Una vez más, Giorgio Gucci acompaña al Festival del Habano en su decimoquinta edición, y aprovecha este nuevo contacto con los lectores de nuestra revista para anticiparnos algunas novedades de la marca en Cuba.

Giorgio Gucci, creador de confecciones y accesorios femeninos de prestigiosa estirpe, atesora entre las anécdotas vinculadas con su tradicional contribución con el Festival del Habano aquella subasta en la que una señora convenció a su esposo de comprar el humidor más caro porque deseaba quedarse con el bolso de piel Giorgio G que lo acompañaba.

Representante de la tercera generación de la firma Gucci fundada por su abuelo Guccio Gucci a principios de 1900, ha concebido para Cuba esa marca que, en 13 boutiques de la Isla, oferta sus productos de primerísima calidad a un precio algo más asequible que en otras partes del mundo, dadas las características del mercado local, pero con una recepción considerable entre quienes saben distinguir el buen gusto.

De ahí que durante más de diez años su creación se haya asociado al Habano, pues comparten la misma categoría de artículos de lujo. Para Giorgio se trata, en definitiva, de «intercambiar el placer porque las personas vistan la ropa que diseño con el cigarro cubano, que es el mejor del mundo», dice, y agrega sonriendo: «de vez en cuando me gusta probarlo». 

Carismático y sociable, mientras porta con elegancia un puro entre sus dedos, se mueve por la tienda del hotel Comodoro intercambiando con las vendedoras y los clientes, que no salen de su asombro ante la sorpresa de conocer al creador de los bolsos, ropa y calzado en exhibición. 

Con el buen humor que debe caracterizar a un italiano, declara que «la relación con el cliente es la mejor forma de publicidad. Me gusta escuchar su opinión y también explicar los detalles y las decoraciones, los motivos que diferencian a mis creaciones de otras más comunes, y trasmitir esa pasión a las vendedoras, a quienes, por cierto, les agradezco muchísimo, además de a las empresas que compran mi producto y que me han permitido establecerme en Cuba».

Giorgio se extiende al hablar de cómo le han inspirado «la intensidad de los colores de la naturaleza cubana, en especial de las flores, y la excepcional belleza femenina, para la cual solo he tenido que hacer el marco del cuadro, porque ellas son el mejor producto».

Siendo él mismo un artista, se ha acercado a creadores locales como Eduardo Roca «Choco», Nelson Domínguez, o el pianista Frank Fernández, cuyas interpretaciones musicales le trasmiten «una atmósfera de Cuba que me da vigor para trabajar». Prueba de lo provechoso de sus relaciones artísticas son los productos vinculados con la obra de su paisano, el pintor Antonio Corpora.

Además de en Florencia, una de las cunas del arte italiano y universal, la empresa de Giorgio radica en Roma y en Barcelona, donde cuenta con jóvenes diseñadores salidos de escuelas de arte con quienes «desarrollamos ideas y trabajamos juntos, y ese intercambio contribuye al producto final».

Al finalizar la conversación, Giorgio anuncia que se apresta a abrir una nueva boutique en el Palacio de la Artesanía de La Habana Vieja, una confirmación de su presencia en el país, donde cuenta con cerca de 30 establecimientos en la capital y en sitios de importancia turística como Santiago de Cuba, Holguín, Trinidad y Varadero.