País reconocido como uno de los mejores destinos del Caribe, tiene playas de ensueño, hoteles de primera y todos los ingredientes que buscan los amantes del mar, la buena vida y el relax.

En tiempos de grandes competencias de atletismo, el nombre del país aparece invariablemente en los titulares de los más importantes medios y sus atletas, como Usain Bolt, ganan simpatías y refulgen en los planos más estelares como verdaderas glorias del firmamento, otra señal inequívoca de la inagotable vitalidad y mística que envuelven a esta isla caribeña. La cuna del dios Bob Marley, el Cristo del reggae y los rastafaris, que a través de la música fundó un modo de vivir, algo así como una forma de religión o espiritualidad que pauta la cultura jamaiquina y es por mucho, también, una expresión de identidad, en materia de turismo tiene una capacidad de imantación colosal. El aporte de este país a la industria de los viajes en la región y su sostenido crecimiento, incluso en momentos de crisis y austeridad en sus mercados emisores, son permanentemente reconocidos por la prensa especializada internacional y hasta en los más importantes eventos del sector en el mundo, como principal destino para cruceros del planeta, mejor destino de playa, tener el mejor resort familiar todo incluido (Beaches Negril), la más completa oferta extrahotelera del Caribe (gestionada por Island Routes), entre otras.

¿Quién no ha escuchado alguna vez sobre Montego Bay, Negril, las Blue Montains, las Dunn’s River Falls o Port Antonio? Se trata desde hace mucho tiempo de uno de los destinos más exitosos de todo el Caribe, emporio del Todo Incluido y gran baúl de atractivos en sus 10 990 kilómetros cuadrados. Jamaica es excelente para casarse o pasar la luna de miel, disfrutar del mar con variedad de deportes náuticos, explorar su naturaleza, sentirse un sibarita o relajar al compás de ritmos contagiosos, entre los que el reggae, en primer lugar, lleva la voz cantante. Una tierra de ambiente alegre, de colores vivos, cálida y jovial, con ciudades bulliciosas y pueblos donde la humildad que aflora y se hace perceptible al visitante, tiene como paliativo los omnipresentes tonos verde, rojo y amarillo que identifican a los rastas y a sus típicos gorros tejidos llamados Tams. Hay buena artesanía en madera y un extraordinario catálogo hotelero para elegir, con variedad de opciones de paseos y excursiones, lo que hace de esta isla un destino excelente para cualquier tipo de turismo. El norteamericano es uno de sus grandes mercados. Al igual que los pocos que vienen a Cuba tratan siempre de seguir la huella en la isla de Ernest Hemingway, muchos de los cientos de miles que llegan a Jamaica cada año, se interesan por ese otro ídolo australiano norteamericano llamado Errol Flynn, que en los pasados años 50 se estableció en una elegante mansión en Port Antonio. En la pequeña bahía asomada al Atlántico desemboca un río donde el actor gustaba navegar en balsas de bambú, para contemplar junto a sus habituales invitados, la exuberante naturaleza. Al cine también debe su notoriedad turística actual la hermosa Laguna Azul, situada algo más al este, que fue la locación principal de la famosa película de igual nombre protagonizada por la espectacular Brooke Shields en los años 80. Está a poca distancia de la costa cerca de una playa inmejorable, la rodea un paisaje paradisíaco y tiene la particularidad de que su color cambia de acuerdo al ángulo del sol, variando su tonalidad en la gama de los azules.

Montego Bay, el epicentro turístico de la isla Para el turismo de masas que viaja por vía aérea a este destino, el aeropuerto de Sangster es la principal puerta de entrada a Jamaica. Se encuentra hacia la costa septentrional en un punto intermedio del país, cerca de Montego Bay –entre las ciudades más importantes de la isla, con poco más de 120 mil habitantes. Si bien los jamaiquinos han desarrollado en la zona grandes resorts con todo pensado para mantener a los huéspedes seducidos por las ofertas disponibles en estos complejos al borde de la playa, la ciudad amerita una escapada. En los burós de turismo se comercializan múltiples variantes de paseos por Montego Bay, que permiten asomarse a la vida real de sus habitantes y conocer algo de su historia. Funcionan excelentes campos de golf, marinas de las que zarpan catamaranes en travesías amenizadas con reggae y barra abierta, así como decenas de centros de buceo y bases náuticas en todas las playas del fabuloso litoral que abarca kilómetros de arena blanca y es fascinante por sus cálidas aguas turquesas y el entorno dominado por la verde vegetación tropical. Camino al este, un lugar de infaltable parada es Runaway Bay. Más adelante se deja atrás a Saint Ann y se llega a Ocho Ríos, con su espectacular catarata en siete saltos escalonados, conocida como Dunn’s River Falls. Canopy, senderismo, observación de aves, son atractivos complementarios; y es de gran aceptación el parque Dolphin Cove, con show de estos mamíferos marinos. Grandes hoteles, entre los mejores de Jamaica operan en la zona y hacia el sur, están unas hermosas montañas, donde se encuentran sitios emblemáticos como los jardines de Shaw Park, el Museo de Coyaba, el hermoso hotel Enchanted Garden y un verdadero túnel de helechos llamado Fern Gully, al que se accede a través del camino de Milford. Con tiempo, nadie debe dejar de acercarse, entre Montego Bay y Ocho Ríos, a Discovery Bay, bahía hermosa y sitio de especial interés histórico, por ser el punto por donde desembarcó Cristóbal Colón, el descubridor de la isla, el 5 de mayo de 1494. La denominó Santa Gloria con mucha razón, como puede comprobarse todavía hoy.

