Omara Portuondo, la música nos pertenece
La diva del Buena Vista Social Club, Omara Portuondo, protagoniza este año la gala de clausura del XV Festival del Habano. Aunque confiesa que no fuma, tampoco ella puede sustraerse de la magia que emana de toda la tradición que acompaña a los Habanos.
Hay experiencias que Omara Portuondo, la diva del Buena Vista Social Club, repetiría una, otra y otra vez, y siempre le agradecería a la vida por ofrecerle la oportunidad de impresionar a sus ojos.
«Nada comparable a un amanecer en Pinar del Río. Me admira la belleza de esa prodigiosa tierra donde se da el mejor tabaco del mundo. Ese verde que contrasta con el azul intenso de nuestro cielo y la blancura impecable de las nubes… ¿Te imaginas si ese paisaje se replicara en muchos otros sitios de esta hermosa Isla? Esta sería aún más irresistible. Y pensar que todavía hay muchos que no han tenido el privilegio de precisar la vista espectacular que regala una vega. ¡No saben lo que se están perdiendo!», dice con pasión.
«Cierto que no fumo, pero mis amigos me han contado que disfrutar de un puro es como viajar al paraíso. Puedo entender a qué se refieren con solo dejarme llevar por su aroma, que me fascina. Y luego, su textura, con esas hojas que parecen surcadas por venas que transportan la sangre de Cuba; y su humo, que dibuja como esculturas en el aire… Ese mundo me maravilla. Sin dudas, se trata de un obsequio divino que nos hizo la naturaleza. Efectivamente, no lo he degustado, pero me llena de orgullo, porque nos identifica, como mismo lo hacen nuestras palmas reales, el tocororo, el azúcar…», asegura esta inmensa intérprete de la música cubana, bautizada como la eterna novia del feeling.
Por eso la gran Omara admite que no se pudo negar cuando la invitaron a que protagonizara el espectáculo con el cual cerrará la decimoquinta edición del Festival Internacional del Habano.
«De hecho –enfatiza–, no es la primera vez que saludo con mi voz a un evento de tanto prestigio. Estuve en el momento en que Compay Segundo se convirtió en la figura principal de la gala. ¡Ese grande de nuestra música, tabaquero de oficio y cubano rellollo, sí que era un fumador empedernido!
»Con el tabaco me ocurre algo curioso. Siento su aroma y de inmediato mi mente se traslada a mi infancia. Entonces, aparece la silueta de mi padrino, Aníbal Peña. De niña, me sentaba a su lado en una sillita de madera para enseñarme a despalillar las hojas del tabaco. Y yo me quedaba alelada con los puros que él torcía, los cuales quedaban como si fueran obras de arte, ¡tan perfectos y con tanta gracia…!
»Tampoco olvido a otro grande de nuestra historia: Lázaro Peña, líder sindicalista a quien conocí personalmente en nuestros encuentros de feeling en Cayo Hueso (barrio de La Habana). Él, quien llegó a trabajar en la fábrica de tabacos El Crédito, donde se convirtió en un dirigente obrero de notable prestigio, amaba la música y le encantaba recitar poemas».
Hace un momento usted afirmaba algo en lo que le asiste toda la razón: decir Cuba es decir palma real, tocororo, azúcar…, pero también Omara Portuondo.
¿Tú crees? Me parece que exageras… ¿Tan alto he llegado? (sonríe, pero su auténtica modestia la descubre algo turbada).
Tan alto ha llegado.
Tal vez tengas razón, pero al igual que esta tierra ha sido bendecida con su tabaco, ron, azúcar, su gente…, ha sido bendecida por su música. ¡Existen tantos intérpretes fabulosos, célebres, a quienes admiro y respeto! ¿Sabes? Cuando actúo por el mundo siempre me preguntan lo mismo: ¿Y por qué en Cuba abundan tantos músicos buenos? Yo se lo atribuyo a la gracia de esta isla única, bañada por el mar donde el sol a veces se ensaña.
«Claro, contamos con magníficas escuelas de arte, con maestros de primera, pero ello no serviría de mucho si la música que nos legaron nuestros abuelos africanos y españoles no ocupara cada partícula de nuestro ser. La música nos pertenece.
»Dondequiera que vas hallas melodía: en una palma que se mece, en el trinar de los pájaros, en la cadencia de las mujeres y los hombres al caminar… No tenemos petróleo, ni oro, ni brillantes, pero sí música de la más genuina. ¡Esa es una de nuestras joyas! ¡El tabaco es otra!»
