Fachadas coloniales con balcones y herrería de forja en la Calle del Sol.
"Detalles del característico ambiente comercial de la Calle Cristo, en el Viejo San Juan."

Este es el más pequeño territorio de las llamadas Antillas Mayores con 414 kilómetros de costas, cientos de playas, agradables y pintorescas ciudades y un interior de relieve ondulado con plantaciones de caña de azúcar, cafetales y frutas, hasta que se empina la Cordillera Central en medio de la isla, cubierta de malezas y selvas.

Aunque Puerto Rico siempre ha tenido muy finos turistas entre los que pueden incluirse actores ilustres, prosistas de renombre, periodistas de postín, magnates de ringo rango, legislativos severos y personajes recoletos de la nobleza mundial, su gente ha seguido siendo bullera, bailadora, amante del gallo de lidia, la fiesta grande, el trago de aguardiente duro y el alegrón. Para darse cuenta de esto con apenas llegar, basta con bajar del avión y asomarse en la Calle Cristo, en el centro del Viejo San Juan. Probablemente por allí deambule una masa densa de turistas silenciosos. Pero el sonido, la alegría y el color, los pondrán los comerciantes, artesanos, joyeros, galeristas, vecinos del lugar, que gustan de hablar con gestos, son efusivos, se silban de balcón a balcón, intercambian de una acera a la otra, mientras en cada uno de sus negocios, brota una música de salsa o reggaeton, según la inclinación estética de los dueños. Los puertorriqueños son seres alegres y tienen buen carácter por naturaleza. Ya que se sabe que una de las principales tareas que aguardan a quienes llegan a Puerto Rico es pasar una parte importante de su tiempo tirado en algunas de sus buenas playas, hay que decir que el valor que tiene esta isla como destino turístico, va mucho más allá de sus encantos costeros. En sus ciudades repletas de tesoros patrimoniales con calles adoquinadas, monumentos o plazuelas bajo la sombra de altas palmeras, abundan los mesones, buenos hoteles y restaurantes, casinos, mercados, clubes, teatros, galerías y salas de fiesta. La música inunda cada rincón y esto es algo para disfrutar en San Juan, Guaynabo, Bayamón, Carolina, Caguas, Mayagüez, Ponce, Cataño, Trujillo Alto y Arecibo –las principales ciudades–; pero que también resulta común en los campos y pueblos aislados de cualquiera de los 78 municipios de la isla, cada uno con su propia celebración patronal, unos carnavales que en cada localidad dura entre 6 y 10 días con bailes callejeros, pirotecnia y música, en lo que constituye el más activo y abarcador calendario de fiestas tradicionales de toda América Latina.

Viejo San Juan La principal ciudad de Puerto Rico tiene millón y medio de habitantes y está dividida en tres diferentes áreas: el Viejo San Juan, Patrimonio de la Humanidad; la zona de playa e instalaciones turísticas entre Condado e Isla Verde y el anillo suburbano. Aunque todas tienen grandes atractivos, según las preferencias, el casco antiguo tiene un poder seductor muy especial e indiscutible, por lo singular de sus ambientes y los múltiples tesoros patrimoniales y de la arquitectura colonial que reúne. El Morro es el símbolo de la ciudad histórica, devenido de antiguo guardián y bastión en museo, con sus diferentes espacios perfectamente conservados, sables, cañones, armas diversas, maquetas y réplicas de uniformes militares españoles, buques de guerra o mercantes, entre otros muchos atractivos internos o periféricos, como la cercana Casa Blanca, que se asegura fue construida para el primer gobernador español de la isla, Juan Ponce de León; o el todavía imponente cuartel de Ballajá, sede actual del Museo de Las Américas. Pero este es solo un lugar del Viejo San Juan, ese encanto de ciudad anidado entre estrechas calles de adoquines, con hermosos parques arbolados, iglesias y muchos lugares nocturnos. La mejor manera de disfrutarlo en todos sus detalles es recorrerlo a pie, lentamente, aunque demande dos o tres días. Es un paseo a lo largo de los siglos, que asegura muchas paradas interesantes, con