- Joe Lovano. El padrino del jazz vuelve a La Habana.
Todavía resuenan los ecos del Festival Internacional Jazz Plaza 2018 en Cuba, y con ellos todas las presentaciones, encuentros y sorpresas que pudieron disfrutarse en las jornadas del 17 al 21 de enero, llenas de ritmo y swing. Entre los retornos más estelares a los escenarios cubanos sobresalió el de Joe Lovano, consagrado saxofonista tenor, que desde 2006 no visitaba la Mayor de las Antillas. El intérprete, -cuya técnica y vasta capacidad de improvisación han sido elogiadas innúmeras veces en la arena internacional-, deleitó a los melómanos junto a la Sinfónica del Conservatorio Amadeo Roldán y la joven Jazz Band dirigidas por el maestro Joaquín Betancourt, además de invitados como César López y Alejandro Falcón.
El concierto, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, significó un paseo por diversas maneras de encarar el jazz, así como baladas de autores estadounidenses, piezas cubanas antológicas como Mambo No.5, y también composiciones propias del saxofonista. Justo horas antes de la presentación, un equipo de Excelencias conversó en exclusiva con Joe Lovano y su esposa, la también artista Judi Silvano. Aderezado con comida cubana de exquisito gusto como la que se cuece en el restaurante habanero Atelier, aconteció el diálogo:
¿Cómo surge su relación con Cuba y sus músicos?
“He colaborado con cubanos por décadas. Francisco Mela forma parte de mi banda desde principios de los 2004; y una de las conexiones más especiales se ha dado con Chucho Valdés. Tenemos incluso un disco juntos, con otros grandes de la Isla como Gastón Joya y Yaroldi Abreu. La relación con Chucho ha sido una experiencia muy valiosa. Desde que le conocí en 1986 puedo decir que ha sido un viaje increíble.
Asimismo, he tenido una constante interacción con músicos de raíz cubana radicados en Nueva York (NY) o el resto de Estados Unidos. Tengo un nexo muy fuerte. Cuando me mudé a la capital en 1975, tenía 23 años y en esos tiempos toqué con Machito (Francisco Raúl Gutiérrez Grillo) y Mario Bauzá que había vuelto de un retiro temporal. El contexto que se vivía en esa época me permitió compartir con muchas grandes figuras cubanas, fue un momento imponente”.
¿Cuánto aporta esa interacción entre tantas culturas diferentes?
“Es un hecho que en NY hay una gran comunidad y hermandad de músicos de todo el mundo. El jazz unifica. Y es también multi-generacional: puedes interactuar con los maestros, con personalidades que traen en su historia el bagaje de haber tocado con otros grandes como Charlie Parker o Thelonious Monk. Cuando formas parte del jazz vives esa conexión de diferentes generaciones, ese abrazo multicultural y te nutres.
En ese sentido el elemento cubano en Nueva York desde los años 30 y 40 fue muy poderoso, en especial con Dizzy Gillespie, Charlie Parker y sus colaboraciones con los cubanos. Lo grandioso es que estas personas, cuando tocaban en una banda transcribían de su puño y letra la música. ¡El papel, la partitura con la que un joven como yo debía tocar era justamente esa misma, no habían fotocopias, eran los originales! Entonces, al estar en tus 20, lleno de juventud, y tocar por las anotaciones originales de un músico grandioso, aprendes muchísimo; y si eres humilde llegas a sentirte parte de ese legado musical. Se trata de un aspecto que, si lo incorporas, se queda contigo, como también sus vibraciones, toda la energía”.
¿Y existe alguna diferencia entre el jazz cubano en USA y el que se produce aquí en Cuba?
“Creo que todos los viejos maestros cubanos como Chano Pozo, Mario Bauzá, que se asentaron en NY fueron influenciados por grandes maestros del jazz de origen estadounidense como Duke Ellington, Dizzy... Se inspiraron en ellos y encuadraron la música dentro de un sentimiento cubano. Fue una gran fusión y muchísimas las colaboraciones que sucedieron. A través de los años los músicos que vivían allí no solo transmitían sus sentimientos, también estuvieron inspirados por todos las jazzistas que ahí radicaban. Era una gran mezcla aconteciendo.
Hoy, según mi experiencia con artistas como Gonzalo Rubalcaba o Chucho, existe todavía en ellos una gran influencia de los grandes maestros para interpretar como lo hacen, y también de la música clásica, sobre la cual poseen estudios muy vastos.
Chucho una vez me comento que, cuando escuchó por primera vez a McCoy Tyner, Herbie Hancock, y Chick Corea, fue como una revelación porque, más allá de lo que estaba sucediendo socialmente, la música llegó por las ondas sonoras, la radio, y lo sedujo. Y eran de generaciones semejantes aunque distantes en geografía. Luego lo escucharían a él. En esta música sucede algo impresionante: primero estás en la audiencia y escuchas; después te desarrollas y las mismas personas que admirabas ahora están en tu público. Eso pasa y es algo mágico, cíclico, sobre todo cuando eres joven y vives esa especie de mística. Y están también otras ocasiones que llegas a tocar junto con aquel a quien tanto admirabas. Es todo una gran lección”.
Una vez dijo que todo llega en el momento correcto al lugar justo. No pudo venir el año pasado cuando se celebró el Día Internacional del Jazz en La Habana, ¿estar aquí ahora qué significa?
“Cuba es muy especial para mí, para mi familia. Se siente familiar ser parte de esta conexión. Las cosas han continuado creciendo y volver aquí es inspirador, sé que traerá más colaboraciones. El hecho de venir siempre aporta una diferencia en las personas que desean experimentar, conocer y sentir la isla de cerca. Nosotros como músicos -él y su esposa-, tuvimos la oportunidad de venir y compartir, y estamos seguros de que a través de la música construimos una experiencia distinta. De hecho hemos venido con otros miembros de la familia para pasar juntos las vacaciones aprovechando el contexto de que tocaríamos en el Festival. Ha sido muy excitante. Y desde la música es profundo. Cuba nos toca en lo profundo”.