A 204 km al oeste de Santo Domingo, Barahona continúa despertando emociones en quienes la visitan, sobre todo cuando a la lógica turística pura de visitar lugares naturales de interés, el guía añade historias sobre un pasado glorioso lleno de mitos y leyendas. No faltaran alusiones a la cacica Anacaona o al indio rebelde Enriquillo —símbolo de rebeldía local en los tiempos de la conquista—, y al caudillo antiesclavista Toussaint Louverture, quien después de expulsar a los franceses, fundó esta ciudad allá por 1802.

Con todo, el mejor de los cuentos se escucha al borde del mar, a la vista de un Caribe esplendoroso, cálido y poco profundo, que mucho merodeó el pirata Cofresí en tiempos del auge de las tibias y las calaveras, de quien se dice escondió botijas con tesoros y doblones a la altura de Punta Inglesa, creencia reforzada a través del tiempo con algunos hallazgos en las inmediaciones de La Ciénaga y las playas cercanas al poblado de Juan Esteban, donde apareció un cofre con piedras preciosas y diversas joyas.

En la región existen yacimientos de sal gema y de yeso, en la ladera norte de la Sierra del Bahoruco, mientras en la parte sur se encuentran profundas capas de tierra roja, rica en alúmina, de donde se extrae bauxita, mármol y ónix.

Lago Enriquillo Se alimenta por un antiguo canal marino y está al fondo de una depresión tectónica localizada a más de 45 metros sobre el nivel del mar, con la isla Cabritos al centro. Es el mayor lago de las Antillas, con 260 kilómetros cuadrados de espejo de agua y el más salino --tres veces más que el Mar Caribe--, bordeado por hermosos balnearios de aguas sulfurosas y frías con poderes curativos y en medio de varios yacimientos arqueológicos prehispánicos, entre los que se incluyen pinturas rupestres.