Para el diseñador francés Georges Roy, la motocicleta podría ser una obra de arte, no un vehículo de transporte simple y utilitario. Y ese concepto artístico
—más que mecánico— lo llevó a fabricar la Majestic (Majestad) de las motocicletas, una obra art-déco con una marcada obsesión futurista. La presentó como prototipo en el Salón de la Motocicleta de París en 1928.
Como Georges Roy no era ingeniero, sino artista, poco le interesó el motor, para lo cual dejó un espacio bastante grande con el fin de colocarle alguno. El del prototipo debió ser un Cleveland SV de 1 000 cc (4 cilindros), pero en el espacio abierto luego se montaron otros, como el JAP OHV de 500 cc (4 cilindros).
En el Arte de la motocicleta y en la Enciclopedia ilustrada de motos tampoco le dan mucha importancia al motor. Fierros clásicos dice: «La máquina es una escultura de estilo art-déco brillante, con una línea ininterrumpida desde el pico curvado en la rueda delantera hasta la cola». Se exhibe en el parisino Museo de la Motocicleta.
El carenado se compone de dos placas simétricas que se unen por medio de remaches y a su vez con otros paneles de refuerzo debajo del motor. La estructura es entera, como un auto monocasco, extremadamente rígida. Toda la cubierta es de acero estampado, de calibre muy delgado, por lo cual no pesa mucho, solo ciento sesenta kilogramos. Ambos paneles laterales tienen persianas, como en los autos de carrera.
La cubierta del motor es desmontable, para posibilitar el acceso a partes y piezas. Hay mucho espacio en el compartimiento del motor, por si es necesario incluso montar un radiador si el motor es de refrigeración líquida. El depósito de combustible está ubicado debajo de la pared delantera. La dirección es por medio de varillas. No tiene ningún tipo de amortiguación.
Si bien la Majestic no estaba destinada a competir con otras motos, acaparó un nuevo nicho del mercado de las dos ruedas. Se fabricó durante solo cuatro años (1919-1923), suficientes para dejarla inscrita en la historia de la motocicleta.
La motocicleta francesa Majestic fue algo singular, irrepetible en una época en que las motos eran muy prácticas, sin carenado ni aditamentos. Debía ser, entonces, La Gran Routier: potente y cómoda, pero con estilo y, sobre todo, con arte.