que con 19 años hagas un protagónico en el cine, un superprotagónico y que te dirija uno de los directores más importantes que tiene ese arte en el país.

Lo que nunca se me olvidará fue aquella llamada de Fernando para explicarme y convencerme de que yo me merecía el coral, porque fue un premio muy controvertido. Había grandes actrices compitiendo por él, como Dominique Sandá, Assumpta Serna y Alina Rodríguez, entonces fue así como darle el Coral a una desconocida. Miguel Littín, en aquel entonces presidente del jurado, se me acercó y me dijo: –quiero que sepas que te mereces ese premio y que te lo dimos por mayoría absoluta de votos, porque hiciste llorar a un jurado en pleno y eso no es fácil hacerlo–. Fueron muy importantes aquellas palabras de aliento porque me sentí muy sola”.

¿Quién es Fernando Pérez en tu vida?
“Siempre digo que cuando sea grande quiero ser como Fernando Pérez y no lo alcanzaré jamás, esa sería una pretensión demasiado grande. Es la persona que no solo me abrió las puertas a mi camino profesional, sino también las puertas de su corazón, su vida y su familia; y no solo a mí, sino también a Raúl Paz. Después filmamos Madagascar y siempre me quedé conectada con él. Tenemos una relación familiar, aunque nos vemos poco porque siempre tiene mucho trabajo. Recuerdo que estaba yo en el preuniversitario cuando se hizo Clandestinos y ya tenía clarísimo que quería ser actriz. Un día lo vi y me quedé muerta. Suspiré porque me daba pena acercármele, lo vi desde lejos y dije: es increíble que ahí esté el hombre que hizo Clandestinos. Uno de los  privilegios más grandes de mi vida es estar cerca de él".

¿Cómo valoras el estado actual del cine cubano?
“Que yo conozca se está filmando muy poco o nada en este momento. Creo que tenemos la posibilidad, si abrimos las puertas a una nueva ley de cine, de continuar enriqueciendo el cine cubano. Si nos cerramos a la idea de abrir nuestra mentalidad, veo un cine cubano con muy pocas perspectivas. Pienso que hay que dar la apertura para que todo cubano director, que viva fuera o dentro de este país, pueda dirigir y sus películas sean reconocidas como cubanas. Que se les brinde la oportunidad a empresas productoras jóvenes, capacitadas y con ganas de trabajar, para sacar adelante el séptimo arte porque conocen del desarrollo de los nuevos sistemas de distribución”.

Algunas personas dicen que eres feminista y luchas contra la violencia hacia las mujeres. En ese sentido, ¿cuáles son tus leyes en la familia y en tu contexto social?
“En la casa no hay problema porque nosotras somos tres mujeres. Con mi papá es con el que es más difícil, pero incluso ya hace café. Mi pareja no es un hombre machista para nada y eso es un regalo. Llevaba mucho tiempo sola y me lo pusieron en la puerta de la casa, aunque no es cubano, tiene otra educación, no por no ser cubano, porque machismo hay en todas partes, pero yo lo tenía muy claro: yo no voy a educar a nadie.
No soy feminista a ultranza, de hecho no es que sea lo contrario tampoco. Siempre lo he llevado de una manera natural, son más bien las personas las que se han encargado de decir que yo soy feminista. Yo soy Laura. Incluso en mi práctica del budismo soy muy cuidadosa de no convertirme en fanática y decir: esta es la única verdad”.

¿Qué dejó en ti tus dos últimos filmes: Vestido de Novia y La Pared de las Palabras?
“Vestido de Novia fue un rodaje terrible realmente. Fueron escenas muy duras todo el tiempo. La escena en la que Luis Alberto vomita fue real. En realidad lo hizo porque él es él, pero eso yo no lo hago ni muerta. De hecho, se hicieron dos tomas y lo hizo en las dos. Esa secuencia fue muy dura porque yo tenía mucho miedo de que me golpeara. Uno siente mucho miedo en ese tipo de escenas porque cualquier cosa puede suceder, aunque te cuiden. Así me pasa también con las escenas de desnudo, violencia, sexo, son terribles. Todavía las veo y me estremezco y me pregunto cómo una puede pasar por todo eso. El problema es que lo tienes que construir. Aunque los golpes no sean de verdad, igual te aprietan la cara, simulan que te dan, tienes que violentarte, ponerte en un estado que no es natural, gritar, llorar.

Preparando La Pared de las Palabras, estuvimos dos meses a tiempo completo en la Quinta Canaria, un hospital psiquiátrico que está exactamente en esas condiciones que se ve en la película y donde filmamos en la peor sala. Al final nos hicimos amigos de los enfermos y el equipo completo se involucró muchísimo con ellos. Hubo pacientes que trabajaron como actores y actores que trabajaron como enfermos y lo hicieron espectacularmente bien, se prepararon a la par mía, de manera independiente y grupal.

Después de todo eso se te quedan las imágenes, los olores, los gritos, las risas. Para ello tuve que prepararme mucho e irme para el Cuerpo de Guardia de psiquiatría del Hospital Calixto García porque necesitaba ver crisis. Vi muchísimos casos tristes, sobre todo de mujeres jóvenes que llegaban completamente enloquecidas y la doctora me decía: –ponte detrás de mí–, porque ahí puede pasar cualquier cosa.

Entre las cosas más gratas que recuerdo de Vestido de Novia fue el haber estado con Isabel y Luis Alberto. Él y yo teníamos muchas ganas de trabajar juntos como pareja o como dos protagonistas y le decíamos a Fernando que escribiera un guión para nosotros. Fueron dos películas que me tiraron pa' la tonga. Cuando las terminé me dije: necesito descansar por lo menos seis meses y no hacer nada. Estos dos filmes, y después Espejuelos Oscuros, me agotaron muchísimo. Esta última ya la verán, trae sorpresas también. Salí de un tren de violencia, llanto y sufrimiento muy duro. Sobre todo de ver realidades que coexisten con uno y que a veces ni sospechas. Gente que vive en circunstancias difíciles y eso es doloroso para uno, es lo que me queda y me hace más consciente”.