Madrid: universo en sí mismo (II)
«Porque mis ojos se han hecho
para ver las cosas extraordinarias.
Y mi maquinita para contarlas.
Y eso es todo».
Pablo de la Torriente Brau
Madrid es una excusa para contar historias, expresó el gran escritor Francisco Umbral. Y no es para menos, pues desde el mismísimo siglo xvi, cuando esa urbe fue bautizada como capital de la actual España, ha sido acariciada como fuente de inspiración de escritores, cantores y pintores. Desde pioneros encumbrados, como Miguel de Cervantes y Saavedra, que transitaron por sus calles y sus noches, y cuyos restos mortales descansan en algún paraje de la urbe, hasta un sin fin de bohemios y poetas que recorren la vida hoy.
«Sólo te nutre tu vívida esencia. Duermes al borde del hoyo y la espada. Eres mi casa, Madrid: mi existencia ¡Qué atravesada!», dejó escrito el inmenso Miguel Hernández. El uruguayo Mario Benedetti, por su parte, sentía que «como siempre en verano, Madrid se ha convertido en una calma unánime, pero agradece nuestra permanencia». El estadounidense Ernest Hemingway, que hizo de Madrid locación protagonista de su libro Fiesta, tenía claro que la ciudad «rebosa literatura, poesía y música por sus cuatro costados, tanto, que ella misma es un personaje literario».
La Villa y Corte, como también se le conoce a Madrid, es punto de partida y de llegada a un círculo que transitamos por la arquitectura, una rica historia, una mixtura cultural como pocas, y una diversidad de transeúntes revela un universo en sí mismo.