Museo del Tabaco de Cuba, historia en movimiento
Puede que el placer de fumar un Habano sea un acto efímero, pero la historia del tabaco cubano se extiende por siglos y su impronta está recogida en el Museo del Tabaco del centro histórico de la Habana Vieja.
Cuando se habla de museos se piensa en objetos estáticos y edificaciones apacibles. Sin embargo, el Museo del Tabaco de Cuba es una institución en constante movimiento, que no solo recoge la historia de ese producto con Denominación de Origen Protegida, sino que resulta un sitio proveedor de criterios culturales acerca del ritual que acompaña al buen fumador.
De hecho, en sus orígenes conocidos antes de la conquista de América, el tabaco formaba parte de los ritos aborígenes, y ha llegado al siglo XXI con el mismo encanto placentero y, tal vez, idéntica magia percibida por los sentidos. Porque el puro se disfruta con la vista, el paladar, el olfato, e incluso el oído y el tacto, pues casi siempre cuando se escoge uno se le acaricia cerca de la oreja.
La producción de Habanos tiene, por suerte, muy bien definida su información a través de anillas, sellos y decoraciones, entre otros elementos. En el Museo del Tabaco se guarda una extraordinaria colección de litografías a través de las cuales podemos transitar por diferentes etapas de la historia de esa industria en Cuba: desde las primeras realizadas a un solo color, las más antiguas que datan de los años 60 y 70 del siglo XIX, pasando por las de colores y las llamadas pan de oro, relacionadas con un momento de esplendor del arte litográfico en general. Más allá de sus valores artísticos, en ellas se muestran escenas de época que resultan verdaderos documentos históricos.
También el arte representa este fabuloso universo del tabaco, en óleos que reflejan el acto de fumar, los campos de cultivo, las vegas, los procesos productivos, que forman parte de la colección pictórica del museo.
Si algo no podría faltar en un sitio como este son los diversos utensilios utilizados por los fumadores en diferentes etapas. Los hay valiosos por su material, tanto en madera, cerámica, marfil o metal, como por su decoración de disímiles estilos. Muy curiosos son las pipas, encendedores, ceniceros y todo tipo de envase con caprichosas formas. Algunos semejan objetos realmente insólitos: revólveres y pistolas, cañones, ametralladoras, teléfonos y cámaras fotográficas, y hasta sombreros de cowboy y lámparas que recuerdan el cuento de Aladino.
Zoe Nocedo, directora del Museo, estima en unas 150 las donaciones llegadas a la institución entre 2011 y 2012 procedentes de varios países. Pero esto es solo la parte visual. El centro despliega además una gran actividad con proyectos dirigidos a la conservación y la promoción de la cultura tabacalera, uno de los pilares de la nacionalidad.
Destaca Zoe la popularidad de un diplomado que ha graduado más de 800 especialistas vinculados al mundo del Habano, e incorpora un claustro de 34 personalidades de ese universo e investigadores de otras esferas. La intención es ver el tabaco de forma integral, para lo cual trata temas de historia, arte y cultura, cultivo, preindustria e industria, comercialización y maridaje.
Asimismo, realizan el curso Habanos: cultura y maridaje, que profundiza en temas históricos y características de los productos que pueden acompañar al Habano. Se han estudiado vinos, cognac, vermouth, rones, whiskies, todo el complejo de bebidas que pueden participar, y se incluyen conferencias sobre las aguas, el café, el chocolate, así como una parte práctica de maridajes.
El Coloquio «Flores del Habano» y el proyecto cultural Amigas del Habano se basan en estrategias establecidas a partir de investigaciones que han proporcionado aristas para trabajar con las mujeres, mayoritarias en el sector tabacalero. Llega a su edición número 14, dedicada al Día Internacional de la Mujer.
Resulta de suma importancia que el Museo se haya propuesto atender a los lectores de tabaquería, una figura única en el universo industrial y oriunda de Cuba. Las gestiones de la entidad han promovido que se considere este oficio como Patrimonio Cultural de la Nación, y se procura que sea considerada dentro del Patrimonio Oral e inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Las acciones de esta institución marcan una diferencia con el habitual sentido de inmovilidad que despiertan los museos, pues incluso ha salido de sus límites físicos para visitar otros territorios dentro y fuera de Cuba. Perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana, es un vehículo de comunicación esencial para conocer la encantadora historia de ese producto Premium que lleva la cubanía a la universalidad: el Habano.