Desde el aire Curazao parece un granito de arena flotando en un mar de color turquesa. Tiene apenas 444 kilómetros de superficie y poco más de 142 000 habitantes, pero posee una riqueza natural, histórica y cultural que desborda sus límites. Hay que verlo para creerlo.

Aquí dejaron su huella los españoles durante un siglo, a partir de su descubrimiento por el navegante Alonso de Ojeda. Los holandeses formalizaron su posesión en 1634. Transformada en centro comercial y de tráfico de esclavos africanos, acogió gente del Caribe, Suramérica y hasta del Lejano Oriente. Hoy las comunidades de India y China figuran entre las más numerosas, junto a las de Colombia, Venezuela, Portugal, República Dominicana, Jamaica o Surinam. Si algo expresa esa mescolanza de etnias y culturas es el papiamento, lengua propia y oficial hablada por el 85 % de los curazoleños. Uno siente esa auténtica identidad en el colorido tropical de antiguas edificaciones, en su deliciosa gastronomía de mil sabores y en todas sus expresiones artísticas. Por algo Willemstad fue reconocida Patrimonio de la Humanidad, en 1997, por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). El área protegida incluye 760 monumentos distribuidos en los distritos de Punda, Otrobanda, Pietermani y Scharloo. Hoy más de un centenar están siendo restaurados. A 14 años de nuestra primera visita pudimos comprobar el excelente trabajo de restauración. Imprescindible mencionar la Sinagoga Mikve Emanuel, abierta en 1651. Es el templo judío en actividad más antiguo del Hemisferio Occidental. Está en Punda, barriada donde radica la mayoría de edificios coloniales, en la margen oriental del canal de entrada a la bahía de Santa Ana, que divide a Willemstad. Muchos albergan museos, galerías o restaurantes, pero otros sirven como oficinas del Primer Ministro, el Parlamento y el Gobernador. La entrada de la bahía es custodiada por el Waterfort (1634) y el Fort Amsterdam, y entre ambos se yergue el antiquísimo Plaza Hotel. Por la misma avenida costera llegamos al espectacular Handelskade y la famosa hilera de edificios de estilo holandés que mira al mar, de brillantes colores y techos de tejas rojas. Es la postal más difundida de Curazao. Ideal para la foto del recuerdo. Al otro lado de la bahía, en Otrabanda, la entrada era protegida por la fortaleza Riffort, que hoy alberga al hotel Renaissance. En su segunda planta se puede disfrutar de su piscina-playa artificial de horizonte infinito con una vista impresionante. Los barcos pasan a tu lado y uno tiene la sensación de que los puede tocar. Es un lugar precioso, rodeado por el Riffort Village y un shopping mall que posee tiendas y boutiques de renombre internacional, restaurantes, cafeterías y bares para los gustos más exigentes. Más de 15 hoteles de prestigio mundial se ubican en el litoral sureño de arenas blancas y límpidas aguas. Sin dudas, el Baoase Luxury Resort, un lujoso hotel-boutique ganador del Travelers Choice 2011 de Trip Advisor, clasifica como el más confortable y exclusivo. Curazao tiene mucho para ver y disfrutar. Entre sus mayores atracciones está el Sea Aquarium Park. Y si quiere divertirse anote la fecha de los carnavales, considerados entre los más vistosos y alegres del Caribe. Desde el 10 de octubre de 2010, Curazao es un país autónomo dentro del Reino de los Países Bajos. Gerrit Schotte, nacido en 1974, posiblemente el Primer Ministro más joven del mundo, tiene una visión muy clara y optimista del turismo como industria creadora de empleos e ingresos. Profesional de la hotelería, Schotte ocupó anteriormente la cartera de Transporte y Turismo. En declaraciones a Excelencias nos expresó su intención de aumentar y diversificar los atractivos del país, como centro de eventos y viajes de incentivos, espectáculos culturales y artísticos, para redimensionar su posición actual como destino de sol y playa, parada de cruceros y centro de compras. El golf, el buceo y los deportes náuticos también tienen ambiciosos proyectos. A la hora de las despedidas y de escoger un regalo típico nada mejor que el licor Curazao, fabricado con la corteza de naranjas de la isla. Y si el tiempo no le alcanzó para verlo todo, vuelva. Siempre le dirán «Bon Bini». Bienvenido.