Seguramente ello explica por qué desde pequeña usted hizo tan suya a la música.
«Hay una cosa real, y es que la naturaleza te dota, o no, de esas condiciones especiales para cantar. Y mis padres, desde que era una niña, supieron que yo las poseía. No eran músicos, pero igual nacieron con unas voces muy afinadas y oídos privilegiados.
»No olvidaré que siempre, a la hora del almuerzo o de la comida, ellos se ponían a cantar a dúo. Un día, aunque mis otros dos hermanos igual podían hacerlo, mi padre me llamó: “Omarita, siéntate aquí. Ven a ver si puedes hacer esta melodía”. Entonces, con la primera voz, me cantó Veinte años. Qué te importa que te ame, si tú no me quieres ya… (Omara rompe a cantar y el lugar donde conversamos de pronto se ilumina). Y yo lo seguí.
»Él me miró con una luz muy particular en sus ojos e insistió: “A ver, haz ahora esta otra melodía”, y acudió a la segunda voz para volver a interpretar la canción inmortal de María Teresa Vera, esa que nunca he podido dejar de cantar. “¡Pero, Omarita, tú serás una gran cantante!”, vaticinó. “Vas a representar a tu país en muchas partes del planeta”. Algo que él ya había hecho como pelotero. Estuvo entre los primeros negros cubanos que viajó a Norteamérica a jugar béisbol.
»Pues bien, de esa manera me fui involucrando en la música. Después, la vida me permitió conocer a la gente del feeling cuando estudiaba en el Bachillerato. Pero llegué incluso a bailar con Alberto Alonso y Sonia Calero, y también en Tropicana, sustituyendo a una muchacha que, a punto de estrenarse un espectáculo, no conseguía resolver sus problemas con la memoria coreográfica y el ritmo…
»Así fueron sucediéndome cosas significativas sin que las buscara, como conocer, por ejemplo, a Luis Carbonell, con quien trabajé en el teatro. Mientras él recitaba, yo iba improvisando, porque Alberto Alonso confiaba mucho en mí. Igual, conocí a estrellas indiscutibles como Rita Montaner, Bola de Nieve, Esther Borja, esa mujer admirable…
»Y bueno, el resto ya es historia contada: formé parte de la orquesta Anacaona, del cuarteto de Orlando de la Rosa y de las D’Aida, he desarrollado una intensa carrera como solista e integrado el proyecto Buena Vista Social Club…».
¿Cuál es el secreto de Omara para preservar esa voz que va de lo sublime…?
¿A lo no ridículo? (con otra sonrisa, termina mi pregunta). Será que uno ama lo que hace hasta el infinito.
¿Entonces no hay ninguna fórmula?
Ninguna. Es obra de la naturaleza.
¿Ni gárgaras ni clara de huevo?
No, no, las gárgaras solo para cuando me duele la garganta, y las claras para hacer merengue.
Santiago Alfonso, Homenaje al cabaret
Debería ser «pan comido» para el maestro Santiago Alfonso dirigir los espectáculos del Festival Internacional del Habano, y sobre todo aquel que tendrá como figura central a Omara Portuondo, el cual rendirá homenaje al cabaret.
Pero él, Premio Nacional de la Danza y quien impusiera un sello como director artístico de Tropicana, el cabaret más afamado de Cuba, admite que «nunca se sabe cuándo un zapato te puede quedar grande». Y se explica: «Es una gala muy ambiciosa, pues así es el deseo de Habanos, S.A. Con mis tantos años de experiencia, pudiera parecer algo muy sencillo, pero constituye realmente un enorme reto. No obstante, hemos trabajado arduamente, velado por cada detalle para ofrecer, durante cuatro horas de una noche, un espectáculo de lujo».
Ni siquiera lo tranquiliza el hecho de llevar tres años asumiendo esta responsabilidad. Por eso ha decidido convocar, para que acompañen a Omara en esta edición XV del Festival, a grandes intérpretes de la cancionística nacional: Paulito FG, Vania Borges, Mayito Rivera, Luna Manzanares, Osiris (violinista); a su compañía, a Emilio Morales y su grupo, así como a la Orquesta y el Coro del Instituto Cubano de Radio y Televisión, dirigidos por el maestro Miguel Patterson, quien junto a Morales se han encargado de los arreglos y las orquestaciones musicales.
«De cualquier manera –enfatiza Santiago Alfonso–, la meta es elevada. Porque se trata de Omara Portuondo, la primera voz de esta Isla. Pero me atrapan los desafíos».