El patrimonio cultural subacuático. Legado para la humanidad
El patrimonio cultural subacuático comprende todas las huellas de la existencia humana que poseen un carácter cultural, arqueológico o histórico; y hayan estado bajo las aguas, tanto marítimas como fluviales y lacustres, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años. A lo largo de los siglos miles de navíos, ciudades enteras e incluso paisajes han sido tragados por las olas. Sus restos constituyen un patrimonio valioso que llama cada vez más la atención de investigadores y público en general.
Bajo las aguas de América Latina y del Caribe, escenario de numerosas batallas navales, huracanes o terremotos, también yacen incontables vestigios materiales de épocas lejanas y recientes que han suscitado gran interés científico en las últimas décadas. Pecios de embarcaciones que atestiguan la importante navegación existente entre América y Europa han sido descubiertos y estudiados arqueológicamente en varios países de la región. En Argentina, la corbeta inglesa H.M.S. Swift, hundida en las aguas de Patagonia en 1770, ha sido objeto de estudio durante más de 10 años, dando origen al servicio especializado en arqueología subacuática en este país. Canoas prehispánicas halladas en diferentes localidades del continente son testimonios de los conocimientos de la navegación de nuestros pueblos originales. Los cenotes en la península de Yucatán son sitios rituales que también guardan en sus aguas cristalinas restos humanos de la importante civilización que vivió en esas tierras. Los dos tercios de la ciudad de Port Royal que quedaron bajo el agua tras un terremoto ocurrido el 7 de junio de 1692 han llamado la atención de académicos de todo el mundo. En Uruguay se han estudiado varios pecios en las costas de la bella ciudad de Colonia, al tiempo que en el sur de Chile se lleva a cabo en la actualidad una investigación sobre navíos ingleses hundidos en sus aguas.
Sin embargo, dos grupos diferentes tienen acceso a los equipos tecnológicos modernos de exploración de sitios culturales subacuáticos. Por una parte, la comunidad arqueológica que, consciente del valor cultural e histórico de dicho patrimonio, desarrolla técnicas de estudio científico, análisis, registro, interpretación y conservación de los sitios; y por otra, los salvadores profesionales y los cazadores de tesoros, personas que buscan sitios donde supuestamente hay bienes explotables desde el punto de vista comercial. Debido a los avances tecnológicos, en los últimos veinte años el número de ellos ha aumentado de forma considerable y muchos sitios han sido destruidos para siempre. Y es que con frecuencia el público general recibe más información sobre la manera de acceder a los sitios, que de la importancia histórica y arqueológica que revisten.
Pero, en realidad, la tecnología es sólo un aspecto operativo de la investigación. La noción romántica de la búsqueda de un tesoro perdido, tal y como aparece en las novelas de aventuras o en películas populares como las series de Indiana Jones o de Benjamin Gates, adquiere otro matiz cuando pensamos que la explotación comercial del patrimonio cultural subacuático se ha convertido en la amenaza más seria y devastadora que pende sobre la protección de estos vestigios legados a la humanidad.
Los que se dedican a la recuperación desde el punto de vista lucrativo, como los cazadores de tesoros, sacan objetos con un determinado valor comercial como joyas, monedas, instrumentos de navegación, porcelanas frágiles y otras antigüedades, y se adueñan de ellos sin tener en cuenta el significado arqueológico, histórico y cultural del sitio, que desconocen como entidad. Desde el punto de vista arqueológico, el lugar donde se ha hundido un barco es un «sitio» que comprende toda la zona donde han ido a parar elementos de la estructura o del aparejo, o bien otros objetos después del naufragio. Todos ellos encierran una información potencialmente valiosa. Por tal motivo, los arqueólogos se toman el tiempo necesario para tomar nota de la localización exacta de cada elemento en un marco bien definido previamente, y para evaluar las relaciones entre una estructura y su contenido.
En el laboratorio se analizan muestras de sustancias descubiertas en recipientes o de materias orgánicas como la madera, por ejemplo, para determinar su origen geográfico o, incluso, la época en que fue cortada. El análisis, estudio y censo de todas las partes del casco y de sus elementos pueden llenar lagunas en nuestros conocimientos sobre construcción naval. Las armas y las piezas de artillería en ocasiones brindan muchos datos relativos a las estrategias de defensa y ataque empleadas. Los tejidos y otros elementos orgánicos pueden ofrecer información acerca del uniforme de marineros y oficiales. El estudio de los huesos nos enseña mucho sobre las condiciones higiénicas existentes en un momento preciso de la historia. La posición e inclinación de los objetos constituyen datos cruciales que ayudan a comprender las circunstancias exactas en que tuvo lugar el naufragio. La estructura y el contenido de un barco están vinculados, y su análisis sistemático e interdisciplinario nos brinda información sobre la vida y la sociedad de la época. En arqueología, lo primero es comprender el sitio mediante interpretaciones e hipótesis a partir de los descubrimientos realizados. Una vez terminadas las excavaciones, el sitio se protege física y jurídicamente.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) propone medidas normativas, éticas y operacionales para mejorar la protección del patrimonio cultural subacuático, a la vez que sirve de foro de discusión e intercambio entre sus Estados Miembros para potencializar la cooperación internacional en beneficio de todos. Este trabajo se logra a través de la Convención de 2001 para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, tratado autónomo exclusivamente destinado a su resguardo, en el cual se le reconoce igualmente como patrimonio cultural de la humanidad. Esta Convención responde a las preocupaciones expresadas por los Países Miembros de la Organización ante el incremento del saqueo y la destrucción de este importante y particular patrimonio que hasta hace poco se encontraba sólo preservado por su propio medio y por su inaccesibilidad. Gracias a este instrumento internacional se logra dar en la actualidad un enfoque integrado al patrimonio cultural sumergido que promueva políticas y medidas de protección para su manejo e investigación, sobre la base del diálogo intercultural y del respeto por el patrimonio compartido. La situación actual del patrimonio cultural sumergido en América Latina evidencia la falta de marcos jurídicos específicos para su protección y de especialistas capacitados en este sentido, así como de conocimientos por parte del público en general acerca de la importancia de preservar estos vestigios como potencial de información sobre el pasado.
La efectiva protección del patrimonio cultural sólo se puede lograr a través de la cooperación a nivel nacional e internacional. Para poder impedir el saqueo del patrimonio subacuático y su consecuente introducción en el tráfico ilícito de bienes culturales se trabaja conjuntamente con instituciones como las Marinas nacionales, las autoridades portuarias, las aduanas, los institutos de estudios marinos, los centros de conservación de material arqueológico y los museos, así como también las entidades relacionadas con el buceo recreativo, que están en permanente contacto con el mundo sumergido y pueden ser los mejores aliados para su protección. El patrimonio cultural subacuático nos pertenece a todos y debemos preservarlo para las generaciones futuras.