- El Salvador. Joyas de catálogo.
POR SEGUNDA VEZ, EL SALVADOR SE CONVIRTIÓ EN EL ANFITRIÓN DE LA FERIA CENTROAMÉRICA TRAVEL MARKET (CATM), UN EVENTO QUE LE PERMITIÓ CONQUISTAR LA ADMIRACIÓN DE PROFESIONALES DE EUROPA, CON SUS PRINCIPALES ATRACTIVOS TURÍSTICOS
El Boquerón, Joya de Cerén, los sitios arqueológicos San Andrés, Casa Blanca y Tazumal, Santa Ana, Ruta de las Flores, el Malecón del Puerto de La Libertad, Centro Histórico de San Salvador, Bahía de Jiquilisco y playas del oriente de El Salvador se las arreglan solos para enamorar a quien sea sensible ante la rotunda belleza.
Bien lo saben las autoridades del Ministerio de de esa nación, que eligieron atinadamente estas singularidades para presentárselas a los 78 profesionales del sector y 26 medios de comunicación que este octubre fueron convocados para participar en la XI Feria Centroamérica Travel Market (CATM).
Idéntico a como sucedió en 2009, cuando asumió la sede sin haber tenido una experiencia similar, El Salvador se convirtió en el epicentro turístico más importante de la región centroamericana, «lo que nos ha dado la oportunidad de exponer los principales atractivos de nuestro país ante profesionales de Europa», afirmó por esos días José Napoleón Duarte Durán, el titular del ramo.
Y como correspondía a una ocasión tan especial, de inmediato se organizaron varios tours hacia destinos que seguramente encabezarán prestigiosos catálogos, como la Ruta de las Flores, uno de esos mágicos recorridos que le descubre al visitante la impresionante riqueza natural, cultural y gastronómica de la nación que ha contribuido a que al cierre de 2016 Centroamérica registrara la llegada de 21,4 millones de visitantes (un 6,5 % de crecimiento respecto a 2015).
GRANDES TESOROS
Dos departamentos del oeste de El Salvador tienen el privilegio de conformar la Ruta de las Flores, Sonsonate y Ahuachapán, los cuales aportan cinco pueblos a este itinerario de lujo: Apaneca (la ciudad más alta en El Salvador con sus 1 455 m.s.n.m.), Juayua (dueño de la Iglesia del Cristo Negro de más de 500 años de antigüedad), Ataco (reconocido por sus telares de pedal), Nahuizalco (centro indígena que sobresale por sus artesanías y muebles elaborados con tule y mimbre) y Salcoatitan (el lugar donde, allá por 1860, se realizaron las primeras plantaciones de café en el país).
Por lo general, el encantamiento comienza por Nahuizalco para quien esté dispuesto a dejarse hechizar partiendo desde la capital del país, aprovechando que se localiza a 70 km de distancia de la misma. En lo adelante, el camino lo llevará de una sorpresa en otra: desde el encuentro con el mercado nocturno donde la iluminación solo está permitida si proviene de una vela, hasta vivir la oportunidad de presenciar las enormes esculturas del sitio arqueológico Santa Leticia, que cuentan más de 25 000 años; la cascada Los chorros de la Calera o la laguna de Las ranas, antes de enfrentarse a los manjares que tan hospitalariamente suelen ofrecer en los irrepetibles festivales gastronómicos que crean.
Si quien viaja busca una propuesta que pone a prueba su paladar, entonces tendrá que arreglárselas para conseguir que lo lleven hasta el complejo turístico que desde el 2012 señorea en el puerto de La Libertad, con sus 16 restauranes donde preparan el marisco de un modo que hace olvidar la etiqueta, pues uno termina chupándose los dedos como consecuencia del placer que completa una vista panorámica de película, con aquellas olas que «provocan» a la gravedad para luego deshacerse contra las rocas.
Para los amantes de la naturaleza profusa, de la fauna exótica, con representantes como el torogoz, el tepezcuintle o los tucanes; y los bosques subtropicales, que además gustan de unir la adquisición de conocimientos con fuerte actividad física, El Boquerón podría resultar perfecto. Así se nombra el cráter del Volcán de Quezaltepeque, un macizo complejo que incluye los picos Picacho (1 967 m.s.n.m.) y Jabalí (1 397 m.s.n.m.), y está situado al oeste de San Salvador. Cuentan que en ese lugar existió un lago que desapareció debido a la erupción de 1917, pero que, sin embargo, dejó un minivolcán conocido popularmente como Boqueroncito, el cual exige a quien desee ascenderlo estar en excelente forma.
Ponerse en contacto con la historia de los asentamientos indígenas antes de la conquista española puede significar una vivencia que marque para siempre. Comprobado está que no hay quien permanezca indiferente ante la Joya de Cerén o el sitio arqueológico San Andrés, enclavado no muy lejos de otro asombro: Tazumal.
Descubierta accidentalmente en 1976 en el municipio de San Juan Opico, la llamada Joya de Cerén tuvo el mismo destino que las ciudades romanas de Herculano y Pompeya –algunos la nombran la Pompeya de América: una comunidad que hacia el año 600 d.C. aproximadamente, quedó sepultada repentinamente a causa de una erupción del volcán Laguna Caldera. Cruel final que, sin embargo, posibilitó el hallazgo de un sitio en perfecto estado de conservación (durante 1 400 años lo cubrieron diez capas de ceniza), el cual ha arrojado luz sobre la existencia cotidiana de los agricultores mesoamericanos de entonces, al mostrarnos cómo eran sus dormitorios, áreas de cocina o para los actos religiosos; bodegas, baños de vapor, jardines caseros...
A solo 5 km de Joya de Cerén –Patrimonio de la Humanidad desde 1993– aparece San Andrés. Por todo lo que se ha encontrado, se cree que constituyó un centro de poder maya que dominó el Valle de Zapotitlá. Las evidencias dicen que desde allí se realizaron intercambios comerciales con Copán (ahora Honduras) y con Teotihuacán en México, al igual que con poblados de Belice y Petén (Guatemala).
Es San Andrés uno de esos sitios que no solo posicionará a El Salvador como un gran destino, sino también a Centroamérica, por su extraordinaria riqueza natural y legado cultural.