Turcas y Caicos. Islas en lo desconocido
Aunque escasamente habitado, este archipiélago atrae a decenas de miles de visitantes al año, a quienes ofrece la belleza de unas playas como hay pocas en el mundo, impresionantes arrecifes de coral y el lujo y confort de una amplia variedad de hoteles con los más competitivos servicios.
Cuando se busca en el mapa el archipiélago Turcas y Caicos, apenas puede divisarse. Son ocho islas principales, más unos 20 islotes y otros pocos cayuelos de rocas y mangles que totalizan 616 kilómetros cuadrados de tierra firme y están situados al sureste de Bahamas, en el Atlántico. Descubiertas en el año 1512 por el explorador español Juan Ponce de León, quien fuera el primer gobernador de Puerto Rico, este grupo insular promete al visitante una amplia gama de ofertas y servicios, entre ellas buceo de primer nivel, en cientos de puntos de inmersión a lo largo de una extensa barrera de arrecifes de coral. Cuentan que su nombre se debe a la abundancia natural en el archipiélago de cierta especie de cactus cuya forma recuerda un Fez turco, mientras que Caicos alude a la existencia de grandes arrecifes que emergen a la superficie del mar y llegan a formar islotes. Las playas se extienden poco más de 330 kilómetros y son sin dudas la fuerza movilizadora por excelencia de las decenas de miles de visitantes que cada año reciben los hoteles de Turcas y Caicos. A ellas debe el archipiélago su capacidad de seducción y al mar en general, que ofrece su vastedad para disfrutar diversos deportes náuticos, mientras alberga en sus fondos pecios de los tiempos en que el Caribe y sus alrededores eran un avispero de piratas, además de un sorprendente universo de vida submarina. Navegar de una isla a otra, e incluso nadar entre ellas escoltado por delfines y mantas rayas para regalarse el placer de una playa solitaria y cada día proponerse cambiar de lugar, aunque se siga durmiendo en el mismo hotel, es otra de las maravillosas experiencias que ofrece este archipiélago. Además de una buena flota de pequeños aviones, con esos fines fue creado un sistema de puertos y embarcaderos que garantizan la movilidad de un lugar a otro todo el día, en variedad de embarcaciones con precios y calidades diferentes. Providenciales, tiene el aeropuerto internacional que conecta a este destino con el mundo y viene a ser la antesala de las vacaciones de quienes viajan a este paraíso perdido. Desde allí se distribuyen los turistas o visitantes a sus otras siete islas principales, en las que también han sido creadas facilidades para el tráfico aéreo, aunque limitadas a aviones de mediano o pequeño porte. En Turcas y Caicos se da la agradable situación de que un hotel a veces ocupe toda una isleta y viceversa… un lujo poco común que no deja de ser una exquisita novedad. El caso es que el lugar, aunque no es de los que más suenan en los buroes de las agencias de viaje del mundo, cautiva también por ese aire de exclusividad que ofrece, su buen clima, la luminosidad, sus playas de arenas blancas y el inmenso conjunto de azules entreverados entre el cielo y el mar. Además de lo mínimo indispensable con que hacer el equipaje antes de partir –unas sandalias, ropas ligeras, los bañadores, abundante protector solar y algo más–, poco hay aquí de qué preocuparse. El plan no será otro que pasar horas enteras sentado sobre la arena de coral que cubre el litoral de cualquiera de sus islas, disfrutar de la playa, reponer energías en el hotel, escogerse algún romántico recodo donde cenar, degustar los maravillosos cócteles aderezados de frutas tropicales y cada noche, elegir donde pasarla mejor.
En este archipiélago, las playas se extienden poco más de 330 kilómetros y son la fuerza movilizadora por excelencia de las decenas de miles de turistas que cada año visitan estas islas
Más que un sueño La isla Grand Turk acoge al Museo Nacional, ubicado en uno de los edificios de piedra más antiguo del conjunto insular. En él se puede conocer la vida del país, así como la leyenda del antiguo pecio Coral Melaza, que zozobró en aguas cercanas. La institución también alberga la única galería dedicada a los lucayos, habitantes originales de las islas a partir del año 700 de nuestra era y que desaparecieron hacia 1520. En las islas se puede complacer todo tipo de gusto, incluso practicar algunos deportes como el tenis y el golf en el Waterloo Club, de nueve hoyos. O además de dedicarse a los múltiples placeres relacionados con el mar y el buceo, hacer una memorable boda o pasar la luna de miel, para lo que el archipiélago tiene fama de ser un destino perfecto. Son en definitiva joyas rodeadas y protegidas por un impresionante arrecife de coral, que hace de sus playas una verdadera delicia donde relajar el cuerpo, olvidar las tensiones y alimentar el espíritu. Sus pobladores, de origen africano en la casi totalidad, son buenos anfitriones, amigables y alegres, orgullosos de vivir en un lugar donde el entretenimiento, la diversión y el descanso son algo cotidiano y que se ofrece al visitante como una realidad que llega a desbordar el mejor de todos los sueños de vacaciones en un sitio único.
Hospitalidad entre mares Salt Cay, Grand Turk, Caicos del Sur, Caicos del Este, Caicos Central, Caicos del Norte, Providenciales y Caicos Occidental, son las islas mayores del archipiélago. Aunque la industria turística es la fuente esencial de su economía, en ellas existen varias salinas con importantes producciones de una sal de primera calidad. Antes, aunque sin los niveles y el éxito que tuvo en otras islas de la región, se fomentaron plantaciones de caña de azúcar y otros cultivos, cuyas instalaciones y reminiscencias, sirven hoy para los amantes de la arqueología agroindustrial, y llevarse una rápida idea de la tranquila historia de estos territorios. Como parte del sistema de Parques Nacionales de Turcas y Caicos se han reservado y protegido más de doce cayos pequeños del archipiélago. Islillas como Little Water Cay y Great Sand Cayana, son hábitat de iguanas y variedad de especies de aves acuáticas, que viven asociadas a las marismas y aguas interiores de estos aislados refugios.