El desconocido Caribe guarda historias inéditas como la de esta mujer, que ha consagrado su obra como cineasta a revelarnos voces no escuchadas, fundadoras y cultivadoras de nación.

Con una cinematografía comprometida con sus orígenes, la realizadora Euzhan Palcy, nacida en Martinica, es una de las pocas directoras negras del mundo. Alentada por François Truffaut rodó una de sus primeras cintas, La rue des cases négres (La calle de las casas negras), con la que obtuvo 17 premios internacionales. En París estudió literatura, teatro, arqueología y fotografía. Con ella hablamos sobre el papel de la mujer en las sociedades caribeñas.

«La mujer transmite la herencia cultural en muchas sociedades. Y para mí lo que debería caracterizar a una mujer en términos de cualidades, lo que respeto en las mujeres es el espíritu de justicia, de generosidad. Hablo de amor y de tolerancia. El sentido de la justicia es importante porque permite mantener un equilibrio, el orden de las cosas, el balance».

¿Qué define a la mujer caribeña?

A veces se dice que no podemos dejar de ser francesas. Prefiero afirmar que es imposible dejar de ser caribeña. Las nuestras son mujeres que levantan montañas. Son fuertes, corajudas, para quienes no existe el no. Siempre hacia adelante, nada las puede detener, sobre todo cuando se trata de defender la vida, lo justo, incluso a un hombre. Jamás digo que soy martiniqueña, aunque me siento muy orgullosa de haber nacido en Martinica. Me siento una mujer caribeña con sus cualidades y defectos. Todo eso me ha dado la fuerza, el deseo de ir lejos.

¿Cuáles son los modelos de Euzhan Palcy?

Diría que tengo dos tipos de modelos: de un lado, las mujeres caribeñas, la mujer negra, sea africana o caribeña. Y el segundo es Aimé Césaire, a quien descubrí cuando tenía doce años. No comprendía todas sus palabras y había muchos que no entendía con esa edad, pero la lectura dejaba en mí una impronta, producía un efecto extraordinario.

¿Cómo se manifiesta el tema afrocaribeño en tu obra?

Cuando joven iba y veía las películas provenientes de los Estados Unidos. A veces, si había un personaje negro, lo presentaban como un animal sin alma, alguien sin dignidad ni orgullo. Tal era la imagen degradante que nos mostraban de nosotros mismos. Eso me encolerizaba. Por eso cuando descubrí la novela La rue des cases négres, de Joseph Zobel, a mis 14 años, se convirtió en mi libro de cabecera. Sus mujeres, sus hombres, sus niños, sus cortadores de caña, eran personas que conocía. La gente me era muy familiar. Desde entonces me dije: esta va a ser mi primera película.

¿Cómo vives el compromiso ♂con tu herencia cultural durante el proceso creativo?

Pienso mucho en las mujeres que me inspiraron, que tuve cerca, que están ahí, todavía vivas. Trato de ser digna con lo que me dieron y continúan dándome. Me gustaría que ellas estuvieran orgullosas de mí, que comprendieran que fueron la semilla que germinaría y que continúan transmitiéndole a otras, a las jóvenes, no solamente del Caribe, sino también del mundo, eso que me entregaron, que guardé y que trato de cultivar día a día.

¿Una lección de vida?

Necesitamos unos de los otros, tenemos que educarnos mutuamente. Las mujeres somos en gran parte responsables del machismo porque nosotras educamos a los varones. Tuve suerte de ser educada por mis padres. Mi padre fue el primer feminista que conocí. Cuando le dije que quería ser directora de cine no me lo negó. Para mí, lo esencial en la vida es el amor en el sentido más amplio, más bello, más dulce, noble… Amo la vida y creo que el amor podría arreglar las cosas en muchos países. Digo podría porque no es así, desgraciadamente.