una decena de excelentes museos, varias plazas y parques como el de Las Palomas, la de Armas, la de San José y la Plazuela de la Rogativa, en la parte norte de la muralla. Muy romántica es la avenida conocida como el Paseo de la Princesa, que nace en torno a una hermosa fuente con delfines y figuras humanas y avanza hasta la Plaza de la Marina, pasando por el edificio que acoge al Departamento de Turismo de Puerto Rico y hermosos restaurantes gazebo y cafeterías a la vista del mar. Imprescindible resulta visitar, además, la Catedral de San Juan, dedicada a la Virgen de la Providencia –santa patrona de la isla–, donde se exhibe la más rica colección de reliquias religiosas del territorio. En caso de no contar con mucho tiempo, la alternativa de itinerario más recomendable es la Calle del Sol. Es la más larga de la ciudad vieja, con el atractivo de que se le alinearon a ambos lados los edificios de varias plantas más destacados del período colonial, los cuales lucen balcones decorados con herrería de forja, hermosas cornisas y portadas con relieves y trabajadas pilastras. Este constituye un buen camino, también, para acercarse al conocido Museo de los Santos, con una vasta colección de santos en madera, arcilla o piedra, de los que los artesanos hacen réplicas muy logradas, que venden a los turistas. Un rápido contacto con la vida artística local, sus artes y tradiciones lo ofrece el Instituto de Cultura Puertorriqueña, que además de las bellas artes, dedica algunos de sus mejores espacios a la artesanía popular, con muestras de sus famosas máscaras de colores vivos hechas con papel maché o cáscara de coco, todavía muy usadas en las fiestas populares; y el singular mundillo, un intrincado tejido a modo de encaje de origen español –único ahora de esta tierra–, que se comercializa en forma de bandas, collares, manteles, tapetes y otros diseños. Otro San Juan empieza allí donde termina su centro histórico: el San Juan moderno, turístico, ese que fue pensado como un paraíso vacacional. Condado e Isla Verde El Condado se erigió un poquito al este del Viejo San Juan como una gran zona turística con numerosos hoteles y condominios al estilo del famoso Waikiki de Hawai, sobre una lengua de tierra fina bordeada por una extensa franja de arenas doradas en la costa atlántica, por el norte, y la Laguna del Condado, por el sur. Precisamente ese emplazamiento entre dos aguas le hace un sitio maravilloso y hasta espectacular, donde cada alojamiento, además de sus comodidades propias y servicios, ofrece a sus clientes la ventaja adicional de unas vistas fabulosas. Playas de ensueño se suceden a lo largo del litoral y suman kilómetros. Los hoteles están a pasos de ellas y ellas, a la vez, de los parques de recreo, los restaurantes, bares, casinos y discotecas, que abren todos los días y noches del año, salvo alguna eventualidad o fuerza mayor. Windsurf, jetski, voleibol de playa, son varios de los deportes habituales, si bien la lista puede ampliarse mucho más, considerando que funcionan decenas de puntos náuticos para alquiler de medios directamente en el litoral, marinas cercanas para contratar una excursión en yate de motor o en una embarcación de vela con patrón, hacer bojeos o irse a las proximidades de algunas de las buenas zonas de buceo de la plataforma insular. Estos constituyen, junto con el disfrute de las playas, la pesca deportiva o cualquier de las opciones que ofrecen las marinas del Club Náutico o de la Bahía de San Juan, los grandes atractivos diurnos de Condado. Las noches regalan una animación muy latina con espectáculos, música y mucha salsa en variedad de sitios, dentro y fuera de los hoteles a lo largo de la avenida Ashford. Abren terrazas y cafés, bares con villar, casinos y salas de fiesta –a las que están concebidas para bailar gustan acudir los puertorriqueños, alegres, incansables en el baile, noctámbulos, un espectáculo en sí mismos, siempre que haya buena música, estén de humor y tengan unos traguitos helados con los que aplacar la sed. Más apacible