El más hermoso refugio para un Habano
En Cuba, la cultura del tabaco está asociada a tradiciones que se transmiten de generación en generación. Entre ellas, la elaboración artesanal de humidores y otros elementos que forman parte del ritual y las pertenencias de un buen fumador, nos ha deparado recuerdos que vale la pena evocar.
Desde que se iniciaran las subastas vinculadas con el Festival del Habano, en 1999, esta práctica permite a los privilegiados que ganan la puja hacerse no solo con espectaculares tabacos de las mejores marcas cubanas, sino llevarse con ellos magníficas obras de arte elaboradas por artesanos artistas del país. Los humidores forman parte ineludible del universo de los puros y de sus fieles consumidores. Estas joyas, realizadas en los más disímiles materiales, alcanzan cotas de calidad admirables, gracias al afán de sus creadores por ofrecer el mejor y más hermoso refugio a ese tesoro del buen gusto y la elegancia que son los Habanos.
Compartimos con nuestros lectores las vivencias que, en ocasión del XV Festival del Habano, nos hicieron llegar tres artesanos con una larga trayectoria vinculada al mundo de los mejores tabacos del mundo.
Raúl Valladares:
El tabaco cubano es cultura
Al conocer que se había librado una licitación para crear una imagen que distinguiera al Premio Habano del Año, Valladares no lo dudó. «Fue estar en el momento adecuado y el lugar preciso», afirma antes de revelar, por primera vez, las circunstancias en que conoció de la convocatoria.
«Estaba sentado en una galería conversando con un grupo de artistas, y en ese instante se habló de la licitación. Indagué un poco a dónde habría que llevar el proyecto o el boceto. Han pasado más de 17 años. Recuerdo que llegué a mi estudio y me puse a pensar cómo representar un gran fumador, considerando que debía tener unas características especiales. Primero, tenía que ser muy elegante; debía mostrarse fumando para que los ganadores del reconocimiento se sintieran identificados; cuando lo vieran, en un instante, era necesario que se representaran las tres categorías (negocios, comunicación y producción). Me pareció difícil plasmar esos detalles en un proyecto bidimensional, así que tomé el riesgo y realicé una escultura en plata».
Con ella se presentó en la agencia encargada de la licitación, lleno de inquietud, pues en esos momentos no era un artista reconocido y disponía de pocos recursos, los cuales había arriesgado en esta pieza de más de 30 cm.
«Imagine usted que el primer Premio Habano recorrió la ciudad en bicicleta a mis espaldas. Esa misma escultura que hoy es tan famosa y codiciada. Que el primer “Oscar” de los Habanos, que es el que tiene el señor Pedro Pérez (presidente de Tabacalera S.A. en ese momento), haya recorrido La Habana en semejantes condiciones… para llegar al destino, es algo que recuerdo con mucho cariño».
Antes de adentrarse en otros temas, Valladares insiste en un detalle, para nada pequeño: «Los Hombres Habanos son hechos a mano uno por uno, es decir, no existe un molde. Son conformados con técnicas milenarias de orfebrería, y cada vez que los hago siento el mismo cariño y respeto, como si fuera la primera vez».
Además de tener en su haber esta magnífica escultura, este artesano se ha entregado a la elaboración de humidores.
«El humidor en sí es un contenedor para los tabacos, cuya función es almacenar, conservar y mantener la humedad adecuada del tabaco, que es el producto Premium más importante de Cuba. De hecho, el tabaco es cultura, hecho a mano por torcedores que son verdaderos artesanos, pero no deja de ser un producto comercial, y siempre mi máxima ha sido convertir los humidores en obras de arte, y por esto quiero decir en esculturas, y en el mundo entero muchas veces el concepto es que arte y mercado deben estar lo más lejos posible», explica.
«No soy un fabricante de humidores, no me dedico a hacerlos para vender, solamente hago los de la subasta. Muchas veces he estado preparando uno todo un año, y casi 50 % de mis humidores han sido donados, porque sé perfectamente que el destino del dinero recaudado es la Salud Pública cubana», insiste, antes de revelarnos algunas preferencias: «Siempre me he sentido muy cómodo realizando los humidores Cohiba. Además de ser la marca emblemática de Habanos, su diseño es muy bello, futurista, pop y va muy bien con el estilo de mi trabajo. Los humidores Cohiba me han dado mucha alegría y satisfacción en la subasta, momentos alegres. Me gustaría agradecer a quienes, de la forma más generosa posible, compran estas obras para ayudar a nuestro país».
Sin embargo, el que ha realizado con más pasión, amor y esfuerzo fue el de Vegas Robaina, que elaboró con mucho respeto para alguien que fue su amigo, Alejandro Robaina, cuya historia intentó reflejar durante un proceso de un año, desde que ese gran veguero cubano falleció. Lamentablemente, el humidor no se vendió, pero Valladares lo sigue considerando «el más bello» de cuantos ha realizado. Así es el arte: depara alegrías y tristezas, asegura sin amargura, mientras sueña otro homenaje a Robaina.
En este punto, y ante la próxima edición del Festival del Habano, se impone una pregunta: ¿cómo valora su participación en varias convocatorias?
