Canaima. Venezuela. Expedición a Salto Ángel
Los escenarios naturales de este país cuentan con la virtud de transformar las memorias citadinas del más recalcitrante amante del asfalto, en el deseo de permanecer ante la floresta y volver a visitar lugares únicos y espectaculares.
Canaima pertenece al estado de Bolívar, en el sureste de Venezuela, y una de sus atracciones estrellas es el Ángel, el salto de agua más alto del mundo. Es un viaje para entrar en contacto con el espíritu de la Tierra y sus orígenes. Salimos para tal experiencia desde las 04:00 horas del Campamento Canaima, un lugar silencioso, con solo el rumor de la catarata El Hacha, visible desde esta instalación. El grupo, integrado por periodistas de distintos países, conjugó el vigoroso temperamento juvenil con la nostalgia de algunos por no poder correr como gacelas. Indígenas Pemones que regentean la explotación turística del lugar fueron nuestros guías, en una ruta que al principio parecía un simple paseo y que trastocó sus lances en turismo de aventura desde el momento en que llegamos a puerto Ukaima, de donde salieron las embarcaciones –el puerto no era más que un lugar cualquiera al borde de un río de rápido curso y mucho movimiento. Varias canoas llamadas curiaras, componían la flota. Tienen de tres a cinco metros de largo y están hechas del tronco de algún árbol al que ponen un motor de alta potencia fuera de borda, indispensable para vencer las largas distancias y las repetidas complicaciones del camino fluvial. Así cuando las brumas de la madrugada empezaron a desvanecerse estábamos apretados a razón de diez expedicionarios por curiara, con un Pemón al timón de popa junto al motor y otro en la proa, con remo tradicional para evitar los rápidos, los remolinos y el choque contra las piedras. Navegamos en total unos 140 kilómetros ese día (ida y regreso) primero por el río Carrao –y luego de una caminata de media hora debido a la imposibilidad de seguir sobre las curiaras en un tramo muy violento del curso fluvial–, a través del río Churún. Al cabo de tres horas desembarcamos sobre un pedregal con agua muy roja, desde donde ya veíamos el imponente Salto Ángel, protagonista indiscutible de la jornada. A lo largo del viaje, la visión era dominada por el bosque denso y esas elevaciones muy altas de laderas verticales y cimas aplanadas que en Venezuela llaman Tepuyes. Precisamente el Ángel cae de una de ellas. Cumplimos una travesía animada, sorteando obstáculos, esquivando las salpicaduras de los ríos, a buena velocidad establemente, a pesar de que en muchos momentos debimos disminuir para vadear piedras y no caer en los rápidos. Cada ocasión propicia, sacábamos las cámaras de las cubiertas de nailon con que las protegíamos y tomábamos alguna que otra imagen.
Una altiva mirada Ninguna otra alternativa para la Tierra y los seres humanos será mejor que recuperar los ensueños de una naturaleza virginal. Por eso pasa la preservación de la vida. Tal aspiración es una realidad intacta en pocos lugares del planeta y uno de ellos es el Parque Nacional Canaima y su Salto Ángel. Su nombre responde al aventurero estadounidense Jimmy Ángel, quien en 1937 aterrizó su avioneta en lo alto de la montaña de donde se desprende el agua. Los historiadores, sin embargo, no niegan otros muchos contactos del hombre occidental con este verdadero espectáculo. Uno de los primigenios lo atribuyen, por ejemplo, al español Fernando de Berrio, explorador y gobernador durante los siglos XVI y XVII, y considerado el primer extranjero en apreciar esa belleza. El caso es que ahí sigue este borbotón de aguas y espumas, como un deseo de eternidad, cayendo desde lo alto de la meseta de Auyantepuy.
El verdadero impacto Tras caminos casi intransitables se llega al mirador del salto, andando por la selva, por senderos que los indígenas deben abrir y reabrir, pues las lluvias abundan, la humedad ayuda a descomponer la materia orgánica que retroalimenta al bosque y la floresta se vuelve explosiva. El suelo mojado, las raíces y las ramas, junto a las piedras resbaladizas, obligan a caminar lento para no caer o torcerse un pie, algo muy peligroso, pues en caso de perder la locomoción, la salida del lugar pasa a ser una operación muy difícil. Como un bramido constante suena el río al caer y se eleva ese sonido por encima del murmullo característico de la jungla. Así el salto lo domina todo y su llovizna es fuente de vida para la propia selva. Lo repetimos, «esto es obra divina de la naturaleza», aunque cada quien lo haga sin decirlo precisamente con las palabras exactas. El mayor impacto es que cada cual parece regresar más convencido aún de que estamos obligados a proteger el planeta.
Parque Nacional Canaima Es el escenario del Salto Ángel, con una rica fauna compuesta por boas, víboras y otros muchos reptiles; así como osos hormigueros, felinos y variedad de mamíferos de gran talla. Fue declarado así el 12 de junio de 1962 y Patrimonio de la Humanidad, en 1994. Tiene una extensión de 30 mil kilómetros cuadrados hasta la frontera con Guayana y Brasil, y por su tamaño se le considera entre los mayores del mundo. Alrededor de 65 % de su territorio está ocupado por las mesetas de roca llamadas Tepuyes y es un medio biológico único de gran interés geológico. Está situado al suroeste del delta del río Orinoco en la región conocida como tierras altas de Guayana, jurisdicción de los distritos Piar y Rocío, estado Bolívar; a donde puede llegarse mediante paquetes de turismo contratados con Venezolana de Turismo (Venetur), la operadora de turismo más grande del país perteneciente al Ministerio del Poder Popular para el Turismo (Mintur), que tiene ofertas por un día y por una semana, con alojamiento en el Campamento Canaima. Varias empresas aéreas ofrecen vuelos diarios desde el aeropuerto de Maiquetía o desde el de Ciudad Guayana hacia la Laguna de Canaima y Santa Elena de Uairán. De activa operación es la línea turística Aerotuy (LTA) que opera vuelos charter en aviones ATR 42. Rafting, escaladas, caminatas y observación de fauna, son las principales modalidades turísticas del lugar. Un equipo de indígenas Pemones organiza los recorridos y actúa en la base, de la que tiene a cargo todas las atenciones.
Consejos prácticos Para viajar a Salto Ángel debe disponerse de pantalón largo, calzado fuerte y alto, camisa de mangas, capa de agua, repelente de insectos, sombrero o gorra y protector solar para el viaje por los ríos y una mochila con alguna tableta para el dolor de cabeza, agua, algunas tabletas de chocolate u otro alimento con gran poder calórico y energético, caso de ser necesario. Para más información visite: www.venetur.gob.ve