El afamado pianista Chucho Valdés atesora varios Premios Grammy/Celebrated pianist Chucho Valdes has nabbed several Grammy awards.
Boby Carcassés, uno de los principales exponentes del jazz en Cuba/Boby Carcassés, one of Cuba's top jazz performers.
La reciente celebración en Cuba del Día Internacional del Jazz es un reconocimiento al aporte de la Isla a ese género universal/The International Jazz Day recently held in Cuba is a recognition of the island nation's contribution to this universal genre.

EN LUGAR DE VERSE COMO UN AGENTE DE COLONIALIZACIÓN O DOMINIO CULTURAL, COMO MUCHOS PENSARON, EL JAZZ HA PROPORCIONADO UN MECANISMO PARA QUE EL MÚSICO SE RECONOZCA E IDENTIFIQUE CON TRADICIONES SONORAS LOCALES

Por mucho tiempo el jazz fue caracterizado como una expresión artística típicamente estadounidense y las narrativas construidas en relación con su historia giraron en torno al devenir del género en EE.UU., a pesar de que desde sus inicios se desarrolló más allá de las fronteras de la nación norteña. Lo acaecido con la manifestación resulta ejemplo de la tendencia transnacional de hibridación cultural que ha estado ocurriendo a partir del mismo instante en que hubo jazz.
En dicho ámbito, el jazzista de nuestros días debe ser ubicado dentro de un contexto internacional de influencias, préstamos, innovaciones e intercambios musicales. Para mí está claro que a estas alturas del siglo XXI, la comprensión del jazz en su doble condición de fuerza sociocultural y lenguaje musical, no puede limitarse a que se le perciba solo como un arte nacional, expresión de experiencias y características de un único territorio y autónomo de consideraciones de políticas globales, poder cultural e identidad territorial.
En una época en que el mundo se encoge cada vez más, por el contrario de lo que algunos pensaron en determinado momento y que vieron en el jazz un agente de colonialización o dominio cultural, el mismo –en vez de barrer la siempre deseada y necesaria diversidad– en casos como el cubano ha proporcionado un mecanismo para que el músico se reconozca e identifique con tradiciones sonoras locales. Ejemplo de lo anterior se halla en los numerosos trabajos que instrumentistas nuestros han llevado a cabo con miras a hibridar el danzón y el jazz.
En un texto del investigador español Julián Ruesga Bono titulado «Una inmersión en el nuevo, y no solo joven, jazz cubano», publicado en la revista Tomajazz, trabajo que aborda el desarrollo del jazz hecho por nuestros compatriotas, sobre todo el realizado en los últimos años, que obviamente resulta el más desconocido a escala internacional, se expresa una idea fundamental para comprender el proceso de continuidad que ha vivido esta manifestación sonora entre nosotros. Por su interés,  reproduzco un fragmento del aludido artículo:
«El imaginario público forjado en torno al jazz cubano está muy determinado por el pasado del propio jazz, sobre todo por el peso histórico del llamado Latin Jazz. La particular y potente mitología que se ha ido construyendo a lo largo de los años, en torno a sus grandes músicos, condiciona su recepción y percepción pública. Chano Pozo, Mario Bauzá, Mongo Santamaría, Bebo Valdés, Cachao, Irakere parecen formar un todo orgánico en el imaginario del aficionado. Sin embargo, existe un presente del jazz cubano que, más allá de su historia, es tan rico y poliédrico como su glorioso pasado —y tan potente como él. Un presente formado por un elevado número de excelentes músicos que hacen una música de gran calidad».
Nadie que sea un estudioso del acontecer musical cubano de los últimos años, podría ignorar el buen momento que en el presente vive el jazz hecho por nuestros compatriotas, tanto en el país como en el seno de la diáspora, y a lo cual ha contribuido de modo especial la celebración del festival Jazz Plaza, evento organizado inicialmente por una modesta institución cultural de un municipio de La Habana, y, más recientemente, del concurso Jo-Jazz.
Hace poco, un investigador foráneo de visita en Cuba me preguntaba acerca del porqué, los actuales músicos cubanos que de conjunto más habían penetrado el mercado internacional eran los jazzistas (a pesar de que en la Isla no haya conservatorios donde estudiar jazz y las posibilidades de tocar no son lo suficiente que deberían ser), ejemplificado con el prestigio de nuestros compatriotas en países como España, Canadá y Estados Unidos o en certámenes como el Grammy y otros de corte competitivo.