«Todos mis ancestros paternos han sido tabaqueros o han estado vinculados con el mundo del Habano. Ellos querían que siguiera sus pasos y, por supuesto, crecí entre galeras y torcedores, pero escogí ser orfebre y escultor, y Habanos y sus festivales constituyen casi la mitad de mi trayectoria artística, aunque mi obra se ocupa también de otras temáticas, futuristas, ecologistas y surrealistas. Pero al llegar el mes de septiembre todos los años, mis inquietudes me llevan a pensar y trabajar en función de Habanos y su Festival».
Ernesto Aguilera: El arte de proteger a una obra de arte
«Se nos ha brindado una oportunidad única, exclusiva, de acompañar con nuestra obra al mejor tabaco del mundo; de llevar nuestra modesta cultura al desarrollo de estos humidores que, a la par, en un reconocido aporte social, contribuyen a recaudar fondos, gracias a la gestión de Habanos, S.A., para el sistema de Salud Pública cubano», explica Ernesto Aguilera, quien encabeza un equipo de artesanos-artistas que trabaja hace más de una década los muebles destinados a conservar este excepcional producto.
«Ha sido importante poder reflejar los vuelos de nuestras fantasías en torno a un mundo tan rico culturalmente, con tanta historia. El Festival del Habano es un suceso anual de renombre y en él participan personalidades mundialmente conocidas, de las más disímiles ramas, unidos por la mística atracción hacia un mundo cautivador y apasionante, cuyo personaje principal es el Habano», dice mientras enumera algunas de las experiencias que han sedimentado su labor en este entorno.
«Ha sido todo un reto desde el punto de vista creativo. Hemos tenido que respetar al máximo los códigos de las marcas, la cultura del tabaco, la rica historia de Cuba; buscar ideas que vayan más allá de la simple reproducción de un logo, pues estamos trabajando para una obra de arte en sí misma, teniendo en cuenta que cada tabaco es hecho a mano. Mi equipo de trabajo y yo hemos disfrutado mucho. Ha sido una bendición y el secreto del éxito es que lo hemos disfrutado sobremanera a cada instante», insiste.
Entre los humidores que más satisfacciones le han traído figuran los destinados a las marcas Punch y Montecristo. «Han dejado un rico sabor en mi vida, solo comparable con la sensación gustativa que deja un buen Habano. Ha sido una aventura realizar estas piezas. De alguna forma siento que encarno en el papel de los personajes, cual si surgiera magia en el proceso», confiesa Aguilera.
No obstante, su mayor desafío ha sido producir los muebles para la marca Cohíba. «Nos ha obligado a estudiar y a prepararnos, a no conformarnos con lo que hacemos».
Evidentemente, la inconformidad es un buen camino hacia el éxito. «Es la base para continuar desarrollándonos, pero estamos muy agradecidos de haber representado a tan prestigiosa marca y haber hecho muebles a control remoto, con un sistema mecánico que permite que las gavetas asciendan, para comodidad, beneplácito y orgullo del cliente».
Los trabajos de Aguilera y su equipo se basan en la fusión de tres técnicas: la ebanistería, la marquetería y la orfebrería como detalle. «Este último elemento ha sido básico en nuestros diseños, si tenemos en cuenta que mi formación fue como artesano-orfebre».
»Al descubrir la madera pasamos a un nivel increíble, vimos en ella una nobleza asombrosa, una novia que todavía hoy estamos conociendo y enamorando», agrega; y evoca cómo inicialmente pensaron que el metal, por su valor, podría tener una fuerza mayor que la madera.
«No resultó así», concluye, y subraya que hoy sigue tratando de «utilizar las tres técnicas en función de nuestros diseños, respetando cada vez más la madera, su lenguaje. Ella es como la madre de todo este proceso. Como valor agregado utilizamos maderas antiguas (las hay de más de 50 y hasta 100 años), lo que imprime a nuestras piezas una fuerza y un carácter únicos en sus colores y texturas».
Esa materia prima, que en algunos casos perteneció a propiedades de familias cubanas, ahora renovada, reencarna en los muebles de Aguilera. «Cada día aprendemos de nuestro proyecto, tenemos un diálogo abierto con nuestras piezas y nos hablan de nuevas y atrevidas formas de reflejarnos y reflejar nuestra cultura en ellas, sin olvidar que serán el hogar funcional de otra obra de arte: el tabaco cubano, cuyo nacimiento se remite a las venas de nuestro suelo, y cuyo propósito final le hace perpetuo por su grandeza y distinción», confiesa.
Julio Garrido: Codo a codo con la élite en el mundo del Habano
«La participación en los Festivales del Habano ha sido de gran importancia para mí como artista-artesano, no solo desde el punto de vista económico, sino para la promoción de mi obra, ya que la ha divulgado en el mundo, la valora y además la actualiza. Una oportunidad como esta te da la posibilidad de estar codo a codo con la élite de quienes se dedican a crear obras del mismo género que la tuya, y también aprecias en qué nivel estás».
De ese modo define este creador su vínculo con el mundo del Habano y de su Festival, del que afirma que solo estar ahí representa ya «un reconocimiento al trabajo realizado por cada uno de nosotros y a nuestra obra».
Autor de exquisitos humidores para la subasta que cada año organiza el evento, confiesa sentirse muy satisfecho con cada uno de ellos, pues ha depositado en esas obras su talento y su corazón: «hay esfuerzos y sacrificios, horas sin dormir, trabajando en el diseño y ejecutando la obra con mucho amor para al final lograr que sea reconocida y admirada»