y más al este de Condado, se encuentra Isla Verde, ya el final del San Juan playero, también con hoteles de primera y algunos de los más selectos clubes nocturnos y restaurantes de la ciudad como el famoso Dar Tiffany, que merece ser visitado. Por sus hoteles, condominios y servicios, es el segundo lugar turístico más importante de la ciudad y el sector preferido de quienes buscan un ambiente más tranquilo. De hecho se ha puesto de moda entre los jubilados puertorriqueños con alguna solvencia para proveerse de un espacio en este retiro y, asimismo, entre norteamericanos pensionados, que no dejan de tener en la isla algunas facilidades especiales, gracias a la muy discutida condición de Estado Libre Asociado de Puerto Rico. La periferia sur de San Juan está estructurada en variedad de barriadas con no pocos sitios de interés como el Jardín Botánico asociado a la Estación Experimental Agrícola de la Universidad; el centro comercial de la Plaza Las Américas en Hato Rey, con bancos y representaciones de más de un centenar de empresas; y un circuito de campos de golf de la mejor calidad –hay una veintena en la isla-, fincas y clubes hípicos que pueden resultar de mucho interés para cualquier turista que desee un día, sacar un rato los pies de la playa. El este, el sur y Ponce En el sector este de Puerto Rico no pueden faltar dos visitas: al Yunque, el Bosque Nacional del Caribe, una selva pluvial caribeña de 11 hectáreas con elevados picos, árboles centenarios, manantiales y saltos de agua; y la espectacular playa Luquillo, de una arena muy fina en una ancha franja del litoral, hincada de altos cocoteros a lo largo de varios kilómetros. El Parque Natural Cabezas de San Juan es otro alto ineludible. Constituye una especie de isla unida por un fino cordón a tierra firme, con lagunas interiores, palmeras, una costa pintoresca y los cercanos arrecifes de coral; así como un faro construido en 1880, actualmente activo y en funciones turísticas, además, pues de día se explota como privilegiado mirador de donde pueden distinguirse las alturas del Yunque, el Atlántico y hasta los archipiélagos adyacentes del este. Fajardo es por esta zona, una última escala. Tiene una marina deportiva que es el punto de partida para algunas de las mejores exploraciones de buceo que puedan hacerse en el destino; y concentra la actividad de transporte de pasajeros y carga hacia las islas Culebra y Vieques, en sí mismas un par de promesas para proponerse disfrutar alguna vez en la vida. Restaurantes de comida marinera y la atmósfera desenfadada de la gente de mar, navegantes de cualquier procedencia, buzos experimentados o jóvenes surfistas, hacen de Fajardo un sitio muy agradable y son del lugar, un complemento interesante, no sólo porque proveen de algunos ingresos adicionales a sus negocios, sino porque le dan vida al pueblecito con su presencia. Una buena carretera desciende de este punto hacia el sur, pasando por Humacao y el complejo Wyndham Palmas del Mar a través de la llamada Ruta Panorámica. A la altura de Palmas de Lucía se toma a la derecha para entroncar con la Autopista Luis Ferré, que viene de San Juan vía Bayamón y Cayey, atravesando la Cordillera Central por un túnel. Ponce aparecerá a la vista unos minutos después y será una visita interesante, pues se trata de la segunda ciudad del país, con 200 mil habitantes, mucho que mostrar y muchas ganas de hacerlo, pues hasta hace relativamente poco tiempo, era apenas visitada por los turistas, debido a que se encontraba separada de San Juan por las montañas que ocupan todo el eje oeste este de la isla. Ahora que es un tema definitivamente resuelto, que exigirá apenas hora y media de desplazamiento, si se tiene el tiempo y el presupuesto, nadie dude en conocer este lugar. Cerca hay playas de las mejores del Caribe, como por ejemplo Boquerón, además de que la ciudad es una joya. Lo otro y, además, lo más importante, es que Ponce tiene mucho sentido para cualquiera que busque encontrar el alma y la verdadera personalidad de Puerto Rico.