En el puñado de razones a las que eché mano para responder la interrogante, una de las que más argumenté fue justo lo que ha significado el Jazz Plaza para el desarrollo del género entre nosotros, en particular durante el decenio de los años 80, momento en que el festival vivió una impronta particular, dada la intervención en él tanto de instrumentistas profesionales como de numerosos estudiantes de las escuelas de música, atmósfera que entrado los años 90 cambió de tónica y que, afortunadamente, de un tiempo para acá se ha recuperado en las ediciones del concurso Jo-Jazz, evento competitivo para jóvenes jazzistas, quienes optan por los galardones tanto en la categoría de Interpretación como en la de Composición.
El desarrollo histórico del jazz en Cuba corrobora que a lo largo de su historia este género ha sido un potente símbolo capaz de remover y formar identidades. Ello se convierte en un respaldo a teorías de estudiosos de la cultura contemporánea como Arjun Appadurai, Néstor García Canclini o James Clifford, quienes consideran que las aproximaciones a los distintos tipos de músicas que nos rodean, no pueden hacerse como si estas fuesen únicamente conjuntos preexistentes y compactos en los sistemas culturales, sino que se precisa verlas como producto de las mezclas que conducen su recepción y reinterpretación.
Solo desde una perspectiva semejante podemos comprender en su real magnitud los múltiples préstamos de aquí y de allá que han hecho posible la riqueza musical del jazz realizado por cubanos. Asimismo, tales enfoques también apuntan algo muy sugerente: que la historia global del jazz sería, en gran medida, otro modo de entender la historia de la anterior centuria. Desde el progreso tecnológico hasta la política local y postcolonial, pasando por el desarrollo de los medios de comunicación y determinadas estrategias sociopolíticas, el mundo contemporáneo está conectado con la historia de cómo disímiles expresiones de la música (en este caso específico el jazz), se han extendido y globalizado en las últimas décadas.
Hay que tener también presente que el jazz hoy está sujeto a las disciplinas de la economía y actúa recíprocamente con otras formas culturales. Semejante reciprocidad no es ni horizontal ni equitativa, porque en la actualidad se entrecruzan conexiones nacionales e internacionales producidas, en particular, en las escenas mediáticas. Dichos procesos no permiten generalizaciones, no tienen lugar en un mismo continuo socioeconómico o cultural, porque implican tendencias de desarrollo diferentes en cada país o espacio cultural. Así, pues, la producción jazzística cubana proporciona nuevas perspectivas sobre los procesos culturales y distintas visiones acerca de cómo son alterados los escenarios que dan sentido a los bienes y mensajes simbólicos en la actualidad.
Una señal que corrobora el buen estado que en el presente vive la práctica del jazz entre los instrumentistas nacidos en Cuba, está en el hecho de que comienza a producirse una gratificante diversificación en las propuestas de nuestros compatriotas en la Isla y en la diáspora, algunos de los cuales ya no transitan únicamente por los terrenos del jazz latino o afrocubano, como prefiere llamarlo el investigador Leonardo Acosta (Chucho Valdés lo nombra simplemente jazz cubano).
De tal suerte, de un tiempo para acá, han aparecido varias producciones discográficas hechas por cubanos que utilizan los códigos y el lenguaje del jazz eléctrico o jazz fusion, del smooth jazz y del free jazz, vías de expresión que hasta hace poco en Cuba eran mal valoradas por los medios de comunicación, el público y los propios músicos. Empero, más allá de esa sana y creciente diversidad estilística, no varía el sentido de la orientación de la raíz.
Considero fundamental poner énfasis en la idea de que en la actualidad los caminos por los que apuestan nuestros jazzistas se están diversificando de manera ostensible. A mi parecer, existen dos grandes grupos: los que parten de lo cubano para llegar al jazz y los que actúan en un sentido inverso. En ambas tendencias uno puede encontrar distintas ramificaciones.
La obra de los actuales jazzistas de nuestro país, ya sea en Cuba o en el extranjero, pone de manifiesto que una auténtica visión cultural tiene que ir más allá de constreñirse tanto a un estrecho nacionalismo como a los efluvios imperiales. Son veleidades de las que por igual hay que huir, en pro de metabolizar las más disímiles tradiciones y con ello producir un tipo de creación musical que siga siendo cubana, pero concebida desde un lenguaje universal.
A tono con dicha realidad, el jazz facturado en el presente por cubanos, deviene música de hibridaciones con identidades múltiples. A través del tiempo, se ha ido abriendo a nuevas influencias, permanece en movimiento y su futuro se asocia a distintas formas musicales a las que ayuda a enriquecerse. Con ello, podemos valorarlo como un ejemplo de lo que la nueva cultura cubana está haciendo alrededor del mundo, de cómo influye en otras culturas y de cómo estas lo han hecho en ella.