- La historia del Perú ante sus ojos.
EL MUSEO TUMBAS REALES DE SIPÁN EXHIBE UNA EXTRAORDINARIA COLECCIÓN DE PIEZAS QUE ATRAE A DIARIO MILES DE CURIOSOS, QUIENES HAN LOGRADO UBICAR AL AFAMADO SANTUARIO COMO EL MÁS CONCURRIDO DEL PAÍS
Permanecer indiferente era imposible. De hecho, no quedó ni una sola publicación de prestigio en el mundo que lograra mantenerse sin ofrecerles sus páginas a uno de los acontecimientos arqueológicos más espectaculares del siglo XX, y del que todavía se habla con orgullo: la tumba del Señor de Sipán. Ocurrió en julio de 1987, cuando en un instante, como un regalo divino, la impresionante historia del Perú se puso ante los ojos de seguro desorbitados del arqueólogo Walter Alba, su colega Luis Chero y de su equipo de trabajo. La emoción debió haber sido enorme porque acababan de encontrar la primera prueba completa, sin restos de saqueos ni desperfectos, de un entierro llevado a cabo por una civilización más antigua que los Incas en esa mítica tierra americana.
En el valle de Moche, en Sipán, distrito de Zaña, se produjo el hallazgo pocos meses después de que iniciaran las excavaciones que finalmente condujeron a una cámara subterránea de 25 m2, «custodiada» por un guerrero con los pies cortados para que ejerciera vigilancia perpetua sobre «aquel conjunto perfecto, sorprendentemente simétrico, y de unas riquezas incalculables», expresaban las notas que circularon por doquier.
«En total, más de 600 objetos prácticamente intactos dentro de la tumba. Las riquezas y honores con los que fue enterrado demuestran la importancia que alcanzó su figura durante su mandato. En su centro destaca la pequeña figura de un señor cubierto de joyas, entre ellas un disco de 92 mm de diámetro hecho de turquesas, coral y lapislázuli, rodeado de esferas de oro puro. La vestimenta del señor también lucía turquesas y una corona de oro. Los huecos de los ojos se habían llenado con dos réplicas de sus ojos en oro. El mentón estaba protegido por una máscara, igualmente en oro, y la nariz por una nariguera del mismo metal precioso. El pecho tenía once pectorales con conchas de colores, brazaletes con turquesas, un lingote de oro en su mano derecha (el Sol) y uno de plata en la izquierda (la Luna). A su lado un cetro rematado en una pirámide de oro, y finalmente un collar con 71 esferas de oro. Pero el mayor tesoro encontrado fue una diadema de 62 cm de ancho y 42 cm de alto, cómo no, de oro».
Pero, ¿quién habrá sido ese personaje tan majestuoso del antiguo Perú, rodeado por joyas exquisitamente labradas en cobre, oro y plata con piedras preciosas, piezas de cerámica, huacos, vasijas, textiles, entierros...? Los estudios de ADN no solo pudieron determinar estatura, rasgos faciales, color de piel, ojos, pelo y edad del dignatario, sino que lo situaron como perteneciente a la cultura moche o mochica: una civilización que dominó la costa norte de este fabuloso país durante aproximadamente los años 100 y 700 de nuestra era.
Aún se investiga sobre la que está considerada entre las sociedades más avanzadas de la América precolombina: predominantemente agraria, contaban con desarrolladas obras arquitectónicas y de ingeniería, como los complejos sistemas de canales y presas que construyeron para controlar el agua que necesitaban para sus cultivos, los templos que erigieron en forma de pirámides truncadas, como la que se reprodujo para edificar el Museo Tumbas Reales de Sipán, el espectacular santuario que exhibe una extraordinaria colección de piezas que atrae a diario miles de curiosos, quienes no solo han impuesto récord de visitantes, sino que también han logrado ubicar a la afamada instalación como la más concurrida del Perú.
Abierto diez horas diarias, de martes a domingo, el museo permite apreciar por medio de los tesoros que muestra, por ejemplo, las adelantadas técnicas de trabajo con los metales que empleaban, como el laminado, el alambrado o la soldadura, agracias a las cuales podían concebir composiciones enormemente complejas. Se trata de fascinantes creaciones que el visitante puede observar cuando, ya adentro de la edificación, se dispone a realizar de arriba hacia abajo el mismo recorrido que revive la experiencia del descubridor del Señor de Sipán: un hallazgo que hizo palidecer de envidia a la famosa tumba egipcia de Tutankamón y a los Guerreros de Terracota en Xian, China. Porque así son las cosas del Perú.