Blue Mountains, el corazón verde de Jamaica El ecoturismo, turismo de aventura o turismo activo, son modalidades que se han abierto espacio en la formidable geografía de Jamaica, más allá de Ocho Ríos. Bosques, cavernas, caminos que se internan en la jungla a elevadas alturas, cafetales y frutales con el resguardo confortable de antiguas haciendas británicas, hoy convertidas en hostales con sabor histórico, son frecuentes atractivos en los Blue Mountains. Muy recomendable es el Parque Hollywell, a hora y media de Kingston, un lugar perfecto para la observación de aves y flora exótica tropical, cubierto por un bosque denso en el que abundan orquídeas cuya fragancia inunda todos los rincones. Se hace visible desde este lugar el Blue Mountain Peak, la altura culminante del país, con 2 256 metros sobre el nivel del mar. Por caminos que suben y bajan como una montaña rusa, puede accederse a la linda comarca de Mandeville, una comunidad a 2 000 metros de altitud fundada por colonos ingleses en 1816 con motivo de los cercanos yacimientos de bauxita y que se ha consolidado como la alternativa de turismo de naturaleza por excelencia en este maravilloso destino del Caribe, con pequeños pero elegantes hoteles.

Negril, la playa más musical Fue con los rastafaris y los hippies que la entonces aislada playa de Negril, al suroeste de la isla, se puso de moda por los pasados años 70. Con el tiempo, ese nombre pequeño ha adquirido la grandeza de los más famosos destinos del mundo y hoy sus resorts Todo Incluido gozan de permanente demanda. La costa es escarpada, pero tiene el encanto de tener largos tramos de arenas y una de las promesas turísticas del lugar, es el baño de oro que regalan sus atardeceres, cuando el Astro Rey desciende para hundirse bajo la línea del horizonte. Hay espigones en los que pueden abordarse yates o catamaranes para bojear el litoral. Según los precios y a gusto del consumidor se establecen los itinerarios, pero uno de los destinos habituales suele ser la fabulosa playa de Seven Mile, tras unas tres horas de travesía que se cubren, sin apenas notarlo. Pescaditos fritos, cervezas frías y reggae o ska, son algunos de los complementos del paseo, que deja ver una costa accidentada con altos desfiladeros y acantilados en los que se observan cuevas y terrazas marinas, donde funcionan bares panorámicos bajo la floresta. Grupos musicales jamaiquinos acuden en las noches y plantan hasta la madrugada sobre la arena, a donde acuden los turistas ansiosos de mover el cuerpo. A no ser que llueva o amenace un ciclón, la música no falta y siempre acuden decenas de rastas con sus largos dreadlocks, que bailan entre sí y alternan con los visitantes, a quienes contagian algo de la vibración jamaiquina. Un faro de 50 metros abierto al público se eleva en la costa de Negril sobre un alto promontorio rocoso y que a media mañana, con el día despejado, no tiene rival como emplazamiento de donde hacer la mejor foto de este paraíso terrenal.

Kingston En dirección sudeste se encuentra Kingston, la capital de Jamaica, de medio millón de habitantes. Lo más cautivante que ofrece para el turismo es su intacto sabor popular, mezcla de caos y bullicio, con comercios callejeros, escandalosos busmens –vendedores de billetes de ómnibus–, y gente que va y viene con mercancías o negocios que pregonan. La zona más tranquila es New Kingston, con buenos hoteles y los servicios necesarios. De hecho es allí donde se concentra la mayoría de los turistas que pasa por la principal ciudad jamaiquina. El tour de rigor incluye la Galería Nacional de Jamaica, el Parque Nacional de los Héroes, el Devon House –oasis histórico en medio de la ciudad moderna, con hermoso jardín, tiendas y restaurantes–; así como la King House (la residencia oficial del gobernador), y el Tuff Gong Studio, donde funciona un museo en memoria de Bob Marley, con todos sus discos de oro y platino colgados en las paredes, en lo que es otro de los santuarios dedicados a este dios local.